Cada segundo cuenta. La esperanza no se pierde, pero los que saben de submarinos se ponen en lo peor. "La situación es desesperada, si es que todavía están vivos", asegura el comandante de navío, Aurelio Fernández Dapena, jefe de la Flotilla de submarinos de la Armada en "El programa de AR", en Mediaset.
La hipótesis de que los cinco tripulantes del batiscafo que realizaba una visita al Titanic sigan sumergidos cala con fuerza. Las horas de oxígeno están contadas. Tienen aire hasta la madrugada del jueves. "Son cinco personas en un tubo claustrofóbico", así lo define el comandante.
El habitáculo tiene 7 metros de largo por dos y medio ancho. "Es un tubo angustioso de pequeñas dimensiones". Diseñado para no tener que pasar en él más de 5 o 6 horas. "Te da para dos horas de bajada, dos de subida, la media hora que estás abajo y el proceso de recogida. No suelen tener actividades demasiado prolongadas", explica Dapena.
Los cinco pasajeros llevan casi cuatro días. "Han tenido que respirar despacio, no moverse mucho y aguantar el oxígeno lo máximo posible", relata el marino español. Pocos están habituados a esas situaciones extremas. Los militares expertos entrenan para ello, pero turistas de lujo o científicos, como los que iban en el submarino probablemente no. Además los nervios y el estrés hacen que se respire más rápido y se consuma más oxígeno. "Es totalmente claustrofóbico de manera habitual. Se puede mirar por una ventana en la proa pero con esa situación desesperada es muy complejo".
El sumergible se ha podido enganchar con alguna parte del Titanic, o sufrir un fallo en su sistema de propulsión o en el crimado, lo que permite cambiar de profundidad durante la bajada y el ascenso. Otra hipótesis es que "puede haber habido un problema en la estanquidad del vehículo", explica el comandante.
A esas profundidades, 3.700 metros, el submarino tiene que soportar presiones de hasta 40 kilos por centímetro cuadrado. Una circunstancia que habría podido dañar los materiales con los que está hecho y provocar de paso vías de agua, lo que podría haber resultado fatal para el sumergible.
La completa oscuridad es otro de los problemas a los que se enfrentan rescatadores y posibles rescatados. "A 80 metros la luz no penetra y a 1600 la oscuridad es total", relata el comandante. El frío no es tanto problema. Se calcula que "la temperatura del agua por las corrientes submarinas puede estar a 10 o 12 grados centígrados", sostiene Dapena.
El comandante es muy cauto sobre los ruidos detectados por el sónar de un avión P3 canadiense de reconocimiento. "Son distancias grandes. El Titanic está a 3.800 metros. La presión es de 200 veces la atmósfera que respiramos. No es sencillo tener un contacto sonar desde la superficie a esa profundidad", ha aclarado durante una entrevista en 'El programa de AR".
La hipótesis de que hayan podido subir a superficie pierde fuerza. Se ha peinado la zona con aviones de reconocimiento. "Después de las búsquedas ejecutadas no ha habido contactos con lo que se presupone que el batiscafo está hundido", sostiene Dapena, para quien la posibilidad de que hayan podido emerger "ya está fuera de consideración".
La prioridad es localizar el submarino desaparecido para poder comenzar las labores de rescate. "Es muy complicado con esas dimensiones en el oceáno sin luz y con esos medios", reconoce el comandante F.Dapena.
Si lo encuentran, llegaría la segunda parte: sacarlo del agua. "En la zona hay buques de salvamento con vehículos sin tipular con brazos robóticos que pueden llevarlo a superficie". La operación se prolongaría unas cinco horas mínimo. Una vez arriba, el batiscafo se colocaría en la cubierta de un barco y se abriría con sus cinco tripulantes vivos. Es el deseo de todos. Los minutos cuentan.