La epidemia de opioides en Estados Unidos empezó en la segunda mitad de la década de los 90 y desde entonces las víctimas se siguen contando en decenas de miles cada año. Las muertes por sobredosis aumentaron durante la pandemia, entre 2019 y 2020, un 38,4%. Los opioides sintéticos (principalmente fentanilo ilícito) parecían ser “el principal impulsor del aumento de las muertes por sobredosis", tal y como expuso entonces el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC). No iban nada desencaminados. El fentanilo fue la droga más común involucrada en sobredosis fatales en todos los grupos de edad, raza y etnia y género en 2021.
En 2022, más de 70.000 estadounidenses murieron por sobredosis e intoxicaciones por drogas relacionadas con esta droga, una media de unas 200 personas diarias fallecidas causa. Como si un avión mediano cayera todos los días en Estados Unidos.
El fentanilo es un opioide sintético entre 50 y 100 veces más potente que la morfina, otra droga opiácea común que refleja los efectos de la heroína. Es tan potente que solo unos pocos granos del tamaño de una sal pueden provocar la muerte en cuestión de minutos. Ya sea que se use como relleno barato en drogas ilícitas o se venda como una pastilla falsificada que parezca un opiáceo recetado. Los últimos datos dejan claro que el fentanilo es el principal contribuyente a las muertes por sobredosis en los Estados Unidos.
Muy diferente es el destino del fentanilo farmacéutico, un opioide sintético que utilizan los sanitarios para ayudar a los pacientes a controlar el dolor intenso, como a aquellos que padezcan cáncer. Generalmente se receta en forma de parches para la piel o pastillas, pero los casos de sobredosis y muerte relacionados con el fentanilo en Estados Unidos están relacionados con el fentanilo fabricado ilegalmente.
Una buena parte de la carga que arrastra hoy el país con respecto a esta crisis de salud viene impulsada por la comercialización irresponsable de opioides recetados por parte de las grandes farmacéuticas, que ha generado toneladas de adictos por falta de información y mala administración. Si en principio estaba pensado para combatir el dolor en personas diagnosticadas con algún tipo de proceso oncológico, en Estados Unidos acabó siendo recetado para otros muchos tipos de dolores: de espalda, de muelas, migrañas.... Aunque su prescripción sea legal, puede llegar a crear adicción. Millones de estadounidenses sufren de trastorno por uso de opioides en un país que casi cuadriplicó entre 2016 y 2021 la tasa de mortalidad, según un informe publicado a principios de este mes.
Gran parte se fabrica en laboratorios clandestinos ilegales. Su producción es muy barata, por lo que algunos traficantes mezclan el fentanilo con otras sustancias ilícitas como heroína, benzodiacepinas, cocaína, MDMA (conocida comúnmente como éxtasis o molly) y metanfetaminas. El fentanilo también puede fabricarse en forma de pastillas y mezclarse con otras pastillas falsificadas. Es decir, el fentanilo se hace especialmente peligroso porque muchas personas pueden no ser conscientes de que lo están consumiendo, o tal vez piensen que están tomando un opioide menos potente como la oxicodona y “estar en la absoluta inopia”.
Las sobredosis y las intoxicaciones son la tercera causa de muerte en niños y adolescentes de 19 años o menos. En personas menores de 25 y mayores de 65, la tasa de mortalidad no es significativamente diferente a la de otras drogas, pero los datos más sobresalientes destacan entre los 25 y los 44 años.
En la actualidad, la gran mayoría del fentanilo en los Estados Unidos llega por los puertos de entrada en la frontera, a través del tráfico de redes del crimen organizado.
En 2022, la Administración de Control de Drogas de EE.UU. (DEA) incautó más de 50 millones de pastillas recetadas falsas y más de 4.500 kilos de fentanilo.
La Casa Blanca hace tiempo que comenzó su cruzada contra la guerra del fentanilo y otras sustancias como la xilazina, en colaboración con México. Gracias al trabajo conjunto, “hemos arrestado a 8.000 traficantes de personas y hemos confiscando más de 23.000 libras de fentanilo en los últimos meses”, ha dicho Biden recientemente.
Además, en estos día el demócrata ha pedido al Congreso que apruebe la Ley HALT Fentanyl, presentada por el partido republicano. Un nuevo proyecto de ley que pone en el punto de mira a los derivados del fentanilo en un intento por frenar el impacto que el potente opioide está teniendo en el país.
Otros planes ya puestos en marcha por la administración de Biden pasan por liderar un esfuerzo global con socios internacionales para interrumpir el comercio ilícito de drogas sintéticas; reforzar los servicios de inteligencia a través del intercambio de información. Esto también implica aumentar las incautaciones de dinero en efectivo al por mayor que es introducido de contrabando en la frontera suroeste que comparte con México, lo que tendría repercusiones en los cárteles mexicanos; acelerar el trabajo con el sector privado a escala mundial, en referencia al acceso que los traficantes tienen con ciertas empresas comerciales legítimas; proteger el sistema financiero, es decir, combatir el lavado de dinero relacionado con el narcotráfico, y así obstruir el acceso de los delincuentes al sistema financiero estadounidense.
En el esfuerzo para hacer frente a esta alarmante situación, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés), ha aprobado recientemente la comercialización sin restricción de Narcan, un aerosol nasal también conocido como naloxona utilizado para combatir los efectos de sobredosis por opioides.
Ya no solo no será necesario una prescripción médica para comprarlo en las farmacias sino que muchos especialistas están recomendando que cualquier persona que consuma opioides, bien sean recetados o drogas ilícitas, lleven consigo naloxona. Del mismo modo, también están advirtiendo que el Narcan sirve para sobredosis puntuales y aclaran que no es efectivo para los que sufren estos efectos de forma regular, ya que podría causar lo que se conoce como síndrome de abstinencia (también conoció como “mono”).
“Si sufren una sobredosis ellos mismos, no pueden salvar su propia vida, pero es probable que las personas que consumen drogas estén cerca de otras que también las consumen, y pueden ayudar a reanimar a los demás”, plantea la Dra. Leana Wen, doctora en urgencias y profesora de Política y Gestión Sanitarias en la Universidad George Washington, quien igualmente aconseja a los familiares de consumidores de opioides que lleven naloxona y aprendan a utilizar este antídoto. Los últimos estudios señalan que el 70 % de las sobredosis son revertidas por personas que están consumiendo drogas con alguien, mientras que un 20 % son “espectadores”.
La naloxona funciona para revertir las sobredosis de heroína, pero no funciona contra las benzodiacepinas, que son una clase de drogas distinta de los opiáceos. Tampoco combate los efectos de la xilazina, un tranquilizante cuyo uso no está autorizado en humanos pero que se utiliza habitualmente para sedar a animales grandes como los caballos. La xilazina, también se ha encontrado adulterada en los suministros de medicamentos o mezclada con otras drogas y es más mortal incluso que el fentanilo. La DEA ha emitido una alerta de amenaza por la conminación de fentanilo con xilazina también conocido como “tranq” o “tranq dope”.
La preocupación que está suscitando la droga responsable del récord de muertes por sobredosis del país está a la orden del día, al punto de que el gobernador de Florida, Ron DeSantis, unas horas después de que se oficializara su campaña presidencial para 2024, se refirió al fentanilo como parte de sus iniciativas en caso de que gane las elecciones: “Shut the border” (“Cerrar la frontera”), dijo el aspirante a la Casa Blanca, adelantando la manera en la que combatiría la epidemia del fentanilo y los carteles de droga en la frontera de México, una de las más transitadas del mundo.