Una década antes de que Messi lograra el tercer mundial para su país, otro argentino universal tocó también la gloria, en su caso al convertirse en el primer papa no europeo en 13 siglos.
Jorge Mario Bergoglio, jesuita, llegó del fin del mundo para liderar la Iglesia Católica, impregnándola de un carácter más universal frente a su identidad europea occidental.
La ruptura con los sectores tradicionalistas, más cómodos con sus antecesores, su discurso duro con el capitalismo pero no tan contundente con las situaciones de Nicaragua, Cuba o Venezuela le han valido recelos y críticas, que, según su sobrino, poca mella le hacen.
El retroceso de la Iglesia Católica precisamente en Iberoamérica, en favor de los evangélicos, es otro de los retos de Francisco, que además ha tenido que afrontar reformas para atajar los escándalos de los abusos sexuales y de la banca Vaticana.
El déficit en sus finanzas llegó a tal que, según The Wall Street Journal, se desvió el 90% de los fondos de caridad para atajarlo. Frentes peliagudos para un Papa, ya con 86 años, con evidentes problemas de movilidad.
La incógnita es si ante la posibilidad renunciar como hizo su antecesor llegará a cruzar esa puerta.