Casi 11,6 millones de jóvenes recién graduados en China están viviendo una situación sin precedentes que ni ellos ni las propias autoridades de la segunda potencia mundial habían imaginado. Según los últimos datos de desempleo publicados en mayo por la Oficina Nacional de Estadística (ONE), un 20,8 por ciento de los demandantes de trabajo de entre 16 y 24 años de edad están en paro. Los dirigentes culpan a los recién incorporados al mercado laboral de “tener expectativas infladas” o, a los que regresan tras haber estudiado fuera, de estar “demasiado occidentalizados”. Mientras tanto, muchos millennials y componentes de la generación Z que acaban de graduarse no lanzan sus birretes al aire con el entusiasmo propio de los que comienzan un ansiado nuevo capítulo vital. Se hacen los zombis, los muertos y los profundamente quemados por la nueva etapa que les toca. Eso sí, con sus togas, para que se entienda bien su protesta.
La realidad a la que se enfrentan tras finalizar sus carreras es que aproximadamente uno de cada cinco jóvenes están desempleados. Y esto antes de la última hornada de graduados que acaba de salir en junio. Por esta razón, las redes sociales se han llenado de instantáneas donde aparecen tumbados, tirados en el suelo, dentro de papeleras o desplomados sobre escaleras, bancos y sillas. A esta moda se la denomina “estilo zombi” y se ha extendido a lo largo y ancho de todas las plataformas del país.
China no está sola en las altas cifras de desempleo entre la población joven -en 2022, España registró un paro en el mismo rango de edad del 29 por ciento-, sin embargo, las protestas reflejan el inconformismo que no se percibe en otras sociedades. “Se ha convertido en un grito de guerra entre los millennial y la generación Z chinas, que ya están hartas de la carrera de ratas y quieren escapar de la intensa cultura laboral china y de las expectativas sociales que conlleva”, publica The Washington Post, donde aparecen varios perfiles donde los estudiantes describen su sentir. “Quiero elegir mi propia forma de vida. Mucha gente lleva tres años sin vida social y está desesperada por encontrar una salida. La búsqueda de empleo de este año sólo puede describirse como especialmente sombría”, expresa una recién graduada. “Para los licenciados es un golpe a nuestra confianza”, sostiene otro.
La respuesta de las autoridades y en editoriales de los medios de comunicación estatales no han hecho más que agravar el descontento. Concretamente, la ONE considera que aquellas personas que “hayan trabajado una hora o más y hayan recibido cualquier compensación o salario” entran dentro de la definición de empleados. Esto también ha sido objeto de las críticas y de las burlas, que se han mezclado en las redes sociales con los posts que defienden la narrativa oficial. Bajo el hashtag, “Trabajar una hora o más a la semana se considera empleo”, muchos usuarios han publicado su sentir. “¿Entonces recoger botellas de agua mineral durante una hora o más se considera empleo?”, señala uno. “Se puede alguien mantener trabajando una hora a la semana?”, comenta otra. “Este tipo de norma desvergonzada ha completado una vez más la integración de China con el mundo”, sentencia otro usuario.
Ante la subida del paro entre los recién graduados, varias ciudades y provincias están tratando de amortiguar la situación. Pekín está implementando 15 medidas, entre las que se incluyen subsidios a los empresarios que generen empleo, potenciar la creación de nuevas empresas entre los jóvenes y los migrantes, cursos de formación y ayudas a las pequeñas y medianas empresas. Una de las consecuencias de la falta de trabajo es que casi ocho millones de jóvenes han opositado en el primer trimestre del año para intentar hacerse con 200.000 puestos de funcionarios.
Analistas occidentales sostienen que el problema de desempleo de recién licenciados al que se enfrenta China es “autoinflingido” y propio de “las economías de planificación centralizada”. Así lo afirma, Milton Ezrati en Forbes, quien sostiene que esta situación es “el resultado de que los planificadores de Pekín decidieran que una economía moderna y tecnológicamente avanzada necesita sobre todo millones de licenciados universitarios”. Explica que si Pekín no hubiera desarrollado un enorme sistema universitario, “la nación tendría hoy más trabajadores dispuestos a realizar los trabajos manufactureros que se necesitan”. También echa la culpa al Gobierno, por haber “privado de crédito” a las pequeñas y medianas empresas para “favorecer” a las compañías estatales. “También ha ofrecido al mundo una lección objetiva sobre las consecuencias imprevistas y los peligros implícitos de la planificación central autoritaria”, sentencia.
Desde mediados del año pasado, las protestas en China han sido numerosas. Motivadas por las medidas draconianas durante la pandemia y sus implicaciones económicas, los jóvenes se echaron a las calles para demandar la vuelta a la normalidad -algo que acabó sucediendo-, los más mayores también exigieron mejores pensiones en algunos puntos del país y ahora los graduados utilizan la sátira en oposición a las condiciones laborales a las que se enfrentan. No sólo no encuentran trabajo, sino que los que sí lo hacen suelen tener salarios precarios para su nivel académico y hubieran salido mejor parados de haber desarrollado profesiones sin pasar por la universidad. Una estimación del Ministerio de Recursos Humanos y Seguridad Social de China calcula que casi 30 millones de puestos de trabajo en el sector manufacturero quedarán vacantes en 2025.
Son muchos los paralelismos de la situación actual con episodios y fábulas del pasado. Los desempleados se están comparando con el personaje de un cuento escrito en 1919 por el novelista clásico, Lu Xun, que habla de un joven, Kong Yiji, que recibió una educación clásica superior a la de la gente de su pueblo. Solitario en su brillante, se convirtió en el hazmerreír y en objeto de desprecio de sus vecinos, quienes no tenían ni de lejos su cultura. Un siglo después, los millennials y la generación Z de china se sienten los Kong Yijis de la modernidad.
Otra de las comparaciones viene por una de las medidas sugeridas por un gobierno provincial para evitar el desempleo. El planteamiento es enviar a 300.000 graduados a “rejuvenecer el campo” de cara a 2025. De cumplirse, esta iniciativa sería idéntica a la que se llevó a cabo durante el periodo de Mao Zedong, cuando en 1968 promulgó un edicto en el que ordenó a “los jóvenes que se educaron en las ciudades a ser reeducados por los campesinos”. Un año después, el propio Xi Jinping formó parte de este programa y partió a una zona rural donde se trabajaba en condiciones arduas. Allí estuvo de los 15 a los 22 años de edad y este periodo es vendido con honores al pueblo chino como un ejemplo de purismo comunista.
A juzgar por su inconformidad, no parece que los jóvenes en la actualidad estén por la labor de aceptar un traslado al campo.