China expresa por activa y por pasiva que se muestra imparcial con respecto a la guerra en Ucrania. No condena la agresión rusa y pide “a la comunidad internacional que cree las condiciones propicias para las conversaciones de paz”. En eso mismo incidió el ministro chino de Asuntos Exteriores, Qin Gang, a su homólogo ucraniano, Dmytro Kuleba, en una llamada telefónica realizada la semana pasada, justo cuando se confirmó que Xi Jinping y Vladimir Putin se encontrarían en la capital rusa, y pocas horas antes de que el Tribunal Penal Internacional emitiera una orden de detención contra Putin por la deportación de niños ucranianos a su territorio. Ante la posición del gigante asiático y la soledad de Ucrania durante el diálogo entre Pekín y Moscú, Tokio ha optado por llenar ese vacío, por dar una muestra de apoyo y solidaridad a Kiev y por posicionarse así como el faro del contrapoder chino-ruso en Asia Pacífico.
El primer ministro de Japón, Fumio Kishida, se encontraba de camino a Kiev mientras Xi y Putin cenaban juntos este lunes. Procedente de India, primero aterrizó en Polonia durante la madrugada del martes y partió en tren a la capital de Ucrania desde la ciudad fronteriza de Przemysl. Es la ruta que otros altos cargos han usado para reunirse con el presidente ucraniano. El máximo mandatario japonés era el único líder de un país miembro del G-7 que aún no había visitado personalmente a Volodímir Zelenski.
El momento no puede ser más simbólico. La cumbre bilateral que se celebra en Moscú entre China y Rusia se está vendiendo al exterior como un intento para lograr la paz, sin embargo, los intereses de Pekín van más allá de la mera estabilidad y pretende seguir posicionándose como el salvavidas de Putin en lo económico -se esperan acuerdos comerciales y energéticos que acolchen el impacto de las sanciones internacionales- y, potencialmente, con apoyo armamentístico -como sospecha Occidente-. Durante la visita de Kishida a Zelenski, dos aviones bombarderos estratégicos rusos sobrevolaron el Mar de Japón durante siete horas.
Kishida ha realizado esta visita relámpago por sorpresa y ha visto una oportunidad para que Japón haga de contrapeso al bloque chino-ruso. En el cercano horizonte se encuentra Hiroshima -arrasada por una bomba atómica estadounidense el 6 de agosto de 1945- que albergará la próxima cumbre del G-7 en mayo. El contexto en que se producirá este encuentro entre los anfitriones, Estados Unidos, Francia, Canadá, Alemania, Italia y Reino Unido es de máxima tensión y uno de los puntos más relevantes desde la perspectiva japonesa es que se garantice que las armas nucleares no sea una de las fichas que formen parte del tablero geopolítico. Kishida teme que Rusia no haya descartado el uso de armas nucleares en Ucrania y vive en constante alerta ante las intenciones de Corea del Norte, que en 2023 ha lanzado más de una decena de misiles de prueba, entre los que hay varios balísticos intercontinentales. Para Japón, evitar la escalada nuclear es una prioridad, porque piensa que lo que suceda en Ucrania podría darse en Asia oriental.
“La situación en torno a Japón es cada vez más grave con los intentos de cambiar unilateralmente el status quo por la fuerza en el Mar de China Oriental y el Mar de China Meridional y la activación de las actividades nucleares y de misiles de Corea del Norte”, afirmó Kishida un día después de reunirse con Joe Biden a mediados de enero. El primer ministro japonés también expresó que Japón sigue considerándose una nación “amante de la paz” y que aprovechará el G-7 para impulsar la eventual abolición de las armas nucleares.
La visita a Ucrania como país amenazado por un ataque nuclear ruso, es una oportunidad para que Kishida impulse su deseo de llevar a cabo un desarme nuclear. Según anunció el Ministerio de Exteriores japonés en un comunicado, durante su visita a Kiev, Kishida transmitirá directamente a Zelensky la “solidaridad y el apoyo inquebrantable a Ucrania” de Japón y otros países del G-7, al tiempo que “rechaza firmemente la agresión de Rusia y sus intentos unilaterales de cambiar el status quo por la fuerza”.
Su visita ha sido aplaudida en Japón. “Es de gran importancia que el primer ministro Kishida visite Kiev y mantenga conversaciones con el presidente Zelensky para confirmar directamente la situación sobre el terreno”, señaló Toshimitsu Motegi, secretario general del Partido Liberal Democrático, en el poder. “Lo principal del viaje es que por fin se ha producido”, apuntó a Japan Times James D.J. Brown, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Temple de Japón. “No es un logro menor, ya que requería superar las costumbres restrictivas del Parlamento japonés y el asfixiante conservadurismo de la burocracia del país. Kishida merece crédito por insistir en ir”.
Se trata de otro paso más para que Japón deje su huella en su objetivo de lograr un Indo-Pacífico libre y abierto”. La semana pasada cerró viejas heridas con Corea del Sur tras protagonizar la primera reunión en 12 años entre ambas naciones. Kishida recibió al presidente surcoreano, Yoon Suk-yeol, con el propósito de unir lazos ante la tensión en la región y fortalecer su vínculo como aliados de EE.UU. Sobre la mesa pusieron los dos temas que más preocupan: China y Corea del Norte. Los últimos reaccionaron al encuentro con el lanzamiento de un misil balístico de largo alcance a las aguas de la costa oriental de la península. Ambos líderes expresaron en una declaración conjunta que habían acordado reanudar las conversaciones bilaterales sobre seguridad ante las amenazas nucleares y de misiles norcoreanas, habían confirmado la importancia del “Indo-Pacífico libre y abierto” y trabajar juntos para proteger el orden internacional basado en normas. Acordaron, además, “normalizar completamente” su acuerdo de intercambio de inteligencia militar con Japón.
Poco después partió hacia India para reunirse con el primer ministro, Narendra Modi. Allí expuso un ambicioso plan para contrarrestar la influencia de China en naciones que están en desarrollo y para “reforzar el compromiso mundial con el Estado de derecho” tras la invasión rusa de Ucrania. Para ello, prometió realizar inversiones por valor de casi 70.000 millones de euros en infraestructuras y asistencia económica en los países del que denomina el “Sur Global”, en referencia a Asia, África y América Latina, donde Pekín tiene una influencia masiva.
“Tenemos el objetivo de conducir a la comunidad internacional hacia la cooperación en lugar de la división y la confrontación”, explicó en un discurso junto a Modi, e incidió en “la creación de normas a través del diálogo. Se trata simplemente de aumentar la conectividad de la región Indo-Pacífica, de nutrirla y enriquecerla como un lugar que valora la libertad y el estado de derecho, libre de coerción”, añadió Kishida.
Kishida está aceptando el reto de ser un actor fundamental para lograr la estabilidad en el Indo-Pacífico al tiempo en que trabaja para ampliar su influencia económica. Su visita a Kiev mientras Jinping y Putin afianzan su bloque contra EE.UU. y sus aliados no deja dudas: teme que “Asia oriental sea el Ucrania del mañana”. A juzgar por el aumento del gasto militar en un 20 por ciento con respecto a 2022, Japón no está dispuesto a quedarse con los brazos cruzados. Mientras no se traspase la línea roja de las armas nucleares, seguirá siendo una de las mayores incomodidades de Pekín en la región.