La semana pasada se supo de la muerte del ex-militar de élite estadounidense Daniel W. Swift. Este hombre integró en su momento el cuerpo de los Navy SEAL, el grupo de operaciones especiales del Ejército de Estados Unidos. Falleció en Ucrania, al parecer después de haber resultado herido mientras luchaba en los enfrentamientos de Bajmut.
Su caso constituye trágicamente uno más de los muchos occidentales que han ido a contribuir con las armas en la defensa de Ucrania frente a la ilegal invasión rusa. El investigador polaco Kacper Rekawek, (Lodz, 1981), integrante del Centro para la Investigación sobre Extremismo de la Universidad de Oslo, lleva años estudiando perfiles humanos como el de Daniel W. Swift.
Rekawek es, de hecho, autor del primer libro sobre quienes están luchando ahora mismo o que han luchado en Ucrania en el conflicto que libra el país del canciller Volodímir Zelenski frente a Rusia. Se titula Foreign Fighters in Ukraine o “Combatientes extranjeros en Ucrania” (Ed. Routledge, 2023).
Ese conflicto empezó en 2014, año en que ya se vivió una ola de combatientes extranjeros que llegaron extremadamente ideologizados al frente de la guerra que libraba entonces Kiev frente a los separatistas prorrusos apoyados por Moscú del este ucraniano.
En 2022, según explica Rekawek en esta entrevista con NIUS, con el inicio de la invasión rusa, se ha registrado un “salto cualitativo y cuantitativo” en lo que a presencia de combatientes extranjeros se refiere. “El número de combatientes internacionales ahora es mucho mayor que el de hace ocho o nueve años”, dice Rekawek. Para poder escribir su volumen, entrevistó a una veintena de estos combatientes extranjeros.
“En este aspecto, la guerra de Ucrania es una guerra transnacional. Hay algo de coalición global. Hay gente en Ucrania ahora mismo procedente hasta de Taiwán, Corea del Sur y de Latinoamérica”, abunda este experto, aludiendo al país de Zelenski, el “único que está recibiendo combatientes extranjeros”.
P: ¿Cómo de grande es el fenómeno al que usted dedica su libro sobre los combatientes extranjeros en Ucrania?
Si me pregunta, concretamente, sobre lo que pasó después de iniciarse la invasión de 2022, se dice que han sido hasta 20.000 las personas que se interesaron en integrar la legión extranjera de Ucrania. Puede que sea posible, en términos de personas mostrando interés y que escribieron un e-mail para dar cuenta de ese interés. Pero ese no es, ni de lejos, el número de gente que ha terminado viajando a Ucrania para luchar.
Me consta que las embajadas, a las que había que escribir para mostrar ese interés - porque había un proceso que cumplimentar antes de luchar -, no podían lidiar con el número de gente rellenando papeles para ir a Ucrania. Las embajadas, además, ante la invasión de 2022, tenían otras muchas cosas que hacer. Lo de los 20.000 probablemente sea un dato creíble, pero de ahí a ver a gente que acaba disparando, hay un trecho. Yo creo que podemos hablar de unos pocos miles.
P: ¿Qué hace tan difícil saber cuántos combatientes internacionales hay ahora mismo en Ucrania?
Una de las principales dificultades que plantean estas personas es que son muy móviles. Tratar de contar su número exacto es como intentar pescar únicamente con las manos. Porque son personas que están moviéndose todo el rato. Cambian de unidad a menudo. Vuelven a sus casas. Luego regresan y cambian de tarea. A veces se dedican a la logística, otras veces se dedican a cuestiones humanitarias o, claro, luchan, y viceversa. Por eso, honestamente, si alguien da un número exacto del número de combatientes internacionales, está mintiendo. Ahora bien, lo que sí sé es que el número de combatientes internacionales ahora es mucho mayor que el de hace ocho o nueve años. Esto es seguro.
P: ¿Ha habido un salto cuantitativo y cualitativo tras la invasión de hace ya casi un año en lo que respecta a la presencia de combatientes extranjeros?
Al principio de este conflicto, en 2014, cuando la gente iba a luchar con el lado ucraniano, el Estado ucraniano no los animaba. Las únicas unidades que pudieron unirse a los batallones de voluntarios eran iniciativas que venían desde abajo. No era algo que fuera organizado por el Ejército. Ahora, sin embargo, el Estado está implicado. Esos batallones se han integrado en el Ejército. Sus integrantes son soldados, tienen salarios y demás. Pero es que, en 2014, hubo bastante gente también que se unió al lado ruso mientras que, ahora, sólo Ucrania está recibiendo combatientes extranjeros. Estamos ante una dinámica completamente distinta.
P: Usted ha entrevistado a una veintena de estos combatientes para poder escribir su libro. ¿Las personas que entrevistó tenían un perfil típico?
Todos te dirán ahora que el conflicto está claro, que es el “bien contra el mal”. Porque esto es obvio desde el momento en que ves las imágenes de los helicópteros rusos entrando en Ucrania procedentes de Bielorrusia para atacar el aeropuerto de Hostómel en el primer día de la invasión. Este tipo de imágenes son las que te llevan a decir: "eso no está bien". Pero el modo en que Rusia decidió atacar estaba fuera de toda proporción para muchos... eso llevó a mucha gente a decirse: “tengo que hacer algo al respecto”.
Este obvio enfrentamiento del bien contra el mal es, digamos, la macro-motivación. Ahora bien, a menudo, la gente con la que hablé mencionaba detalles que les hacía movilizarse, tomar la decisión del todo. Por ejemplo, haber visto la imagen de los helicópteros, o la imagen de los padres despidiéndose de sus hijas y poniéndolas en un autobús para ir al frente. Esto es el último empujón. Pero esto son “macro-explicaciones”, luego están las “micro-explicaciones”.
P: ¿A qué se refiere?
Estas son diferentes. Y he escuchado trillones. Por ejemplo, gente que se dice: “tengo dinero ahorrado, mis hijos ya no me necesitan, así que, me voy”. Otro me dijo: “he visto animales sufrir en la guerra, así que voy”. Literal.
P: Pero en un momento dado, en su libro, usted dice que estos combatientes son gente que está en busca de dar un sentido a su vida...
Sí. Son gente de la que se puede decir que está buscando algo más grande que ellos mismos para vivir. Están buscando formar parte de una comunidad, de conexión, para algunos, redención, en caso de que hicieran algo equivocado y poder depurarse luchando. Pero también hay gente que se hace esta reflexión: "he sido soldado toda mi vida, Ucrania necesita ayuda, yo ya he estado en la guerra, así que voy y ayudaré, luchando o entrenando". Otros dicen, literalmente: “me gusta luchar y dar una paliza, así que voy a dar una paliza a los rusos”. En cualquier caso, ahora, ir a luchar a Ucrania desde otro país no es algo político. En 2014 sí que lo era, y la gente tenía que pensárselo mucho el ir. Ahora ya no. Por eso hay más de estos combatientes.
P: En el lado ruso, sin embargo, no ha habido tanta gente queriendo ir a luchar contra Ucrania después del inicio de la invasión.
Hay un problema de logística. No hay tantos caminos para llegar hasta allí. Pero es que, incluso en 2014, las autoridades rusas han sido desconfiadas con estos combatientes extranjeros. Pero si había alguien muy decidido, se podía conectar con organizaciones en Moscú que facilitaban el acceso al frente. Pero hoy, es imposible que te dejen llegar para luchar. Por otro lado, Rusia tiene suficiente gente. Rusia no necesita 1.000 cubanos, por ejemplo.
Y, seguramente, Rusia priorice el uso de mercenarios a través de grupos como Wagner, que contratan a gente con un pasado en Rusia, con simpatías hacia Rusia, ya sea en países como Moldavia, Serbia, o gente que venga de Siria o Afganistán. Lo que buscan estos grupos son gente que hable ruso. Pero es que, Occidente, según la propaganda rusa, está perdida para Moscú. Por eso tal vez busquen gente en Latinoamérica, pero más por tener alguien de otros lugares del mundo. Aún así, traerlos desde tan lejos, cuesta dinero. Y Rusia necesita el dinero para las armas y los misiles.
P: Las ideologías predominantes en 2014 en los combatientes extranjeros eran de extrema derecha y de extrema izquierda...
Hace nueve años, había mucha gente en el mundo occidental pensando que estábamos ante una guerra civil. Se creía eso de que había una comunidad de rusos en Ucrania que estaba siendo oprimida y que, tal vez, tenían por qué luchar. He conocido gente que pensaba esto en Italia. Pero de ahí a acudir a una guerra civil, eso requiere gente muy especial. En 2014, era una guerra rara para gente rara.
Pero ahora, no puede estar más claro quiénes son los buenos. Y por eso hay tanta gente extranjera combatiendo por Ucrania. Hay gente muy diversa, de diferentes nacionalidades, orígenes, los hay hasta afroamericanos y los hay asiáticos. Hay hasta afroamericanos sirviendo en el regimiento Azov, del que se dice que es una unidad de extrema derecha. Hace nueve años no les hubieran dejado. Pero yo he hablado con uno de esos afroamericanos.
P: ¿Por qué habla usted en su libro de cóctel de extremistas de derechas y de comunistas para aludir a los combatientes?
Primero, lo hago en ese orden porque ha habido más extremistas de derechas. Pero, en realidad, los hubo en los dos bandos. A Ucrania se les ha reprochado esto, por culpa de Azov o del llamado Sector Derecho. Bien, pero en el otro bando, los ha habido en mayor número y no se les prestó tanta atención. Porque, entre otras cosas, Rusia estaba llevando este conflicto como si fuera una guerra contra fascistas, algo que todavía hace y que ya hacía hace nueve años. Es trágico, pero también resulta irónico, que hubo este tipo de extremistas que acabaron disparándose en el frente los unos contra los otros.
Eran militantes de extrema derecha disparándose los unos a los otros defendiendo unos a Rusia y otros a Ucrania. Y no tenían ningún problema con eso. Hablamos de gente que se conocía por formar parte de la misma comunidad de extremistas de derechas, que iban a las mismas manifestaciones, eventos internacionales, conciertos, gente que se comunicaba en inglés o cualquier otra lengua común. Hay vídeos que muestran a estos extremistas de derechas, en un lado y en otro del frente, saludándose y diciéndose que se verían en El Valhalla [el salón de los caídos de la mitología nórdica, ndlr.]. Es realmente esa una imagen de una guerra post-moderna.
P: ...y luego está la situación de los combatientes de extrema izquierda.
Sí, como se ha sabido en España. Hablamos de gente de extrema izquierda que acabó luchando en la misma unidad con neonazis franceses en el lado ruso, en 2014. Y cuando se les preguntó a los izquierdistas españoles, éstos decían: “estamos todos luchando contra Estados Unidos”. Para estos extremos, parece que toda guerra es una guerra proxy, donde siempre se está luchando contra Estados Unidos. Esto sigue siendo algo que piensa mucha gente, en España o en Polonia. El caso es que hubo muchos más antisistema que acabaron en el lado ruso por querer luchar, justamente, contra Estados Unidos.
P: Pero también hubo en 2014 rusos viajando hasta Ucrania para defender al país de los separatistas apoyados por Moscú. ¿No es así?
Sí. Eran extremistas de derechas de Rusia. Las autoridades en Rusia suelen emplearlos y abusar de ellos en función de las circunstancias. Hay que saber que en los primeros veinte años de este siglo, la extrema derecha rusa ha matado a unas 500 personas en ataques terroristas. En esta extrema derecha rusa vieron la lucha de Ucrania una forma de luchar contra la Rusia de Vladimir Putin. Algunos siguen haciéndolo, por sorprendente que parezca. Pero es un grupo relevante porque, si la guerra va mal para Rusia, cabe preguntarse qué harán.
P: Se ha hablado mucho en las últimas semanas sobre la unidad de Occidente y de la solidaridad con Ucrania a cuenta del debate de los tanques Leopard. En términos de combatientes extranjeros, ¿Cree usted que está habiendo solidaridad?
Sí, la guerra de Ucrania es en este aspecto una guerra transnacional. Hay algo de coalición global. Hay gente en Ucrania ahora mismo procedente de Taiwán, Corea del Sur y de Latinoamérica. Los países mejor representados son los países anglosajones, Estados Unidos, Canadá, Reino unido y Nueva Zelanda. Ese es un grupo. Luego están los países del este europeo: los países bálticos, Polonia o la República Checa. Para estos europeos es fácil saber por qué están en Ucrania. El conflicto está cerca para ellos. Y luego el grupo de los europeos occidentales, cuya representación es menor. Y, finalmente, los exóticos, procedentes de Latinoamérica, Corea del Sur, Japón o Taiwán. Pero algo debe estar claro: los combatientes vienen de lo que podríamos llamar Occidente global. Estos combatientes vienen a representar decenas de países, pero no llegan a 150 naciones.
P: ¿Cómo cree usted que deben actuar los países que tienen a ciudadanos suyos yendo a luchar a Ucrania?
La mayoría de la gente que vuelve de la guerra a sus países de origen, en general, sólo quieren volver a sus vidas de antes, lo antes posible. No están interesados en la violencia fuera del conflicto. No ocurre lo mismo con los que se hicieron yihadistas en Siria. Incluso en 2014, cuando la gente era mucho más radical ideológicamente, cuando volvieron a sus países de origen, no hicieron nada. Puede ser que alguno de ellos acabara en la criminalidad. Pero, por ejemplo, hay un caso de un español que en 2014 participó en los combates y acabó trabajando como mecánico en Bélgica.
Ahora bien, entre mucha de la gente que ha ido, tal vez los haya que estén en busca de reconocimiento. Porque, al final, lucharon por nosotros, por Occidente y su seguridad. Esto es algo difícil de ver, tal vez, en España, pero en Berlín, es diferente. Lo que quiero decir es que, tal vez, haya que reconocer a las personas que están luchando por Ucrania procedente de otros países como veteranos en sus países de origen. Convendría preguntarse qué podemos hacer por estas personas, porque tal vez vengan heridos, o traumatizados. Claro que, un reconocimiento y un trato así, en países en los que hay comunidades rusas importantes, como Alemania, puede convertirse en un problema.