Pocas veces ha estado Marruecos tan presente en unas elecciones generales como en estas vísperas del 23-J. La actitud que vaya a tener hacia Rabat el gobierno que salga de los próximos comicios se ha convertido en uno de los temas principales de la campaña. Sobre todo después del giro diplomático español en el Sáhara Occidental en marzo del año pasado. Una decisión adoptada en solitario por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que rompía bruscamente con la tradicional política exterior española en el norte de África. Entretanto, Marruecos observa con atención (y, con el mismo interés, Argelia).
Mucho ha ocurrido en la legislatura que está a punto de expirar en las relaciones entre España y Marruecos. El período se abrió sin que la primera visita del presidente del Gobierno al exterior fuera a Marruecos y pronto empezó a crecer el malestar en Rabat con el Gobierno de PSOE y Unidas Podemos. Hasta el punto que a una semana para su celebración Marruecos suspendió la XII Reunión de Alto Nivel, prevista para el 17 de diciembre de 2020. El 15 de noviembre el vicepresidente segundo Pablo Iglesias expresaba en Twitter su apoyo a la celebración de un referéndum de autodeterminación en el Sáhara.
Después llegaría una larga crisis bilateral que atravesaría todo 2021, con dos episodios que destacaron por encima del resto: la entrada irregular y estancia en un hospital de Logroño del líder del Frente Polisario, Ibrahim Ghali, durante la primavera de aquel año y la ‘invasión’ terrestre, protagonizada por 10.000 jóvenes magrebíes y subsaharianos, de la ciudad de Ceuta como consecuencia de la inhibición de las fuerzas de seguridad marroquíes a mediados de mayo de 2021.
Los puentes estaban rotos entre ambos gobiernos, la presión migratoria marroquí preocupaba, por encima de todo, a Sánchez, hasta que llegó la carta. Una misiva firmada por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y remitida al rey Mohamed VI que solucionaría el agrio conflicto de un plumazo.
En ella, y en nombre de España el jefe del Ejecutivo califica la propuesta marroquí de autonomía para el Sáhara Occidental como “la base más seria, realista y creíble” para la resolución del conflicto. El original de la carta sigue siendo un misterio dieciséis meses después de haberse hecho pública por el Palacio Real y la agencia estatal de noticias de Marruecos. Concretamente en la tarde del 18 de marzo de 2022.
La carta desató la indignación del Frente Polisario y de la República de Argelia. El régimen militar, principal apoyo de la organización saharaui, daba por suspendido en junio del año pasado el Tratado de Amistad firmado con España en 2001 e iniciaba un boicot a los empresarios españoles en su mercado nacional (que prosigue a día de hoy habiendo causado pérdidas a las sociedades españolas valoradas en varios miles de millones de euros).
La carta y el giro en el Sáhara marcan, inevitablemente, un antes y un después en la historia de las relaciones hispano-magrebíes contemporáneas. Y obligan, de una forma u otra, a los distintos candidatos a tener que retratarse en el espinoso conflicto sobre el futuro de la que fuera colonia española hasta comienzos de 1976.
Aunque hasta la fecha ha rehuido toda explicación sobre las razones que le empujaron a apoyar la soberanía marroquí sobre el antiguo Sáhara Español, de sus declaraciones recientes se deduce que el candidato socialista, Pedro Sánchez, mantendrá, de volver a ser presidente, las relaciones con Rabat en los términos actuales.
En su reciente entrevista en Mediaset, donde volvió a preguntársele por los motivos detrás del giro en el Sáhara, Sánchez se limitaba a afirmar que “la relación con Marruecos es trascendental”. El presidente del Gobierno instaba a “ponerse en los zapatos de Marruecos” en relación al “desafío” migratorio; unas declaraciones que tuvieron el natural amplio eco en los medios oficiales marroquíes horas después. En el programa electoral del PSOE no hay alusión al giro diplomático en el Sáhara, aunque sí que el partido seguirá apoyando “al enviado personal del secretario general de Naciones Unidas para alcanzar una solución mutuamente aceptable en el marco de las Naciones Unidas”.
Por su parte, aunque tampoco ha explicitado si rectificará el apoyo de Sánchez al plan de autonomía bajo soberanía marroquí sobre el Sáhara, el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, prometía el pasado día 4, también en entrevista en Mediaset, mantener unas “excelentes” relaciones con Marruecos. Si llega a la Moncloa, Núñez Feijóo asegura unas relaciones estables y transparentes con Marruecos, al que anticipa que “los temas de Estado los tendremos que llevar a las Cortes Generales”. Al mismo tiempo, el candidato del PP a la presidencia del Gobierno destacó la importancia de retomar unas “relaciones equilibradas” con Argelia y el pueblo saharaui.
En el programa popular para las elecciones se afirma que la formación impulsará “una relación equilibrada con los países del Magreb en todos los ámbitos”. “La relación se basará en el respeto mutuo y en el derecho internacional. Apoyaremos los esfuerzos de Naciones Unidas en el Sáhara Occidental para alcanzar una solución política justa, duradera y aceptable para las partes”, puede leerse en el citado documento.
Por su parte, en su programa Vox evita pronunciarse sobre la cuestión del Sáhara Occidental, pero asegura que se revertirán “las recientes acciones en política exterior del Gobierno que perjudican el interés nacional en materia energética”, lo que implícitamente pasaría por una reconciliación con Argelia. Además, el programa electoral de la formación de Santiago Abascal propone la implantación de aranceles a los productos agrícolas procedentes de Marruecos y una mayor “protección” de Ceuta y Melilla.
Desde Sumar tampoco sus candidatos han aclarado si darían marcha atrás, de entrar en un futuro gobierno de España, al compromiso adquirido por Pedro Sánchez con Rabat. Eso sí, en sendas entrevistas la candidata a la presidencia, Yolanda Díaz, y el portavoz de campaña de la formación, Ernest Urtasun, afirmaron, respectivamente que “Marruecos es una dictadura” y que el país norteafricano “no es una democracia”. Eso sí, Unidas Podemos, que no fue consultado por Sánchez sobre la carta remitida al soberano alauita, no tuvo inconveniente en seguir gobernando en coalición con el PSOE a pesar de sus profundas discrepancias sobre la cuestión.
Desde Marruecos no se espera otra cosa que un mantenimiento del apoyo español a las tesis marroquíes en el conflicto del Sáhara, que es, con gran diferencia, la gran preocupación de la diplomacia marroquí. Los medios de comunicación más desatacados del país insisten desde marzo del año pasado –ofreciendo unas explicaciones que Sánchez ha evitado dar en todo este tiempo- en que el giro diplomático en el Sáhara es una “decisión de Estado” que responde a los “intereses estratégicos” de España y, por tanto, va mucho más allá de los designios del actual inquilino de la Moncloa.
Ha sido el caso este miércoles de un artículo del digital oficialista Le360 sobre el posicionamiento de los distintos partidos españoles sobre Marruecos, en el que se asume la tesis de que “un cambio sobre la cuestión del Sáhara está fuera de lugar”.
La cooperación migratoria con Marruecos ha conseguido en los últimos meses sellar las fronteras de Ceuta y Melilla. Sin embargo, al tiempo que la ruta del Mediterráneo occidental, centro del foco de la preocupación europea, marca cifras a la baja, el frente atlántico repunta con la llegada de pateras a aguas españolas desde las costas saharauis desde la pasada primavera. Entretanto, el lunes de esta semana se conocía que el juez de la Audiencia Nacional José Luis Calama archivaba provisionalmente el caso Pegasus –causa abierta tras detectarse la infección de los teléfonos de Sánchez y tres de sus ministros con el programa informático adquirido por Marruecos- ante la falta de colaboración de Israel.
Por su parte, Argel espera desde hace meses una rectificación de la parte del nuevo Gobierno que salga de las elecciones y el Parlamento a partir del 23 de julio. Los mensajes de las autoridades argelinas al presidente del Gobierno dejan claro desde hace meses que no se confía en que Sánchez sea capaz de resolver el embrollo: Argelia espera un cambio de gobierno y, en consecuencia, un cambio de rumbo en la cuestión del Sáhara Occidental para poder rehacer los puentes.
Conscientes de que una rectificación completa sería prácticamente imposible para el nuevo Ejecutivo español teniendo en cuentas las consecuencias que ello tendría para las relaciones con Marruecos, las autoridades argelinas esperan al menos del futuro presidente español un apoyo explícito al proceso auspiciado por Naciones Unidas y al restablecimiento de relaciones con Argelia sin hacer mención a la propuesta marroquí para la resolución del diferendo.
Las relaciones con Marruecos están siendo, por encima de cualquier otra, la cuestión principal en materia de política exterior de la campaña –y de mucho antes- de las próximas elecciones generales. Conscientes del peligro de cada sustantivo, cada adjetivo y cada coma –que serán escudriñados en Rabat y Argel-, aunque no han evitado la cuestión marroquí, pero ninguno de los grandes partidos nacionales ha formulado una propuesta global y sólida para las relaciones hispano-magrebíes en los próximos años. Antes o después, sin embargo, a todos les tocará retratarse. El final del verano y el otoño pasarán para la política española necesariamente por tierras –y aguas- del norte de África.