La angustia y la desolación se multiplican en Turquía y Siria. La devastación del terremoto eleva ya las víctimas mortales más allá de las 21.000, mientras en el que es el quinto día de rescates los efectivos se entregan a una agónica búsqueda de desaparecidos. Son ellos, junto a los supervivientes, los únicos que portan esperanza en medio del desastre. La imagen de un niño atrapado bajo los cascotes mientras bebe agua del tapón de una botella que le acercan sus rescatadores, es otra más entre todas las que reflejan con cruda claridad el alcance de la catástrofe.
Son 45 horas las que pasó el pequeño Muhammad Ahmed sepultado bajo los escombros. Cubierto de polvo, con signos de magulladuras en la frente, boca abajo e inmovilizado por el amasijo de hormigón destruido a su alrededor, permanecía con vida cuando le encontraron y hasta alcanzó a esbozarles una sonrisa rodeado de un escenario de terror.
Visiblemente exhausto, el niño comenzó a beber agua del tapón de una botella que le acercaron aquellos que le encontraron. Haciendo gestos de alivio con cada sorbito de agua, sacando la lengua para relamerse, el pequeño manifestaba también al mismo tiempo un breve llanto cuando dejaba de beber.
Como en Turquía, la situación en Siria, donde se contextualizan los hechos, también es absolutamente dramática. Concretamente, los hechos se contextualizan en la ciudad de Salqin, también severamente golpeada por la catástrofe.
Con el tiempo agotándose para las posibilidades de supervivencia de las personas atrapados entre los escombros, mientras en Turquía la ayuda internacional ya está siendo trascendente para el refuerzo de los equipos de rescate nacionales, desde Siria claman por obtener también auxilio.
Sin recursos suficientes y con los servicios de sanitarios y de emergencias trabajando “al máximo de su capacidad”, tal como expresa el Ministerio de Sanidad sirio, ruegan desesperadamente que a ellos también les llegue la ayuda.
"No se oyen helicópteros ni nada de lo que se tendría que oír en caso de emergencia", cuenta Mateo Colmenares, voluntario de las Misiones Salesianas en Alepo (Siria).
La zona castigada por el terremoto es una región especialmente aislada, muy castigada además por años de guerra, y es urgente desatascar la llegada de ayuda humanitaria. Los organismos internacionales, en este contexto, buscan la forma de romper las sanciones y bloqueos impuestos al país.
Entre tanto, ya se cuentan más de 21.000 fallecidos por el terremoto en Turquía y Siria. De ellos, más de 3.300 han fallecido en territorio sirio, donde también se cuentan por miles los heridos, superando los 5.200.
Por su parte, en Turquía se contabilizan más de 18.300 decesos y más de 74.200 heridos en la que se considera ya como la catástrofe más letal en un siglo.
En total, más de 6.000 edificios han quedado destruidos, cayendo derrumbados ante la fuerza del seísmo, que ha dejado más de un centenar de réplicas que han estremecido a la población, infundiendo el pánico a que la tragedia siga extendiéndose.
Ante el peor escenario, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, quien ha declarado tres meses de estado de emergencia, ha prometido que las labores de rescate no finalizarán "hasta que no quede nadie bajo los escombros".