Marruecos: el paro y la inflación se disparan y avivan el temor a un estallido social
En el primer trimestre del año el desempleo roza el 13% y supera máximos de más de dos décadas y la inflación alcanza el 9,4%
La subida de los precios de la energía, la sequía, la perturbación de las cadenas de aprovisionamiento y las exportaciones de frutas y verduras explican que los productos alimentarios sean los que más se encarezcan
No está siendo un buen año para los bolsillos de los marroquíes. La persistente inflación provocada por la subida de los productos alimentarios –factores internos como la sequía o externos como la guerra en Ucrania o el incremento de los precios de la energía ayudan a entenderla-, sobre todo, y la subida del desempleo han lastrado durante el último año la salida de la crisis económica provocada por la pandemia en Marruecos.
El Gobierno presidido por el empresario Aziz Akhannouch, uno de los hombres más ricos de Marruecos, apuesta personal del monarca para liderar la salida de la crisis, no está logrando los resultados esperados superado el año y medio de ejercicio. Mientras desde los medios de comunicación, sindicatos y oposición las críticas al Ejecutivo liderado por el RNI aumentan de tono y frecuencia, el temor a un estallido social es cada vez mayor.
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En el primer trimestre del año la inflación se situó en el 9,4%, según datos del Alto Comisariado del Plan (HCP, por sus siglas en francés). En abril pasado el índice de precios al consumo experimentó un alza de 1,4% respecto a marzo; la subida interanual fue mucho mayor: del 7,8%. El HCP, que es el organismo estadístico oficial de Marruecos, desglosa la subida de precios por categorías, y el incremento es especialmente notable en los productos alimentarios. Concretamente, las frutas subieron un 11,4% entre abril y el mes precedente, y los pescados y marismos un 13,3%; las verduras lo hicieron un 5,4%. Una situación exasperante para las familias, que tienen cada vez más dificultades para llegar a final de mes. Y la gran mayoría de marroquíes –la renta per cápita apenas alcanzaba en 2021 los 3.800 dólares estadounidenses- tiene ingresos bajos o muy bajos.
Entretanto, en vísperas de Ramadán el banco central Bank Al Maghrib subía 0,50 puntos básicos hasta el 3% -la tercera vez que interviene desde septiembre de 2022- los tipos de interés con la esperanza de contener la inflación. Una inflación que, según los especialistas, se ha convertido en estructural. Así lo consideraba el economista Abdelghani Youmni en una entrevista con el medio local Le Matin: “Mientras pensábamos que la inflación, debida a factores exógenos y, por ende, importada, era pasajera, hoy se ha hecho estructural porque está vinculada a los costes de producción, que han subido como consecuencia del alza de la energía, de las importaciones alimentarias y de la subida de frutas y verduras”.
A las consecuencias de la crisis económica internacional se han unido este año unas condiciones climatológicas especialmente negativas para uno de los pilares de la economía marroquí, la agricultura. El año pasado fue el más caluroso de las últimas cuatro décadas, al igual que la actual sequía es la peor de los últimos treinta años. Las malas cosechas tendrán en los próximos meses una consecuencia directa sobre los precios de los productos de primera necesidad, como las frutas y verduras.
Si el contexto macroeconómico ya reunía las condiciones para el alza de precios, un factor inherente al funcionamiento de la economía marroquí daba la puntilla a la situación para no pocos consumidores: las exportaciones de frutas y verduras. Esta realidad, especialmente visible en el pasado Ramadán –momento especialmente sensible toda vez que el gasto de los hogares marroquíes en productos alimentarios se incrementa notablemente durante el mes sagrado-, obligó al Gobierno ya en febrero a intervenir –reduciendo las ventas al exterior- para tratar de poner freno a la subida de precios.
Entidades como el Banco Mundial, Standard & Poor o Ficth sitúan el crecimiento de la economía marroquí este año sensiblemente por debajo de las previsiones del Gobierno, entre el 3% y el 1,8%, en contraste con el 4% que estimaba el Ejecutivo presidido por Aziz Akhannouch en los últimos presupuestos generales. El desempleo bate récords en más de dos décadas, y se situó en el primer trimestre del año casi en el 13% (una cifra que se calcula sobre una población activa muy inferior a la de países como España, dado que más de 15 millones de personas están fuera del mercado de trabajo y las estadísticas, la inmensa mayoría mujeres). A comienzos de marzo el Gobierno solicitaba al FMI una línea de crédito flexible por valor de 5.000 millones de dólares.
Pesimismo ante el futuro
Coincidiendo con la preocupante situación general, el marroquí Institute of Social and Media Studies publicaba esta semana un informe en relación a la actitud de los jóvenes respecto al futuro del país. Las conclusiones no pueden ser más elocuentes: casi un 33% de los jóvenes marroquíes no son optimistas respecto al futuro del país ni en relación a la posibilidad de reforma por parte del sistema político cuando han transcurrido doce años desde la Primavera Árabe y la aprobación de la actual Constitución tras el movimiento anticipatorio del rey Mohamed VI. Con arreglo al mismo trabajo, casi la mitad de los jóvenes no creen que en Marruecos haya libertad de expresión, según se hace eco el digital Hespress.
Aunque no han sido nunca multitudinarias, las protestas contra la carestía de la vida se repiten en las grandes y medianas ciudades marroquíes cada cierto tiempo. En una de las más recientes, celebrada en Rabat durante el pasado Ramadán, los concentrados frente al Parlamento denunciaban estar gobernados por “ladrones” y se preguntaban por las razones de la subida de precios habida cuenta de la importante producción agroalimentaria y pesquera de Marruecos.
Por su parte, tras varios meses casi desaparecido de la escena pública, el monarca retoma en las últimas fechas su agenda volcado en nuevos proyectos industriales con los que trata de insuflar nuevos bríos al sistema productivo nacional y ánimo a la población. Al rey se le vio anunciar la semana pasada en el Palacio Real de Rabat el lanzamiento del primer coche de producción 100% marroquí y al primer prototipo de auto a base de hidrógeno. Antes, el 9 de mayo, el soberano instaba al jefe del Gobierno y al ministro del Agua a acelerar los trasvases de agua desde el norte al sur del país. Este miércoles la Comisión Nacional de Inversiones aprobaba un total de 21 proyectos con un valor total de algo menos de 7.000 millones de euros, con la esperanza del Gobierno de que ello permita crear 5.728 empleos directos y 14.707 indirectos.
La preocupación reina en el ambiente. Muchos marroquíes siguen sin encontrar trabajo, y millones se emplean en la economía sumergida con el gran reto cotidiano de la supervivencia y sin esperanza de encontrar un empleo formal. Todos pierden poder adquisitivo, y las consecuencias se notan en todos los ámbitos, también en el pequeño y mediano comercio y la restauración. En Rabat, la capital, los propietarios de las cafeterías –toda una institución en la cultura marroquí- tienen prevista una convocatoria de huelga para el próximo día 31 en protesta contra la subida “desorbitada” de los impuestos municipales. El complejo escenario marroquí augura un verano de turbulencias sociales.