Meloni visitará de nuevo Túnez este domingo acompañada por Von der Leyen
Un encuentro breve con el presidente y el primer ministro tunecino, que Meloni realizó este martes
La emergencia económica y social en el país norafricano preocupa a Italia y a la UE
Se prevé que pueda aumentar considerablemente el flujo migratorio de la ruta del Mediterráneo
Visita especialmente breve la de este martes de la primera ministra Italiana a Túnez, pero no por eso menos importante. La líder del Gobierno del país transalpino ha viajado hasta la capital para encontrarse, en una reunión que ha iniciado a las 11, con el presidente de la República de Túnez Kais Saied y luego con el primer ministro Najla Bouden Ramadan, para tratar varios asuntos de mucha relevancia. El tema principal de esta visita es el fenómeno migratorio y las consecuencias que el Ejecutivo italiano considera que puede generar el alboroto político y social del país norafricano, que se encuentra sumergido en una crisis inflacionaria, en un laberinto de déficit público que supone el 90% del PIB y al cual la propia Banca Mundial coloca en una situación cercana a la bancarrota. Precisamente el tema migratorio está estrechamente ligado al económico y al declive que sufre el país. El caos tunecino genera mucha preocupación de cara a una oleada de inestabilidad e incluso terrorismo que pueda tener un claro efecto sobre la llegada de refugiados. A la salida del encuentro Meloni se dice disponible a volver de la mano de Ursula von der Leyen y reafirma su papel de intermediaria.
La situación de Túnez preocupa por el tema migatorio no solo en Italia, hace unos meses el alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, habló de un posible “colapso económico y social” del país. Un país que muchos consideran enormemente antidemocrático desde que el presidente Saied ha concentrado en sí mismo gran parte de los poderes en lo que los analistas internacionales definen como un giro autoritarista. Meloni intenta intermediar para que el país cumpla los objetivos que el Fondo Monetario Internacional impone para recibir un préstamo que pueda revertir la grave crisis económica del país, a cambio pide mano firme con el fenómeno migratorio, central en las políticas del Gobierno de derechas italiano.
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Italia mira con la respiración contenida el devenir de la situación tunecina desde hace meses. La costa del país norafricano dista sólo 70 millas de la isla más al sur de Italia, Lampedusa, convertida en esta última década en la zona cero de la ruta migratoria del Mediterráneo. Es precisamente de ese punto desde donde salen muchas de las barcas que llegan a la costa italiana o que son rescatadas por las ONG o la guardia costera. La situación se ha agravado porque la realidad que vive el país, al límite, ha añadido un mayor flujo migratorio del que ya existía con la salida de muchos otros refugiados que venían de otras partes de África e intentaban escapar a Europa a través de la frontera tunecina, convertida e un embudo. De hecho, el presidente Saied ha intentado justificar el descontrol del país a causa de la cantidad de migrantes que el país ya recibe del continente, pero, en realidad, ahora son miles y miles los tunecinos que intentan huir del país.
Los datos de estos últimos meses muestran que el flujo es constante y cada vez se pueden ver más jornadas de datos récord, como por ejemplo a finales del mes de marzo cuando llegaron en menos de 24 horas miles de personas salidas de la ruta tunecina, ahora la predominante debido al contexto. Las organizaciones que se ocupan del fenómeno en el Mediterráneo como lo hace la OIM (Organización Internacional para las Migraciones) explican que el perfil de la persona que sale de Túnez ha cambiado enormemente con la crisis, ahora son también familias que hasta este momento tenían trabajo y una vida estable. Esta condición tan generalizada de inestabilidad es la que explica el dato que se difunde desde hace semanas y que alerta de la salida del país de hasta 900.000 personas -estima lanzada por la propia Meloni en sede europea hace unas semanas-. Este es uno de los motivos de un año récord en llegadas donde han desembarcado en las costas italianas más de 50.000 migrantes, frente a los 19.692 en el mismo periodo de 2022. Las diversas políticas anti-migración llevadas a cabo por el Gobierno Meloni en los últimos seis meses han tenido, por ahora, poco efecto.
El crédito del FMI
A Túnez le interesa que Italia mantenga el apoyo al país magrebí en las negociaciones con el FMI para desbloquear un préstamo de 1.900 millones de dólares (el tercero en diez años) que intenten apaciguar el riesgo inminente de bancarrota. El Gobierno de Meloni no quiere enfrentarse al país a pesar de haber vinculado su ayuda a una serie de reformas necesarias para las instituciones internacionales ante la deriva autoritaria del país, pero intenta que reciba esta inyección monetaria que, en un corto periodo, pueda frenar la grave crisis que deriva en el aumento del flujo migratorio. Esta reunión es importante también porque ambos están interesados en una sintonía en el ámbito energético que pueda garantizar el funcionamiento del gasoducto que conecta Italia con el norte de África y que ha permitido disminuir enormemente la dependencia italiana del Kremlin en la materia. En definitiva, los intereses son muchos entre Italia y Túnez y, sobre todo, ante los ojos de Europa.
La visita de Mattarella a París
En la misma jornada en la que Giorgia Meloni se desplazaba a Túnez, el presidente de la República italiana Sergio Mattarella se encontraba en el Elíseo con su homólogo francés, Emmanuel Macron. Visita que no pasa desapercibida debido a los encontronazos diplomáticos entre ambos Gobiernos con el tema migratorio que, iniciados en la primera crisis el pasado otoño, devuelven de vez en cuando episodios de enfrentamiento que evidencian las diferentes posturas que Francia e Italia tienen, en este momento, en esta materia, central ahora en el debate europeo. El encuentro que tenía como excusa inaugurar una exposición que el Louvre dedica a Nápoles, ha servido también para tratar temas comunes, no solo la inmigración, también la guerra de Ucrania y las relaciones con la UE.