Reinhard Bingener (Ratisbona, 1979) es el co-autor de uno de los libros superventas del momento en Alemania. Es un volumen dedicado a lo que él llama “el primer gran error de la política exterior de Alemania”. A saber, la tradicional política alemana hacia Rusia. El libro se titula Die Moskau Connection o “La conexión con Moscú” (Ed. C.H.Beck, 2023).
La política alemana hacia Rusia ha estado en manos, fundamentalmente, del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), la formación del canciller Olaf Scholz. Ese área de Gobierno estuvo doce de los dieciséis años que se mantuvo Angela Merkel en el poder bajo el control de los socialdemócratas.
Como ex-canciller socialdemócrata, Gerhard Schröder ha ejercido de influyente hombre de negocios con gran alcance político dedicado a hacer lobby en favor de las grandes empresas energéticas del país de Vladimir Putin. A él se le puede atribuir parte de la autoría de esa claramente errada política exterior alemana hacia Rusia a la vista de la ilegal invasión de Rusia contra Ucrania.
Han sido cercanos colaboradores de Schröder, o personas que lo tenían en gran estima, ministros de Asuntos Exteriores, presidentes de estados federados o candidatos socialdemócratas a canciller y un largo etcétera. Schröder es el gran protagonista del volumen de Bingener. Ha sido el ex-canciller ese hombre influyente de Putin en Alemania durante lustros. Sólo la guerra contra Ucrania ha llevado a que el SPD se distancie de él.
Bingener, periodista del prestigioso diario Frankfurter Allgemeine Zeitung, junto a su compañero de periódico Markus Wehner, analizan en su libro la “red de Schröder” a partir de la cual Alemania se hizo dependiente de Rusia. Ni Schröder, ni el SPD, salen bien parados.
“Tras la Reunificación, Alemania ha tomado muchas decisiones políticas correctas, incluidas en materia de política exterior. Pero Rusia representa el primer gran error de la política exterior de la Alemania reunificada. Es algo difícil de llevar para el país”, dice Bingener en el marco de esta entrevista con NIUS.
P: En la política europea se habla desde hace décadas del eje París-Berlín. ¿Existe también una conexión Berlín-Moscú?
Ese eje existe claramente, desde una perspectiva histórica, desde el siglo XVIII. Esto tiene que ver con que Prusia (el reino que ocupaba el norte de la actual Alemania, Polonia y la costa del noreste europeo) y Rusia tenían en el pasado intereses similares, especialmente en Centroeuropa y el este europeo. Incluso hasta después de la Primera Guerra Mundial y el principio de la Segunda Guerra Mundial hubo cooperación entre Berlín y Moscú. Hay una larga historia que vincula a Berlín y Moscú.
P: Pero esa no es la “conexión” que ustedes describen su libro. La de su libro es algo mucho más actual.
Sí. Pero esto hay que saberlo para entender mejor por qué siempre han sido críticos con la política de Alemania hacia Rusia países como Polonia, Ucrania, o los países bálticos. En nuestro libro nos concentramos en Gerhard Schröder, quien tenía una relación muy estrecha con Putin. Esa relación personal comenzó en sus tiempos de canciller. El matrimonio Schröder visitaba al matrimonio Putin por Navidad. Paseaban en carroza de caballos. Schröder y Putin iban juntos a la Sauna. Putin ha ayudado incluso a Schröder a adoptar niños rusos con una ex-mujer. Apenas unas semanas después de dejar de trabajar como canciller, Schröder comenzó a trabajar haciendo lobby para Gazprom y presionó en favor del gasoducto Nord Stream. Por un lado, la historia de esa conexión es una historia personal, pero también lo es de un partido, el de los socialdemócratas alemanes, que tienen una relación especial con Rusia.
P: Se refiere a la Ostpolitik. ¿No es así?
Exacto. El primer canciller socialdemócrata, Willy Brandt, quiso mejorar las relaciones entre Alemania Occidental y Alemania Oriental tras su elección en 1969. Brandt se dio cuenta de que para ello necesitaría primero la aprobación de los soviéticos y viajó a Moscú. La compra de gas natural ruso desempeñó un papel fundamental en la llamada "política de distensión". Y Alemania se sobrepuso a la oposición de Estados Unidos para hacerlo. Esta política se desarrolló en los años ochenta de tal forma que el SPD mantuvo una relación muy estrecha con las élites políticas de los países comunistas. Un ejemplo: los socialdemócratas alemanes se comportaron muy fríamente con el sindicato Solidarsnoc de Polonia. Preferían negociar con las élites en el poder.
P: Y luego llegaría la Reunificación de Alemania.
Muchos socialdemócratas ni siquiera se plantearon entonces la reunificación porque creían en la estabilidad de las élites comunistas. Por eso se vieron superados por los acontecimientos en Europa del este. Más tarde, los socialdemócratas se contentaban afirmando que la Reunificación se debía a la política de distensión de Brandt. Esto se convirtió en una especie de mito entre los socialdemócratas. Creían que el acercamiento a Rusia había sido la clave de la paz y la libertad en Europa. El mito de la "distensión" pudo ser explotado más tarde con gran eficacia por personas como Schröder para los acuerdos energéticos con Putin.
La fórmula de Brandt era "transformación a través del comercio". Frank-Walter Steinmeier, el más estrecho colaborador de Schröder y hoy presidente de Alemania, llevó esta fórmula más allá como ministro de Asuntos Exteriores. Él hablaba de la "transformación a través de la interconexión". La idea era vincular tan fuertemente a Alemania con Rusia que ambas dependieran tanto la una de la otra que sólo pudieran actuar juntas, no la una contra la otra. La dependencia del gas ruso encajaba en este cálculo. También encajaba la reducción del gasto alemán en defensa. Hoy sabemos que el cálculo era erróneo. Y podíamos haberlo sospechado hace muchos años, porque muchos expertos en Rusia lo advirtieron desde el principio.
P: ¿Cuándo comienza exactamente la particular conexión de Berlín-Moscú que se produce gracia a Schröder?
Schröder viajó mucho a Moscú cuando era un joven político. Pero la relación especial con Putin comienza durante su mandato como canciller. Lo realmente sorprendente, sin embargo, es la gran influencia de Schröder tras el final de su paso por la Cancillería Federal. Después de 2005, Schröder ha sido probablemente el hombre más valioso para Putin dentro de la UE. Y compañeros cercanos de Schröder llegaron a puestos importantes bajo la canciller democristiana Angela Merkel: Frank-Walter Steinmeier se convirtió en ministro de Asuntos Exteriores; Sigmar Gabriel, más tarde, en ministro de Economía. A pesar de la anexión rusa de Crimea [una anexión ilegal perpetrada en 2014, ndlr.], Gabriel permitió que siguiera aumentando la dependencia alemana del gas ruso y que se vendieran a Gazprom importantes instalaciones alemanas de almacenamiento de gas.
P: ¿Se ha roto esa conexión Berlín-Moscú por culpa de la ilegal guerra de agresión de Rusia contra Ucrania?
La guerra es sin duda punto de inflexión para Alemania. La política de acercamiento a Rusia ha quedado desacreditada. Pero ninguno de los políticos responsables del círculo de Schröder ha tenido que dimitir.
P: ¿Aún en el SPD se puede encontrar, pese a la guerra contra Ucrania, la influencia de esa mitología socialdemócrata sobre Rusia de la que hablaba?
En la cúpula del partido ya nadie se atreve a repetir los viejos puntos de vista. Mi impresión es que muchos socialdemócratas han cambiado de opinión. Pero sigue habiendo otras corrientes en el partido que quizá sólo estén calladas por el momento. Hay un antiamericanismo latente en el SPD, pero también en otros partidos alemanes, así como en la sociedad. Algunos aquí no se identifican con lo que llamamos Occidente.
P: El último socialdemócrata que perdió unas elecciones generales contra Angela Merkel fue Martin Schulz. Él hizo campaña en contra del objetivo del 2% del PIB de gasto en defensa de la OTAN en 2017. ¿Tiene relación esa idea con la "conexión" con Moscú de la que habla su libro?
Sí. Schulz es también uno de los socialdemócratas que continuaron la política rusa de Schröder. También recibió un doctorado honoris causa ruso.
P: O sea que Schröder seguía siendo importante para el partido aún dedicándose al lobby energético.
Debido a sus reformas sociales, que, por cierto, en retrospectiva han demostrado ser un éxito, Schröder era ciertamente impopular entre muchos miembros del SPD. Pero seguía teniendo influencia, porque seguía estando bien considerado en las altas esferas del partido. Manuela Schwesig, presidenta de Mecklemburgo-Pomerania Occidental, también siguió su línea política. En Baja Sajonia, estado federado natal de Schröder, la lista de personas para las que Schröder era importante también es larga.
P: Hemos mencionado, hablando de Schröder y de “su conexión” con Moscú, el nombre del presidente de la República, el de ministros de Asuntos Exteriores y de Economía, de presidentes regionales y un candidato a canciller del SPD. ¿Putin se había, metafóricamente, comprado a la élite de Alemania?
"Corrupción" es probablemente una palabra demasiado cruda. Lo que ocurrió es mucho más sutil. Antes de fijarnos en Alemania, deberíamos observar lo que ha ocurrido en otros países: Putin ha intentado ser atractivo para los partidos de extrema derecha y extrema izquierda. Ha apoyado a partidos que han amenazado los regímenes democráticos y liberales de Occidente. Pero Putin también ha tenido que apelar a los partidos del centro político, porque es ahí donde se toman las decisiones esenciales. Y en Alemania, el SPD era un partido especialmente atractivo por razones históricas y por su línea política. En el caso de Schröder, cabe preguntarse hasta qué punto estaba comprado. Pero como antiguo espía del KGB, Putin y sus secuaces disponen de una serie de mecanismos de influencia que sólo se describen parcialmente cuando hablamos de “comprar".
P: ¿Cómo ve que al SPD le haya costado tanto distanciarse de Schröder y de la política de acercamiento a Rusia ?
La guerra de Ucrania ha sacudido profundas convicciones en el SPD. Por un lado, está el legado de Brandt, que aquí se considera una figura casi sagrada. Por otro, el antiamericanismo latente en el partido. Y luego está el antimilitarismo y el pacifismo. Hay muchas personas en el SPD que proceden de un entorno pacifista. Para ellos fue difícil cambiar de política a causa de Ucrania.
P: ¿Cree usted que hay socialdemócratas que se han dejado llevar por esa idea de que hay que tener relaciones con autócratas como las que se tenían con Rusia porque, uno, le interesa al país, y dos, porque si eras político podías acabar en la dirección de una empresa energética rusa?
Este es el lado más sucio de la historia. Es notorio que tras el mandato de Schröder como canciller, su entorno concentrara sus actividades empresariales principalmente en las autocracias. No se trataba sólo de Rusia, sino también de Turquía, China o los países árabes. Uno tiene que preguntarse: ¿Por qué esta gente no viaja a España, Portugal o Canadá? Partimos de la base de que los contactos con los gobernantes de los países autocráticos son simplemente más valiosos. En una democracia, los contactos personales con los poderosos son menos valiosos porque existe un Estado de Derecho que funciona.
La estrategia de Merkel era tener al SPD como socio de coalición. Dio a los socialdemócratas mucha libertad política. De este modo, redujo los conflictos con el SPD y pudo ganar, una y otra vez, las elecciones generales. También sabía que el SPD representaba a la parte de la población que sentía cierta simpatía por Rusia. Pero Merkel impuso sanciones contra Rusia tras la anexión ilegal de Crimea, incluso contra la resistencia del SPD. Además, no encontramos relaciones comerciales con Rusia ni con Merkel ni en su entorno más cercano, como vemos con Schröder. Merkel mantuvo las distancias con el aparato de poder de Putin. Ni aceptó invitaciones personales, ni recibió prestigiosas medallas rusas o trabajos para hacer lobby en favor de Rusia.