22 junio de 1983, Emanuela Orlandi tiene 15 años. Como todos los lunes se va a sus clases de flauta. Sale de la Ciudad del Vaticano y va al instituto musical. Es un día muy caluroso, y pide a su hermano que la lleve. Él se niega, coge un autobús, y baja a pocos metros del instituto donde daba esas clases de música. Justo en ese momento es interceptada por un hombre con una bolsa de la marca Avon.
Emanuela llama a una hermana suya para contarle el encuentro. Le dice que quieren que trabaje con esa marca y que luego la llama porque tiene que irse a clase. Su hermana acude al lugar dónde habían quedado tras la clase y no la encuentra. Las horas pasan. Emanuela no aparece.
Un hombre, apodado el americano, llama al Vaticano y dice que, si quieren volver a verla, deben liberar Mehmet Ali Ağca, el hombre que intentó atentar contra Juan Pablo II. El preso dice que él no tiene nada que ver. Y ahí empieza uno de los sucesos que más ha conmocionado a la opinión publica italiana en su historia. La última gran polémica se ha producido cuando el hermano de la joven ha señalado al mismísimo Juan Pablo II en la trama, ante la consternación del Vaticano y de un papa Francisco que salió a defender al ya considerado santo de la Iglesia Católica.
El caso ya es una obsesión para Francisco. De hecho, el tema ha entrado de lleno en manos de la Fiscalía vaticana. El promotor de Justicia del Vaticano, Alessandro Diddi, junto con la Gendarmería, ha decidido reabrir el caso. Lo hace para volver a analizar todo y evitar cabos sueltos, especialmente, tras las acusaciones de silenciamiento en referencia a la corrupción de la Santa Sede y de la mafia. Porque las ramificaciones de la historia no cesan.
Aparece en ella la apodada por sus detractores como la “papessa” (la papisa) o la “mata-hari” del Vaticano, Inmacolata Chaouqui, lobista de 40 años que saltó a la fama internacional en julio de 2013, cuando fue designada por el Papa como única mujer y persona de nacionalidad italiana en la comisión de ocho técnicos que debía revisar la organización económico-administrativa de la Santa Sede.
Fue el monseñor español Lucio Ángel Vallejo Balda quien se la presentó a Francisco. Ella y Balda terminaron siendo protagonistas del denominado Vatileaks II, el escándalo por filtración de documentos reservados que estalló durante el pontificado del papa argentino. Vallejo Balda, precisamente, vuelve a estar en el ojo del huracán mediático con la reapertura del caso Orlandi, que se atribuye precisamente a datos de su archivo personal y a una serie de whatsapp intercambiados con el cardenal Santos Abril. Estos descartaban cualquier implicación en el caso, pero sí desvelaban que los interlocutores podrían tener pruebas del mismo, según Religión Digital.
Y es que del archivo del sacerdote leonés habría salido un documento esencial de cinco páginas en las que hay gastos referidos al caso Emanuela Orlandi. El misterio es que, según revela Religión Digital , Balda tras el extraño robo que tuvo lugar en la Prefectura en la noche del 29 al 30 de marzo de 2014 “confió a otras personas que entre el material robado estaba también el dossier sobre Emanuela Orlandi”. Sin embargo, “el dossier no estaba en el paquete de documentos devueltos a la Prefectura tras el robo y puestos en su lugar por Vallejo Balda”.
El hermano de Emanuela, declaró el martes de Pascua durante ocho horas ante el fiscal del Vaticano, aportando el nombre de 28 personas que sospechaba que podrían haber estado involucradas en el caso, incluidos varios cardenales. Fue más allá en una entrevista televisiva, en donde acusó a Juan Pablo II de salir en secreto del Vaticano por las noches, en compañía de amigos polacos, “y no para bendecir casas”.
Estas manifestaciones causaron gran revuelo en Polonia, Italia y en el Vaticano, e incluso el papa Francisco las descalificó calificándolas de “suposiciones sin fundamento”. Finalmente, Pietro Orlandi, en otra entrevista, quiso distanciarse de aquellas insinuaciones, asegurando que la crítica no iba contra Karol Wojtyla, sino contra un mafioso ya fallecido, a quien citó en su encuentro con el fiscal vaticano, y reiterando a su vez que seguía dispuesto a continuar cooperando con la Santa Sede en la nueva investigación que ha abierto sobre el caso de la hermana a la que él lleva buscando cuarenta años.
El Vaticano "realmente quiere arrojar claridad" sobre la desaparición de Emanuela Orlandi, señaló el cardenal Secretario de Estado, Pietro Parolin. "Creo que se lo debemos ante todo a la madre que está sufriendo mucho. Estamos haciendo esto con las mejores intenciones".