“Una ola gigante tardaría cuatro horas en llegar desde las costas turcas a Italia. Cuando vimos que habían pasado cuatro horas y media pudimos retirar la alarma”, son las palabras de alivio para NIUS de Gianluca Valensise, sismólogo del Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología italiano (INGV). No es la primera vez que el equipo de expertos activa el protocolo de riesgo de tsunami desde que en 2017 entraron en funcionamiento, pero, la de la madrugada del lunes fue, seguramente, el momento más preocupante de los últimos años. El desolador terremoto ocurrido en esas horas en Turquía y Siria, con varias réplicas, puso en alerta también a Italia. Desde Adana, una de las ciudades más castigadas, a Bari, en la provincia de Apulia, distan más de dos mil kilómetros pero, advierte el experto, los tsunamis viajan a lugares lejanos sin que nada ni nadie pueda frenarlos. El peligro, en definitiva, existía.
Las medidas de precaución se activaron en el litoral oriental de Calabria, Apulia y Sicilia, la costa sur de Italia, bañada por el Mediterráneo, que era la más cercana al epicentro del terremoto. Poco antes de las 7 de la mañana, pasado el tiempo de rigor que puede determinarse gracias a los cálculos científicos de los sismólogos, se revocó la alarma. “Cuando hay un gran terremoto con el epicentro cercano al mar, como era en este caso, de inmediato se realizan los cálculos necesarios para determinar si podría generar un tsunami”, explica Valensise. “Mientras hacíamos nuestro trabajo durante la fatídica madrugada, comenzaron a llegar también los datos de los mareógrafos turcos que hablaban solo de una pequeña onda en sus costas. La parte científica es bastante simple, son cálculos. Sobre la altura de la onda es difícil, pero sobre los tiempos las cuentas son fiables”, añade.
La parte más difícil, explica el sismólogo, es de la que se encarga luego la Protección Civil. “Con nuestras previsiones se ponen en marcha los protocolos. Allí es a donde se llega casi a una decisión de calado político”, añade. Así, en la madrugada del lunes se decidió poner en alerta las zonas costeras de esas tres regiones. Un gesto que a muchos pudo parecer demasiado pero que, refleja el experto, en aquel momento era necesario. “Puede ser que haya habido un poco de exageración pero, en estos casos, ante una posible catástrofe es siempre mejor pecar de avisar de más que de menos”, añade.
El sistema que monitoriza este tipo de situaciones replica el europeo, que al mismo tiempo sigue una estructura internacional. “Es un sistema de prevención que existe desde hace unos 15 años en el mundo. Se decidió tras el terrible maremoto de Indonesia en el 2004, el Sumatra. Muchos países se dieron cuenta que no estaban preparados para una situación así y se pusieron las pilas”, dice el sismólogo. Por otra parte, al igual que otros países, el Gobierno italiano, en palabras de ministro de Exteriores, Antonio Tajani, ha anunciado ya el apoyo y el envío de ayuda para apoyar el desastre ocurrido tras el terremoto.
¿Por qué se genera un tsunami?
Es un derivado de un terremoto ya que cuando este ocurre altera, a su paso, la superficie terrestre. En el caso de que ocurra en una zona muy cercana al mar, como era en este caso, esa deformación puede alterar también el fondo marino. Así, el nivel del agua puede sufrir un gran cambio repentino que genera una onda, a veces de reducido tamaño, como la que se creó en la costa turca, y otras veces que puede llegar a dimensiones catastróficas. Este es, dicen los expertos, uno de los terremotos más grandes vividos en el Mediterráneo en las últimas décadas que tiene, además, como hemos señalado, una gran cercanía a la costa. El último registrado en Turquía de esta magnitud, hace más de 80 años, en 1939, era, sin embargo, en el interior lo cual alejaba el peligro de un tsunami.
Turquía: mil veces Amatrice
El terremoto registrado en Turquía y Siria, es mil veces más potente que el de Amatrice, uno de los últimos más graves registrado en Italia, zona de gran peligro sísmico, en 2016 que tuvo una magnitud de 6,0. Es además treinta veces más potente del que devastó Irpinia, en el centro del país transalpino, a una hora de Nápoles, en 1980, que llegó a 6,9. Según la Protección Civil, Italia tiene una peligrosidad sísmica medio-alta, de hecho desde 1968 han sido hasta seis los considerados fuertes terremotos, por encima de seis grados de magnitud. Se lamenta siempre, en la opinión pública, que el país nunca esté preparado para este tipo de situaciones a pesar de conocer el riesgo que sufre al estar asentada geográficamente sobre una "zona de convergencia" de dos placas tectónicas.