En Italia faltan personas para trabajar. Con los años y el agravamiento de la crisis demográfica -es el país europeo más envejecido-, la mano de obra es siempre escasa, especialmente para trabajos no cualificados, donde los migrantes se han convertido en una pieza fundamental para no frenar la cadena productiva del país transalpino. Uno de cada cuatro productos viene recogido en el campo por personas extracomunitarias, pero el sector dice que son muchos menos de los que se necesitan. Un tema que une ocupación, derechos laborales y migración, cuando en Italia, este último, está siendo uno de los puntos candentes del Gobierno de Meloni. La gran problemática es que las entradas de forma regular al país no son suficientes para cubrir las necesidades de las empresas que empiezan a sufrir las consecuencias de la crisis demográfica en su propia piel. Por otro lado las entradas ilegales, sobre todo por la ruta mediterránea, no han dejado de crecer desde este mes de enero, sembrando dolor en la trágica ruta que muchos siguen en el Mediterráneo.
El país transalpino ha puesto en marcha esta última semana de marzo el llamado “Click day”, la jornada en la que se abren las solicitudes para pedir estos permisos laborales legales. Son 13.000 más que el año pasado, exactamente 82.705 según lo previsto por el decreto flujos que ha programado recientemente de forma transitoria las plazas de entrada para estas personas. Más de la mitad, 44.000, son aquellos que entran en Italia para realizar trabajos estacionales, como por ejemplo en empresas agrícolas o en el sector de la hostelería y el turismo.
Números bajos, según las propias organizaciones del sector agrícola que piden, al menos, otras 100 personas más. "En el campo, con la llegada de la primavera - explica el presidente de Coldiretti Ettore Prandini - se necesitan por lo menos cien mil jóvenes para suplir la falta de mano de obra que afectó duramente al campo el año pasado, con la pérdida significativa de cultivos agrícolas nacionales”. Además, aunque estas solicitudes estarían orientadas a personas que han encontrado trabajo en Italia pero desde sus propios países, en la práctica se sabe que son migrantes que están ya en el territorio esperando a regularizar su situación y que es el propio empleador el que pone en marcha la solicitud. Lo cual no estaría trayendo en la práctica nuevos trabajadores, solo regularizando los que ya están.
En general, no solo en el campo, las solicitudes superaron en la anterior convocatoria las 200.000 personas. Este año se prevé que sea de la misma forma y que las candidaturas sean mucho superiores a las más de 80.000 plazas disponibles, todo mientras el tejido productivo se resiente por la falta de personal. El objetivo de las organizaciones del sector, en las diversas vías de comunicación con el Gobierno, es que esa contradicción sea cada vez menor y que la falta de mano de obra pueda cubrirse con un flujo migratorio legal, un intercambio que beneficiaría a los propios trabajadores, al tejido productivo y al problema demográfico que el Gobierno italiano no puede ignorar mucho más. Una maquinaria que necesita, sin duda, un empujón de la política que hasta ahora no ha sido claro, ni en la práctica ni en las propias intenciones programáticas.
Un tema complejo que hace tambalear los consensos dentro del Ejecutivo de Meloni. Hace unas semanas fueron objeto de polémica las palabras del Ministro de Agricultura, Francesco Lollobrigida, uno de los más fieles consejeros de la premier, en sede europea en el que hablaba del ingreso de 500.000 migrantes por vías legales en Italia. Palabras que contrastan, sin embargo, con la posición del Ministerio de Interior de Matteo Piantedosi que, durante estos meses en el Gobierno ha dejado claro su línea dura en materia migratoria con varios decretos que limitan las operaciones de salvamento de las ONG en la costa italiana del Mediterráneo. En definitiva, el Ejecutivo italiano tiene que afrontar un tema que, en la práctica, encaja poco con sus promesas electorales contra la inmigración.
¿Qué dice uno de los mayores expertos demográficos en Italia?
El profesor de Estadística y rector de la Universidad Bocconi de Milán, Francesco Billari, responde a NIUS sobre el vínculo del tema migratorio y de la crisis demográfica en Italia. Nombra el ejemplo de Alemania con una política que, transversalmente, se ha unido para apoyar a largo plazo la natalidad: invirtiendo en el futuro de niños y jóvenes y favoreciendo la conciliación entre el trabajo y la familia. De hecho, en Alemania, el número de niños por pareja ha subido de 1,4 a 1,6 en diez años. En Italia, sin embargo, ha bajado de 1,4 a 1,25 en el mismo periodo.
“Hay dos aspectos fundamentales: uno es que Italia tiene que ser realista con los números. Por ejemplo, no todos los trabajadores están en este tipo de cuotas de entrada regular para acceder al mundo laboral. Si hacemos un análisis de los datos más fidedigno, seremos más eficientes”, explica el experto. La otra parte hace precisamente referencia a la inmigración, que solucionaría el problema, dice el experto, sobre todo a corto plazo. Alemania ha establecido una política por la cual los migrantes, también cualificados, llegan al país con sus familias, creando un vínculo laboral pero también personal con el país. “Es muy importante para la crisis demográfica, que la inmigración no esté vinculada a un permiso laboral de un año, por ejemplo. Se tiene que pensar también en esas familias que acompañan, una pareja, hijos, serán los italianos del futuro. Ese aspecto es igual de importante que el de la persona que viene a trabajar. No solo necesitamos trabajadores, necesitamos también población”, añade Billari. El profesor comenta que la política no está afrontando de manera transversal, incluyendo tanto al Gobierno como a la oposición, este problema como hacen en otros países europeos y una mayor seriedad ayudaría a la estabilidad del país, necesaria para aumentar y rejuvenecer la población.