Rabat aguarda: ¿Abrirá el 23-J nueva etapa en las relaciones hispano-marroquíes?

  • Desde el 28 de mayo, la pregunta flota en el ambiente en Rabat: ¿quebrará el idilio entre el Gobierno de Sánchez y Marruecos un hipotético relevo en La Moncloa?

  • Las autoridades marroquíes confían en que un gobierno presidido por el Partido Popular opte por la continuidad en las líneas trazadas por el último ejecutivo español, empezando por el Sáhara

¿Supondrá el nuevo Gobierno que salga de las elecciones generales del 23 de julio un cambio en las relaciones entre España y Marruecos? ¿Estaría en peligro el buen momento en las relaciones hispano-marroquíes si hay relevo en La Moncloa? Es la pregunta que surge inevitable del mal resultado del principal partido del Gobierno de España en los pasados comicios municipales y autonómicos del pasado 28 de mayo y que muchos se plantean en Rabat desde entonces.

En ausencia de una posición oficial del Gobierno –la última vez que desde el Ejecutivo marroquí se entró a valorar algún episodio de la política española fue en vísperas de los comicios, cuando el portavoz del Ejecutivo atribuyó las acusaciones de que Marruecos está implicado en la tentativa de compra de votos en Melilla al “contexto actual” del país-, los medios marroquíes –y sus destacados líderes de opinión- están convencidos de que un futuro Gobierno presidido por el Partido Popular no implicará una rectificación del apoyo de Sánchez a Rabat el Sáhara Occidental.

En este sentido, uno de los columnistas estrella del semanario Maroc Hebdo –que lleva esta semana la situación política española y las relaciones entre los dos países a su portada-, Marouane Kabbaj, elogia la “prudencia” del líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, al no haber evocado la cuestión –ni cuál será su posición en caso de convertirse en presidente del Gobierno- en las últimas semanas. A su juicio, “cualquier político español, con independencia de su ideología, sabe que, una vez en el poder, no tiene otra que trabajar con Marruecos, su vecino con el que está unido por la geografía, la historia, el destino, la economía y la cultura”. Para Kabbaj, “sea Pedro Sánchez quien dirija el Gobierno o no, el compromiso y la posición clara y sin ambages sobre el plan de autonomía es una política de Estado y no de un partido en el poder”.

Por su parte, en el oficialista Medias 24 el periodista Mehdi Michbal aseguraba en un largo artículo con contundencia que “poco importan los resultados de las elecciones del 23 de julio o la naturaleza del Gobierno que se constituya: la posición española sobre el Sáhara no cambiará”. El semanario TelQuel, uno de los más críticos con el establishment marroquí, especulaba con la posibilidad de que un gobierno del Partido Popular tras las próximas elecciones generales podría afectar a las relaciones bilaterales tras la “debacle” de Pedro Sánchez.

Tras año y medio especialmente turbulento entre 2020 y 2022, lo cierto es que la cuestión de las relaciones entre Marruecos y España ha pasado a ser materia secundaria en Rabat. Todo cambió radicalmente, literalmente de la tarde a la noche del 18 de marzo de 2022, al revelarse que Pedro Sánchez, había enviado una carta al rey de Marruecos en la que el jefe del Gobierno de España elogiaba la propuesta marroquí de autonomía –bajo soberanía de Rabat- para el Sáhara Occidental. El presidente la definía como “la base más seria, creíble y realista” para la resolución del larguísimo conflicto. Marruecos conseguía lo que deseaba tras meses de tensión, presión y exabruptos, y se daba por satisfecho. Y pasaba página.

El discreto balance de la flamante nueva etapa

Tras revelarse desde Rabat el contenido de la carta de Sánchez al rey, un inopinado hito en la política exterior española en el siempre complejo y precario escenario del Magreb, pues se rompía la tradicional neutralidad en el conflicto sobre la soberanía de la ex colonia española, el 7 de abril de 2022, llegaría el encuentro en Rabat de Sánchez y Mohamed VI. Las dos administraciones firmaban una ambiciosa hoja de ruta en la que destacaba el compromiso de Rabat y Madrid por “evitar aquello que pueda ofender a la otra parte”.

Hubo que esperar, tras retrasos e incertidumbres –no se convocaba desde 2015-, para la celebración de la Reunión de Alto Nivel hispano-marroquí hasta comienzos del pasado mes de febrero. La cita, que fue, sobre todo, la escenificación de la nueva etapa en las relaciones bilaterales, no dejó ningún acuerdo de calado. En la misma jornada del 1 de febrero, horas antes del encuentro empresarial de alto nivel con que daba comienzo la cumbre, Sánchez supo que el soberano alauita no lo recibiría en la capital marroquí –era la primera vez que ello le ocurría a un jefe de Gobierno español en visita oficial a Marruecos-, aunque Mohamed VI lo emplazó a un futuro encuentro “muy pronto”. Transcurridos más de cuatro meses desde entonces, no hay pistas aún sobre cuándo se celebrará, y todo apunta a que, con la legislatura a punto de agotarse, la visita de Sánchez al rey de Marruecos no se producirá.

Entretanto, en Argelia, principal apoyo del Frente Polisario, se tomó el apoyo de Sánchez a las tesis marroquíes en el Sáhara Occidental como una afrenta directa. Las relaciones bilaterales quedaron ese 18 de marzo de 2022 heridas de muerte. Y Argel no ocultaría su indignación. El día siguiente retiraba su embajador en la capital de España en señal de protesta. Y hace esta semana justo un año el régimen militar daba por muerto el Tratado de Amistad de 2002 e iniciaban un boicot a las empresas españolas en el país. Hasta hoy. Aunque las autoridades argelinas han mantenido un largo silencio en los últimos meses, la prensa del país –correa de transmisión, salvo excepciones, de las posiciones oficiales- se ha cebado con la reciente derrota de los socialistas en los últimos comicios autonómicos y municipales, centrando la sacudida en la figura de Pedro Sánchez.

La difícil situación económica que atraviesa la población marroquí en los últimos meses es la gran preocupación desde entonces para el Gobierno del país vecino. El Ejecutivo de Aziz Akhannouch, cada vez más cuestionado por la oposición y los medios, se afana por rebajar la inflación, especialmente elevada desde que comenzara la guerra en Ucrania. Las autoridades marroquíes. En la escena internacional, las últimas horas están protagonizadas en Marruecos por unas declaraciones del ex representante permanente de Francia ante Naciones Unidas, Gérard Araud, quien denunciaba al comentar en Twitter una publicación del digital Morocco Intelligence el “chantaje” de Rabat en la cuestión del Sáhara tras el cambio de posición estadounidense desde diciembre de 2020. Por otra parte, este lunes ha dado comienzo la Operación Marhaba, la denominación del dispositivo marroquí de la Operación Paso del Estrecho, y con ello el pistoletazo de salida a la temporada estival.

No se escapa en Rabat que para que Sánchez vuelva a repetir a partir de las generales del próximo 23-J necesitará, al menos, los apoyos parlamentarios de Sumar y Podemos, dos partidos que se han manifestado abiertamente en desacuerdo con el presidente del Gobierno, al estar a favor del referéndum de autodeterminación para resolver el conflicto del Sáhara y en contra del giro en el Sáhara del mandatario socialista. La vicepresidenta segunda del Gobierno y líder de Sumar, Yolanda Díaz, definió en una reciente entrevista que Marruecos es “una dictadura”, algo que recogieron no pocos medios en el país magrebí.

Lo cierto es que el balance del año y casi tres meses transcurridos en la flamante “nueva etapa” en las relaciones hispano-marroquíes ha sido discreto para los intereses españoles. El gran logro para el Gobierno de Pedro Sánchez ha sido, sin duda, rebajar la presión migratoria –la mayor preocupación para el Ejecutivo cuando las relaciones con Marruecos tocaban fondo- en las costas canarias y andaluzas, además de en las fronteras de Ceuta y Melilla.

Al margen de ello, las aduanas comerciales de Ceuta y Melilla, prometidas por el Gobierno tras la reconciliación con Marruecos, siguen en el aire. El pasado 26 de mayo ambas administraciones llevaban a cabo una tercera prueba de paso de mercancías en las fronteras de las ciudades autónomas, pero sigue sin haber fecha para la apertura definitiva. Marruecos sigue sin dar luz verde y con las elecciones y el cambio de Gobierno a la vuelta de la esquina todo apunta a que la decisión se seguirá postergando. Por otra parte, las negociaciones entre los dos gobiernos a propósito de la delimitación de las aguas territoriales en la fachada atlántica siguen sin dar resultados concretos.

El buen estado de las relaciones bilaterales que ambas administraciones ponderan no ha impedido que las autoridades marroquíes presentaran recientemente una queja ante la Unión Europea por las declaraciones de uno de los vicepresidentes de la Comisión por haber tenido la osadía de afirmar que Ceuta y Melilla son ciudades españolas y europeas. El Gobierno de Sánchez presentó, por su parte, una protesta. El pasado sábado las autoridades marroquíes expulsaban del Sáhara Occidental a dos abogadas españolas comisionadas por el Consejo General de la Abogacía Española que se habían desplazado en un vuelo desde Canarias a la ciudad de El Aaiún con vistas a elaborar un informe sobre la situación de los derechos humanos en el territorio. 

Aunque la cuestión no cope titulares ni encabece la lista de preocupaciones de las autoridades locales, Marruecos aguarda las próximas elecciones generales españolas con interés aunque con discreción. Desde el país vecino se confía, en fin, en que si el nuevo Gobierno designado por el Parlamento a partir de los resultados del 23-J está liderado por el Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo opte por la continuidad. Y el deseo se ha expresado con nitidez desde diversos medios. El nuevo acuerdo pesquero entre Marruecos y al UE –en cuyas negociaciones España está llamada a jugar un papel fundamental- sigue en el aire. A ninguna de las partes le interesa en estos momentos de zozobra internacional un nuevo vaivén en las relaciones bilaterales. Apenas mes y medio resta para que, en pleno estío, las urnas dicten sentencia.