La búsqueda de los niños que permanecen perdidos en la selva de Guaviare, en Colombia, desaparecidos desde hace ya más de un mes, continúa bajo el férreo convencimiento de que, a pesar de las inmensas adversidades, continúan con vida. Rindiendo homenaje a su nombre, la denominada 'Operación Esperanza', en la que participan más de 200 efectivos, entre militares y voluntarios indígenas, permanece en marcha y espera encontrar pronto resultados. Las pistas halladas, como la pisada de una niña y restos de alimentos que se cree que podrían haber consumido, junto al hecho de que no se hayan encontrado tampoco sus cadáveres tras tantos kilómetros de batidas, son la motivación suficiente para creer en el milagro. Además, los equipos de búsqueda sospechan incluso de que un perro de rescate que se ha perdido podría estar ahora con ellos, acompañándolos.
Cada día que pasa es un un desafío a las probabilidades de supervivencia de los cuatro hermanos Mukutuy: Lesly, la mayor de 13 años, y sus hermanos Soleiny, de 9; Tiene Noriel, de 4; y Cristin Neriman, el bebé que habría cumplido un año en la selva. Solos ante los peligros de una selva en la que la vegetación es muy tupida, reduciendo la visibilidad a los 20 metros, en su particular ecosistema, insectos y animales salvajes constituyen solo alguna de las amenazas. En el lugar llueve un promedio de 16 horas, algo que por un lado les permitiría recolectar agua, pero por otro les mantendría continuamente mojados. Lo positivo, a este respecto, es que las temperaturas oscilan siempre entre los 18 y 25 grados.
Lo explicaba el comandante del Comando Conjunto de Operaciones Especiales (CCOES), el general Pedro Sánchez, en declaraciones recogidas por Voz de América en las que, explicando los pormenores de la búsqueda, resumía: “Los comandos tienen que protegerse no solamente de la lluvia, que son 16 horas al día mojados, sino también de los animales y de las enfermedades que hay en la selva. Animales salvajes como los jaguares o tigrillos, serpientes venenosas, plantas venenosas, pero también el mosquito de la Leishmaniasis, que produce una fiebre que si no es tratada a tiempo puede causar la muerte”.
Ahora, y pese a todo ello, en una de sus últimas declaraciones, las palabras de Sánchez van mucho más encaminadas al optimismo: “Estamos ya cerrando el cerco. Creemos que estamos supremamente cerca”, ha dicho, alentando esa esperanza que todos se resisten a abandonar.
Pese a que ya ha transcurrido más de un mes desde que se estrellase el avión en el que viajaban los menores, donde murieron su madre, un líder indígena y el piloto, cuyos cuerpos sin vida fueron localizados el 1 de mayo, los efectivos implicados en la búsqueda mantienen la fe en que los niños siguen vivos. El hecho de que conozcan la selva y estén habituados al medio, puede estar siendo un factor clave y diferencial para la supervivencia. Lesly, la mayor de los Mukutuy, sabría distinguir los alimentos de los árboles de los que proveerse y estaría ejerciendo de líder con sus hermanos.
“Si estuvieran muertos sería más fácil encontrarlos porque estarían estáticos y los olores y los animales nos orientarían adonde están”, señalaba el general Sánchez, alentando a todos.
No obstante, tras tanto tiempo cada vez estarían más débiles y con más dificultades para sobrevivir. Con las energías agotándose, cualquier amenaza, o solo el mero hecho de conseguir alimento, podría terminar siendo mortal, por lo que los miembros de la 'Operación Esperanza' saben que tienen que apresurarse.
En declaraciones a los medios de la comunicación, el padre de los Mukutuy también se ha manifestado completamente convencido de que los niños están sobreviviendo en la selva y van a ser localizados con vida. Su fe es férrea, y de hecho sostiene que le resulta imposible creer que "el poder de Dios" no existe y que es esa la razón por la que sus hijos siguen vivos.
Sea como fuere, ya son 37 días los que han transcurrido, en los que efectivos de las Fuerzas Especiales colombianas, perros especializados y más de medio centenar de indígenas están probando con todo tipo de estrategias para intentar localizar a los niños.
Sin dejar de peinar la tupida selva de Guaviare, han desplegado hasta 11 kilómetros de una cinta amarilla brillante, dispuesta a modo de ‘línea de vida’, para que los niños, si la encuentran, tengan la posibilidad de seguirla y llegar hasta el comando de búsqueda. Además, por el recorrido y por las áreas examinadas tanto los militares como los indígenas han dejado hasta 600 silbatos para que puedan hacerse oír en mitad de la selva. Y mas allá, también han dispuesto distintos puntos de luz con reflectores, así como han instalado puntos de sonido y emisión de mensajes en su idioma, con voz de sus familiares, pidiéndoles que se detengan para que sean localizados y ubicados en el punto concreto en el que se encuentren.
“No desfallecemos en la búsqueda de los menores extraviados en las selvas de Caquetá y Guaviare”, señalaban las Fuerzas Militares de Colombia recientemente, y así prosiguen, buscando sin descanso.