La ofensiva militar lanzada el 24 de febrero de 2022 por el presidente de Rusia, Vladimir Putin, sobre la vecina Ucrania ha provocado que el 40 por ciento de la población necesite ayuda, en un contexto en el que agencias internacionales y ONG se esfuerzan por brindar ayuda sin esperanza de que haya una resolución política a corto plazo.
Ucrania ya estaba en el foco humanitario internacional desde antes de la invasión, fruto del conflicto desatado en el este en el año 2014. Sin embargo, la ofensiva de Putin ha multiplicado exponencialmente la crisis, extendiéndola también a otras zonas del país que hasta febrero de 2022 se consideraban seguras.
Antes de la invasión, la cifra de personas con necesidades alimentarias o de subsistencia rondaba los 1,1 millones, pero a finales de 2022 el dato ascendía ya a los 9,3 millones. Unos 14,5 millones requieren de asistencia en materia sanitaria, mientras que casi 5 millones de niños dependen de ayuda para poder seguir estudiando.
Gran parte de todas estas carencias derivan de que millones de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares. Hasta finales de enero, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) tenía constancia de más de 5,3 millones de desplazados internos, a los que habría que sumar ocho millones de refugiados huidos a otros países, según datos del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR).
Quienes han decidido salir de Ucrania han recalado principalmente en Europa --4,8 millones gozan de algún tipo de estatus de protección--, pero la persistencia del conflicto ha hecho que parte los desplazados hayan decidido volver. La responsable de comunicación de la OIM en Ucrania, Varvara Zhluktenko, explica a Europa Press que hay medio millón menos de desplazados internos desde diciembre y que, de los 5,5 millones de retornos registrados, el 20 por ciento corresponden a refugiados.
"La tendencia que observa la OIM es que actualmente hay más personas volviendo que yéndose", si bien la situación sigue siendo especialmente preocupante en el caso del este de Ucrania, de donde proceden siete de cada diez desplazados. Es en esta zona donde se concentran las principales ofensivas y el cruce de ataques entre los dos bandos beligerantes.
Quienes deciden volver no lo hacen siempre ateniéndose a razones de seguridad. De hecho, un estudio de octubre de 2022 evidenciaba que el 42 por ciento lo hacía por "razones sentimentales" que van desde la nostalgia a la búsqueda de una "vida normal", mientras que un 30 por ciento deseaba volver a ver a familiares o amigos.
El 34 por ciento de los retornos derivan de una motivación económica, por ejemplo tener un trabajo, y el 27 por ciento buscaban poder alojarse en una vivienda propia o al menos más barata, según el sondeo elaborado por la OIM. Actualmente, seis de cada diez desplazados viven con parientes o amigos.
Los ucranianos se han tenido que acomodar a vivir con una incertidumbre constante, algo que pasa factura a colectivos vulnerables como los niños. "Aunque la infancia de Ucrania ha demostrado una gran capacidad de recuperación, lo que en el lenguaje humanitario llamamos 'resiliencia', las heridas mentales de esta guerra podrían dejarles cicatrices de por vida", advierte la responsable del programa de género de UNICEF en Ucrania, Clara Bastardes.
"El conflicto ya les ha robado un año de su vida. No podemos permitir que les quite también su futuro", enfatiza en declaraciones a Europa Press, echando la vista atrás hacia una "brutal guerra" que amenaza con provocar problemas de salud mental a 1,5 millones de niños.
Maksym, de 14 años, huyó junto a su familia de la región de Jersón y recuerda que al principio tenía "mucho miedo" por sus parientes y amigos --a día de hoy no ha podido contactar de nuevo con algunos de ellos--. Su deseo está claro, y así se lo ha trasladado a la ONG World Vision, de la que recibe ayuda en un centro que ofrece desde apoyo educativo hasta actividades sociales: "Sueño con que la guerra termine y volvamos a casa".
El secretario general adjunto de la ONU para Asuntos Humanitarios, Martin Griffiths, advierte de que, un año después de que Putin diese la orden de iniciar la invasión, "la guerra sigue dejando muerte, destrucción y desplazamientos de forma diaria" y a un nivel "abrumador". "El sufrimiento de la población ucraniana está lejos de acabarse, necesitan el apoyo internacional", implora.
Todas las organizaciones que trabajan sobre el terreno e incluso los gobiernos internacionales más implicados coinciden en que no se atisba una solución a corto plazo, máxime cuando las dos partes, Ucrania y Rusia, se han cruzado en estas últimas semanas avisando sobre una potencial escalada coincidiendo con el primer aniversario de la invasión.
La oficina de la ONU para los Derechos Humanos lleva su particular recuento de víctimas civiles, con más de 7 100 fallecidos y cerca de 12 000 heridos, pero asume que la cifra real es "mucho mayor". Sí tiene confirmadas la muerte de al menos 438 niños.
Naciones Unidas recuerda periódicamente en sus informes que hay puntos negros que siguen siendo inaccesibles, entre ellos la ciudad de Mariúpol, donde las autoridades ucranianas sospechan que han muerto miles de personas a manos de las fuerzas rusas. En la memoria colectiva están los cientos de cadáveres de civiles hallados en puntos negros como Bucha tras el repliegue de tropas rusas.
La responsable de comunicación de la OIM en Ucrania, Varvara Zhluktenko, reconoce que la ONU carece de "cifras exactas" de las personas que permanecen atrapadas en zonas bajo control de Rusia o de grupos afines, aunque sí se sabe que una tercera parte de las personas que necesitan ayuda humanitaria están cerca de áreas con "combates activos".