La población de China no es la única que desciende en Asia. Japón, Corea del Sur, Singapur, Taiwán… son muchas las naciones de la región que están viviendo una realidad similar a la de la superpotencia. Aunque se trata de una tendencia global, el 60 por ciento de la población mundial reside en Asia y el que haya tasas de crecimiento demográfico negativas tiene consecuencias que también afectan más allá de sus fronteras.
En la región Asia-Pacífico viven más de 4.200 millones de personas que tienen una esperanza de vida media de 75 años de edad. Desde el prisma económico, la cuota asiática del PIB mundial es superior al 45 por ciento -Europa y Estados Unidos suman alrededor de un 44 por ciento-, y la siempre volátil previsión es que ésta supere el 50 por ciento en 2030. En cuanto a la producción manufacturera mundial, sólo China (28,7 por ciento), Japón (7,5 por ciento), Corea del Sur (3 por ciento), India (3,1 por ciento) e Indonesia (1,6 por ciento) ya componen más del 43 por ciento del mundo. La producción de Tailandia, Vietnam, Malasia y Bangladesh consiguen que esta cifra supere el 45 por ciento. Un descenso en la población podría elevar los costes para los consumidores de los bienes ‘made in Asia’ y exacerbar la inflación en países dependientes de las importaciones asiáticas.
El que la tasa de crecimiento demográfico sufra una retracción también impacta en el plano medioambiental. Asia y el Pacífico emiten más de un 50 por ciento de la emisiones totales de gases de efecto invernadero. Un estancamiento del crecimiento económico y del consumo de energía reducirían el riesgo de calentamiento global. Uno de los factores del cambio climático es la cantidad de habitantes que tiene el planeta, y éste es directamente proporcional al aumento de emisiones de carbono. El que cada vez haya menos niños en los parques de los países asiáticos, cuántos funerales se celebren e incluso las cifras de fuerza laboral compuesta por inmigrantes son situaciones que nos pueden afectar directamente en un futuro.
Se trata de uno de los casos más singulares de la región. En 2021, el número de personas casadas cayó en picado con respecto a 2020 (casi 10 por ciento menos), según el último informe publicado en Statistics Korea. El 40 por ciento de los hogares están formados por una sola persona. Además, una encuesta realizada el año pasado concluyó que un 65 por ciento de mujeres -frente a un 45 por ciento de varones- no están por la labor de tener hijos. Corea del Sur tiene la tasa de fertilidad más baja del mundo (0,78 en 2022 -el 2,1 es la tasa ideal para mantener una población estable-) y el año pasado se registraron cinco nacimientos por cada 1.000 habitantes. Como contrapunto, en la década de los sesenta cada mujer tenía una media de seis hijos. El tema preocupa mucho al Gobierno surcoreano, que no quiere ni tanto ni tan poco, pero que también observa con recelo el que las guarderías se estén convirtiendo en centros para mayores.
Seguro que las razones de esta tendencia nos suenan de algo: alto coste de la crianza, dificultad para acceder al mercado inmobiliario, bajos salarios, intenso ritmo de vida, desempleo o falta de seguridad laboral… A esto se le suma el “basta ya” de la población femenina, quienes están cansadas de las expectativas de la sociedad para que tengan hijos. Son ellas las que en muchas ocasiones están frenando la natalidad porque se han hartado de desempeñar el rol tradicional en lugar de tener la oportunidad de crecer profesionalmente. El Gobierno se ha gastado cientos de millones de euros en ayudas económicas mensuales para incentivar los nacimientos, sin embargo, esto no es suficiente y los cambios necesarios son más profundos en una sociedad en la que las surcoreanas se sienten discriminadas. En 2021 una mujer fue asesinada cada día y medio, la expectativa es que las madres trabajadoras también se encarguen de las tareas domésticas (dedican de media más de tres horas y sus maridos 54 minutos) y la enorme brecha salarial alimentan este sentir. El recién elegido presidente, Yoon Suk-yeol, personifica este choque de géneros y no tiene problema en acallar las voces del feminismo surcoreano mientras olvida una máxima: sin políticas familiares que propicien la estabilidad y la cooperación entre parejas -por ejemplo, generosos permisos parentales para ambos- idénticos salarios y el reparto proporcionado del cuidado de los hijos, será muy difícil volver a llenar los parques infantiles.
Si la tendencia de la tasa de fertilidad actual continúa, en 2050 Corea del Sur experimentará una reducción de casi el 35 por ciento de la población en edad de trabajar (20-64 años).
Si Corea del Sur tiene el récord del país con la tasa de fertilidad más baja del mundo, Japón tiene la población que sufre el declive más rápido del planeta. Tanto que, incapaces de frenar la bajada en picado con ayudas económicas, las previsiones para 2030 se están cumpliendo en la actualidad. El año pasado nacieron menos de 800.000 bebés. Por poner en perspectiva, en 1982 llegaron al mundo un millón y medio de pequeños. A esto se le suma otra cifra inaudita en tiempos de paz: en 2022 fallecieron más de un millón y medio de personas. Es tal la preocupación del primer ministro, Fumio Kishida, que en su discurso de Año Nuevo se dirigió a sus alrededor de 125,5 millones de habitantes para dejarles claro que la tasa de natalidad ha caído “hasta el punto de no poder mantener una sociedad que funcione”. Su tasa de fertilidad es 1.3 hijos y la media de edad es de 48,4 años.
Las razones económicas de esta situación se repiten a las ya citadas en el caso de Corea del Sur. A éstas y a la disparidad entre géneros, se le suma la migración a las grandes ciudades de parejas que no tienen ayuda familiar y que no pueden permitirse pagar por esa ayuda. Los salarios son excesivamente bajos para el alto coste de la vida en Japón y, además, el pesimismo que la pandemia ha hecho que las parejas echen el freno de mano a la hora de plantearse la posibilidad de procrear. Las ayudas económicas son también la manera en la que Japón busca incentivar el nacimiento de más bebés (este año pretenden duplicar el gasto total) y el mes que viene el Gobierno de Kishida aumentará los beneficios para cubrir los gastos del parto a 3.500 euros. Además, estudian dar 687 euros a las familias para otros costes. De cara a abril, también quieren crear una agencia gubernamental que ayude a paliar esta crisis demográfica.
A esto se le suma una constante reducción de la población activa -cada vez hay más voces que piden que la edad de jubilación se aumente a los 68 años- y un rápido envejecimiento. Japón es el país con mayor esperanza de vida y uno de cada 1.500 japoneses tienen más de 100 años de edad. La economía ya siente el declive de la población y el Gobierno ha revisado a la baja sus predicciones para los próximos dos años. En un contexto de elevadísima deuda pública (la más alta de la OCDE con un 256 por ciento del PIB), el gasto público no para de incrementar. Por ejemplo, el gasto anual en defensa lo hará a un 2 por ciento, si a esto se le suma la posibilidad de un ambicioso plan para salvar su demografía, el sistema de pensiones, la sanidad… ¿quién financiará este incremento? Los trabajadores jóvenes se enfrentan a una carga fiscal mayor que hace que esto se convierta en la pescadilla que se muerde la cola.
Esta tendencia que también se da en otras naciones asiáticas no se produce en algunos países del Indo-Pacífico considerados de ‘potencia media’ o menos desarrollados. Algunos ejemplos son los de Camboya, Laos o Islas Salomón por ejemplo. Si Asia Oriental está experimentando una bajada de la tasa de fertilidad, en el Sudeste asiático la tasa media es de 2,5 hijos por mujer. Este denominado auge de la juventud ofrece una oportunidad de crecimiento y los retos a los que las naciones con población en declive se enfrentaron hace décadas: demasiadas bocas que alimentar, pocas posibilidades de crecimiento económico, profesional y menos garantías en salud. Según el Foro de Asia del Este, en el siglo XXI, el 98% del crecimiento demográfico se producirá en los países menos desarrollados. Se produce así la carrera por las inversiones en el extranjero encabezada por China.
India ha superado a la superpotencia como el país más poblado del mundo (1.417 millones de habitantes frente a 1.412 millones de China, según World Population Review) y pronto podría convertirse en una piedra en su zapato. Sobre el papel, el que la mitad de la población india sea menor de 30 años de edad sugiere que Nueva Delhi desbancará a Pekín en crecimiento económico. ¿Es suficiente para que el éxito esté asegurado? No lo será sin inversión extranjera que genere millones de puestos de trabajo (hay una estimación que habla de 140 millones en siete años) y acelere la productividad o con una mejor formación de su fuerza laboral.