Este 19 de abril se cumplen 30 años de la conocida como ‘la masacre de Waco’, un terrible episodio marcado en la historia de Estados Unidos bajo un nombre: David Koresh, el líder de la secta de los Davidianos que aquel día de 1993 terminó por provocar, en su pulso con el FBI, una auténtica catástrofe con 82 muertos, con él, que se consideraba ‘el Mesías’, incluido.
Para explicar la historia, que todavía hoy es objeto de numerosos relatos y producciones audiovisuales, hay que remontarse a los orígenes de Koresh, quien nació el 17 de agosto de 1959 bajo el nombre de Vernon Wayne Howell, –su nombre real–, en Houston Texas.
Hijo de una joven Bonnie Sue Clark y de Bobby Howell, poco mayor que ella, su progenitor pronto les abandonó para irse con otra adolescente. En esas circunstancias, la madre del que iría a ser el líder de la secta de los Davidianos pronto se uniría en una relación sentimental con un hombre alcohólico y violento con el que Vernon tendría que convivir durante cuatro años.
Pasado ese tiempo, la progenitora decidió huir de él, pero también dejó atrás al propio Vernon, quien se quedó a cargo de su abuela materna.
Fue tiempo después, tres años más tarde, cuando volvería a reunirse con su hijo junto al carpintero Roy Haldeman, con quien se había casado durante esa ausencia. Poco después, cuando Vernon tenía ya 9 años, nacería su hermanastro.
Durante ese tiempo, Vernon hubo de lidiar con una infancia llena de dificultades: abandonado primero por su padre y luego por su madre durante un tiempo, en la escuela también tenía problemas. Sufría dislexia y sus compañeros se reían de él.
En este escenario, Vernon empezó a crecer y pronto se aferraría a la Biblia para encontrar refugio entre sus textos. Con solo 11 años, de hecho, dicen que era prácticamente capaz de recitar el Nuevo Testamento de memoria.
Así, no tardaría mucho tiempo en recalar en la iglesia ‘Adventista del Séptimo día’, donde se enamoraría de la hija del pastor y, hallando una relevación en el 'Libro de Isaías' para interpretar que todo hombre debía tener una compañera, comenzó a acosarla hasta el punto en que terminó expulsado.
Tras este episodio, Vernon se mudó a Waco, en el condado de McLennan, Texas, Fue aquel el principio de su camino hacia la secta de los Davidianos, que precisamente estaba formada por expulsados de la Adventista.
En su nuevo grupo, el joven no tardaría en establecer una relación sentimental con la que entonces era la líder de la secta, Lois Roden, de 76 años, que aseguraba ser también una profetisa, igual que él, que se pensaba un ‘elegido de Dios’ y había cambiado su nombre por el de David Koresh.
Esta relación no la vio con buenos ojos el hijo de Roden, quien mostró su preocupación respecto a la línea de sucesión dentro de la secta, lo que desembocó incluso en un tiroteo entre ambos y por el que los dos resultaron detenidos.
Tras este episodio, y una vez liberado, Vernon volvería para hacerse directamente con el liderazgo de la secta de los Davidianos, imponiendo desde entonces su fanatismo y su régimen.
Con su ascenso, no solo catapultó su locura al presentarse como ‘El nuevo Mesías’, sino que además se hacía con el control del rancho de Monte Carmelo, valioso no solo por albergar al centenar de adeptos que irían a seguirle, sino además todo un arsenal en el que no le faltarían ni las armas de fuego ni su munición.
Era 1984 y David Koresh acababa de sumar a su influencia un enorme poder de asalto y destrucción.
En el interior de Monte Carmelo, Koresh no tardaría en imponer su orden al tiempo en que lanzaba mensajes apocalípticos. En este punto, pensó que tener ‘una compañera’ no era suficiente, y dictó así que debía tenerlas a todas, por lo que llegó a prohibir a las mujeres de la secta que tuviesen más relaciones con otros, incluso aunque tuviesen sus maridos, y se casó con ellas.
Ante esa situación y la deriva que había adquirido la secta de los Davidianos, llegaron entonces las primeras deserciones, con varias personas abandonando la secta mientras podían.
Fueron estos últimos los que, de hecho, terminaron de extender por Waco que la secta no solo estaba liderada por un auténtico fanático, sino que en ella había poligamia y que, además, contaban un enorme arsenal.
Para entonces, la prensa ya se preguntaba qué sucedía en el interior de Monte Carmelo y las autoridades estadounidenses ya estaban al tanto del caso.
El FBI ya tenía constancia de lo que estaba ocurriendo, pero no actuaba porque el caso estaba en manos de la Oficina de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego (ATF) de Estados Unidos. Ello fue, de hecho, un factor que influyó también en el resultado de la trágica operación que acabó con 82 muertos.
Fue el 28 de febrero de 1993 cuando la ATF intentaría entrar por primera vez en el rancho de Monte Carmelo, algo que no lograron porque los miembros de la secta les impidieron la entrada. Por eso, lo que decidieron fue un asalto sorpresa justo al día siguiente. El problema es que cometieron distintos errores y uno de ellos especialmente nefasto: ni sabían verdaderamente del potencial armamentístico en el interior del rancho, ni conocían hasta el punto al que podía llegar David Koresh. A ello se sumó que contaron a un periodista sobre la operación para que todo quedase registrado en vídeo y este, involuntariamente, dinamitó la operación.
Todo sucedió, fundamentalmente, porque cuando iba a cubrir los hechos el periodista se perdió, por lo que pidió indicaciones a un cartero sin saber que, justamente, era miembro de la secta, por lo que pudo avisar a los Davidianos.
Con todo en marcha, lo que los agentes de la ATF se encontraron fue con un grupo de Davidianos armados hasta los dientes y que respondieron con disparos a su intento de asalto.
El resultado fue de cuatro agentes y seis miembros de la secta muertos, y toda una conmoción en Estados Unidos, que desde ese momento no dejó de seguir el caso, cubriendo todo lo que pasaba en las inmediaciones del rancho.
A partir de ahí, y desde que iniciase todo, fueron 51 días de tensión que acabaron con un final dramático.
Tras una operación nefasta, los negociadores de la ATF lograron que Koresh liberase a 21 niños del rancho a cambio de transmitir por la CBS un mensaje de 57 minutos con sus mensajes apocalípticos.
Sin embargo, la situación seguiría enquistada y, en ese contexto, el FBI pasó a hacerse cargo del caso, con el beneplácito de Bill Clinton, entonces presidente.
Con Monte Carmelo rodeado de francotiradores y de medios que seguían la evolución de los acontecimientos, las fuerzas del FBI entraron en escena.
Primero un negociador intentó que Koresh liberase dos niños cada vez que la estación de radio Dallas KRLD reprodujera sus mensajes apocalípticos, pero fue en vano, porque pese a que las autoridades cumplieron, él no.
Sin más dilación, el FBI cortó entonces la electricidad del rancho y presionaron a los miembros de la secta con distintas acciones. El 4 de abril un grupo de abogados se reunió con el líderde los Davidianos y prometió que se rendirían. La situación parecía que podía arreglarse, pero nuevamente no fue así. Koresh tardó dos días en hablar de nuevos desastres.
El 19 de abril el FBI, con autorización del Gobierno, actuaría para abordar el asalto a Monte Carmelo. Para ello, junto a los agentes movilizaron incluso un tanque M-728 que abrió un socavón en las instalaciones del rancho, abriendo un hueco de entrada mientras arrojaban al interior granadas de gas lacrimógeno.
Sin rendición desde el principio hasta el final, los Davidianos usaron sus armas de fuego para contrarrestar el asalto, pero tras cinco horas en las que continuaron respondiendo a las autoridades, comprendieron que su caída iba a producirse. Así, David Koresh ordenó la decisión final: incendiarlo todo y hacer que Monte Carmelo volase por los aires.
Así fue, y el propio Koresh murió, a los 33 años, la misma de Cristo, tal como previa. Con él incluido, las autoridades encontraron un total de 82 cuerpos: 59 de adultos y 23 de niños. En un búnker subterráneo, de hecho, encontraron los cuerpos de 18 niños y 9 mujeres que, presumiblemente, habían sido ejecutados por los propios miembros de la secta.
Tras estos hechos, el 19 de abril de 1995, dos años después de la masacre de Waco, Estados Unidos viviría el atentado más sangriento hasta la fecha, con 168 muertes: un hombre dejaba un camión bomba en el acceso a un edificio de la ATF.
El responsable era Timothy McVeigh, un joven que durante los hechos en Monte Carmelo no dejó de seguir el suceso en las inmediaciones, durmiendo incluso en su coche en la zona para no perder detalle de la masacre de Waco.