Los burros españoles, arma secreta del ejército soviético

  • Francisco Gordo, veterano comunista de 76 años que fue secretario de organización del Partido Comunista de España (PCE), lideró la operación

  • La idea de los rusos era aparear los burros españoles con yeguas para obtener las mulas con las que aligerar la carga

  • Las cordilleras afganas se revelaron un obstáculo insalvable para el avance soviético, cuyos estrategas decidieron encargar a un grupo de comunistas andaluces comprar burros

Las cordilleras afganas se revelaron un obstáculo insalvable para el avance soviético, cuyos estrategas decidieron encargar a un grupo de comunistas andaluces que, entre 1981 y 1982, les enviaran un centenar de burros machos para obtener las mulas que precisaban para concluir su guerra contra Afganistán.

Los detalles de aquel encargo, que hubiera superado incluso la imaginación de alguien tan acostumbrado a ver el lado más inesperado de la guerra como Gila, se los ha contado a EFE el líder de aquella operación, Francisco Gordo, veterano comunista de 76 años que fue secretario de organización del Partido Comunista de España (PCE) de Camas (Sevilla) hace 20 años.

La idea de los soviéticos, según el relato de Francisco Gordo, era aparear los burros españoles con yeguas para obtener las mulas con las que aligerar la carga de una guerra que parecía enquistarse y que, en efecto, se alargó hasta diez años, con dudosos resultados para los invasores.

El encargo llegó a través del PSUC, organización comunista catalana hermana del PCE que en 1982 dirigía Gregorio López Raimundo y a la que efectuó el encargo de conseguir los burros el partido comunista de la Unión Soviética.

Burros de Portugal y Guijuelo

"En el partido no se preguntaba nada; y yo no decía nada de mis viajes en busca de burros ni a mi mujer", ha recordado Francisco Gordo de sus salidas a pueblos de Sevilla, Badajoz, Cáceres y Salamanca -"a Guijuelo fue el lugar más lejano que fuimos a recoger un burro", ha especificado-, mientras que los que compraron en Portugal los pasaban de noche por la frontera para evitar cualquier inspección que diera al traste con el traslado.

"Los traslados lo hacíamos con un camión que alquilábamos porque ninguno teníamos un medio de transporte apropiado, y la gasolina la poníamos de nuestro bolsillo casi siempre", ha señalado, para incidir en que la operación la llevaron a cabo por motivos estrictamente ideológicos, por obediencia al partido y en solidaridad con los soviéticos.

Según Gordo, el PSUC envió unos tres millones de pesetas para la compra de los burros, que eran calibrados por el cantaor José Domínguez Muñoz, el Cabrero, ya que los burros, según la demanda de los soviéticos, no podían tener más de cinco años y una altura de "seis dedos" como se denomina en el argot ganadero un metro y medio más seis dedos hasta la cruz del animal.

El Cabrero formó parte de un equipo en el que no fueron más de media docena de militantes comunistas los que llevaron a cabo la operación, para lo cual contaron con la complicidad de un ganadero de Guillena (Sevilla), conocido como Juan el Gitano, que les prestó su finca para reunir los burros, siempre que él no tuviera que hacerse cargo de su mantenimiento.

"Juan el Gitano es la persona más honrada y más formal que he conocido en mi vida, siempre iba vestido de negro y con su sombrero de ala ancha", ha asegurado Gordo, acostumbrado a tratantes de toda laya, ya que durante muchos años fue comercial de Campofrío y vendedor de ganado porcino, después de haber sido en su juventud administrativo de la Compañía Sevillana y haberse educado en el Seminario.

Nuestro amigo el comunista

Hombre emprendedor, Gordo también abrió un pequeño restaurante en su pueblo natal, El Ronquillo (Sevilla), para propiciar reuniones de ganaderos, medio por el que le fue fácil obtener información sobre en qué pueblos había algún burro a la venta.

Ahora recuerda con humor que su pequeño restaurante se convirtió en lugar de reunión de aristócratas como Manuel Prado y Colón de Carvajal, el conde de la Maza y otros terratenientes y ganaderos que cuando planeaban hacer tertulia allí decían: "Mañana vamos a comer a la casa de nuestro amigo el comunista".

Cuando al cabo de varios meses de idas y venidas consiguieron reunir el centenar de burros machos y jóvenes en la finca de Juan el Gitano y ya aguardaban instrucciones del PSUC para preparar su envío a la URSS se declaró la peste equina y se vieron obligados a suspender la operación.

"Tuvimos que vender todos los burros para recuperar el dinero, que se reintegró por completo al PSUC y, como los vendimos bien, sobraron tres o cuatro que le regalamos a Juan el Gitano, que los aceptó a cambio de la ayuda que nos había prestado", concluye Gordo una historia que nunca había salido a la luz, tal vez por la discreción que los comunistas heredaron de la clandestinidad:

"Los comunistas nunca hablábamos ni contábamos nada, y si podíamos no ver las cosas, preferíamos no verlas, de modo que, si luego nos interrogaban, mientras menos supiéramos mejor; una vez a la vuelta de un viaje para comprar burros, me preguntaron en mi casa que de dónde venía y contesté: Eso es política del partido".