Sumergidos en una nueva desgracia, los civiles afectados por la destrucción de la presa de Nova Kajovka, en Jersón, por un ataque del que Ucrania y Rusia siguen acusándose mutuamente, se resignan ante el devastador escenario que vuelve a dejar la guerra. Mientras miles de ellos han tenido que ser evacuados, otros luchan por sobrevivir a los devastadores efectos de lo ocurrido y salvar sus pertenencias, sus bienes o sus mascotas.
De "ecocidio" y "bomba de destrucción medioambiental masiva" detonada "por Rusia" lo ha calificado el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, denunciando la crueldad del "ataque terrorista" por el que señala a las tropas de Vladímir Putin.
En declaraciones emitidas inmediatamente después de la catástrofe, el mandatario denunciaba que 80 localidades quedaron "bajo el agua" ante la enorme cantidad de agua que se liberó tras la rotura del dique de contención de la presa.
Tras su destrucción, miles y miles de metros cúbicos discurrieron rápidamente por las inmediaciones, dejando un torrente que anegó rápidamente los cultivos, dinamitó las minas que el agua encontraba a su paso y arrastró incluso casas enteras, con todo lo que había en ella.
Se calcula que 42.000 civiles permanecen pendientes a la espera de una evacuación que no llega, mientras asisten con angustia y desesperación a las más dramáticas consecuencias. La presa era una importante reserva de agua y, además, una fuente vital para el suministro del agua potable, así como para la producción agrícola y ganaderas.
La rotura del dique, además, ha provocado el vertido de 150 toneladas de aceite al río Dniéper, y por si fuera poco amenaza también a la central nuclear de Zaporiyia, dado que parte del agua estaba destinada a refrigerar y enfriar sus instalaciones.
Se estima que la subida del nivel del agua hasta los cinco metros en Jersón, y hasta los doce en Nova Kajovka, dure entre tres y diez días más, mientras 3.000 viviendas han sucumbido ya a la catástrofe.
Por si no bastase con vivir entre bombas y en plena masacre, ante lo ocurrido, muchos han terminado de perderlo todo. También los animales han sufrido los estragos, como un perro que, intentando no ahogarse en medio del agua, pudo ser liberado in extremis por unos vecinos; una escena captada en cámara.
Imágenes como esas no dejan de sucederse en las redes sociales, desde donde se reproducen los vídeos de ucranianos nadando para entrar a sus casas anegadas en busca de sus mascotas y sus enseres.
Entre tanto, Ucrania y Rusia siguen con el cruce de acusaciones: "Es físicamente imposible volarla de esta manera desde el exterior, mediante bombardeos. Se colocaron minas". “Fue una explosión deliberada. Sabían exactamente lo que estaban haciendo", recalcaba Zelenski, señalando a los “terroristas rusos” como responsables del ataque.
El Derecho Internacional contempla una especial protección para infraestructuras hidrológicas como presas, tanto por su especial relevancia para suministros básicos como por el riesgo que su destrucción puede suponer para zonas aledañas. Por esta razón, destruirlas puede constituir un crimen de guerra.
Para el representante ruso en la ONU es Kiev quien ha cometido un 'crimen impensable', mientras entre las dudas sobre la autoría del ataque se unen las predicciones sobre cómo influirá en el futuro de la guerra lo ocurrido.
Lo que se sabe con certeza, mientras el Kremlin niega la mayor, es que nuevamente la población ucraniana sufre los estragos de la invasión.