Aumenta la polémica y el miedo en Ohio (Estados Unidos) por el desastre ecológico que, a principios de febrero, provocó el descarrilamiento de un tren con sustancias químicas, extremadamente tóxicas, que se liberaron y se siguen liberando en el aire, en el suelo y en las aguas de la zona. Los afectados quieren respuestas.
Cientos de personas se reúnen en el gimnasio de una escuela en la localidad de East Palestine, repletos de dudas y miedos. "Todos queremos respuestas", comenta una vecina sobre esta difícil situación. Quieren respuestas sobre las consecuencias del descarrilamiento de un tren el pasado 3 de febrero, cargado con cloruro de vinilo líquido.
Tras el accidente, la empresa responsable, Norfolk Southern, vació el contenido cancerígeno para quemarlo de forma controlada en fosas. Pero lo que los lugareños vieron sobre sus cabezas fue una descomunal nube negra, esparciendo sustancias químicas sobre sus tejados, sus granjas y sus ríos. Las llamas se podían contemplar desde gran distancia.
Mientras la Agencia de Protección Medioambiental asegura que el control realizado en el aire y en el agua, no detecta niveles de contaminación preocupantes, ellos ven morir miles de peces, ranas, gallinas, zorros, perros y gatos.
"Solo han dado rodeos", se queja una vecina, tras una reunión con las autoridades, en las que no estaba presente la compañía de trenes. La empresa ha justificado su ausencia por “cuestiones de seguridad de sus empleados”.