Los riesgos de Maria Ressa en su lucha por “la verdad” en Filipinas

  • Un año y medio después de ganar el Premio Nobel de la Paz, la periodista ha sido absuelta en cuatro de las 14 causas judiciales pendientes

  • Según la Unión Nacional de Periodistas de Filipinas, personas como Ressa son perseguidas porque luchan por la verdad

  • Filipinas vive sumida en la desinformación a través de las redes sociales y Ressa nada a contracorriente para poner límites a la tecnología

Se define a sí misma como una periodista idealista, escéptica y pragmática. Maria Ressa ha demostrado que está dispuesta a realizar sacrificios por la verdad, por la justicia y por los hechos. Luchar contra la desinformación y la tiranía, y salir en defensa de la democracia se han convertido en sus proyectos de vida. Le han supuesto alegrías, como el Premio Nobel de la Paz en 2021, y desgracias, como estar en el punto de mira de la clase política de Filipinas y enfrentarse a constantes intentos por silenciarla. Ressa ha salido airosa de cuatro cargos contra ella por evasión fiscal, la manera que tiene el poder de “usar la ley para la represalia y la intimidación contra los periodistas y la sociedad civil”, según sostiene la Unión Nacional de Periodistas de Filipinas. A pesar de la euforia de la periodista y CEO del portal de noticias Rappler, la realidad es que aún le quedan 10 cargos más que solventar en un proceso que dura ya cuatro años. 

Sin embargo, se siente afortunada por seguir teniendo la capacidad de perseguir su misión de retratar corruptelas de líderes como el expresidente Rodrigo Duterte en su sangrienta lucha contra el narcotráfico, o su denuncia sobre la estrategia de desinformación en redes sociales durante la campaña electoral del nuevo máximo mandatario, Ferdinand Marcos Jr., hijo del dictador cleptócrata que gobernó el país entre 1965 y 1986. Desde la llegada al poder de Marcos el 30 de junio de 2022 han fallecido dos periodistas. En septiembre, el reportero radiofónico, Renato Blanco, fue apuñalado mortalmente por un individuo relacionado con la política local que estaba cansado de sus críticas en su programa de radio. En octubre, el periodista de radio y televisión, Percival Mabasa, fue asesinado a tiros en lo que, según la policía, fue un atentado ordenado por el jefe de prisiones del país. Durante la etapa de Duterte, 23 periodistas perdieron la vida. 

Periodistas en el punto de mira

Ressa tenía nueve años de edad cuando se comenzó a sentar el precedente de perseguir a los periodistas. En 1972, el patriarca de los Marcos firmó la Proclamación nº 1081 que ponía a Filipinas bajo la ley marcial y los medios pasaron a estar en su punto de mira. La libertad de prensa y de expresión se vieron coartadas entonces, algo que no ha cambiado demasiado ahora que Ressa tiene casi 60 años de edad. Entre las causas que aún tiene pendientes cuenta con otra de evasión fiscal y una apelación abierta tras una condena por delito cibenético, tras una publicación previa a que existiera la ley filipina por la que buscan procesarla). Como la periodista afirmó en The Atlantic poco antes de ser absuelta: “ya hemos pasado por lo peor, sobrevivimos a seis años de Rodrigo Duterte e hicimos nuestro trabajo”.

Es precisamente este contexto de coacción al periodismo el que está haciendo que Ressa nade a contracorriente en un océano donde pocos medios se atreven a llevar la contraria a los líderes de Filipinas y que el hacerlo podría haberle costado a la laureada con el Nobel 34 años en prisión. Su lucha no se limita a la clase política y a los legisladores sino contra las plataformas que permiten la propagación de noticias falsas que, según ella, es responsable de muchos de los problemas que se viven en el país.  “El mundo tal y como lo conocíamos ha sido completamente destruido”, afirma a BBC “¿Estás en TikTok? Porque yo hablo de Facebook como un mazo para nuestras mentes, pero de TikTok como una sonda quirúrgica. Imagina que estás en el instituto e intentas organizar tu vida para un feed... eso podría convertirse en una mafia... ¿Qué tipo de valores tienes? Me preocupa la próxima generación”, agrega antes de abordar las líneas rojas que las empresas de redes sociales nunca deberían superar. “En Estados Unidos se da prioridad a los accionistas. Pero hay una línea entre lo amoral, lo inmoral y el mal. Y tienes que saber cuándo cruzas esas líneas, cuándo lo que has creado inspira autocracia, y el fascismo inspira violencia, permite el genocidio”, sentencia. 

Marcos y la estrategia de la desinformación

Las redes sociales son vitales en el país por la constante necesidad de interacción social de una sociedad repartida en más de siete mil islas o con familiares residentes en el extranjero. Según Statista, los filipinos pasan de media alrededor de cuatro horas al día conectados a las diferentes plataformas, la cifra más alta de la región Asia Pacífico. La que más usan es Facebook, con un 48,7 de usuarios. Además de las interacciones entre familiares, amigos y usuarios en general, los portales de noticias son visitados a través de esta vía y durante la campaña electoral publicaciones de dudosa veracidad fueron compartidas millones de veces. Se produjo una cruzada de difamación contra la candidata, Leni Robredo, donde la tildaron de “estúpida, de arisca con los votantes y de comunista”, según France-Press. Entrevistas pasadas sacadas de contexto, acusaciones que manchan su reputación como abogada, supuestas falsedades sobre su responsabilidad en la muerte de su marido en un accidente aéreo en 2012 (a través de posts que indican que tuvo otro matrimonio anterior y su pareja también falleció en un siniestro idéntico) o culpada de haber llevado a cabo fraude electoral… el racimo de incriminaciones recordaron al tipo de publicaciones que florecieron durante la campaña y el mandato de Donald Trump en Estados Unidos. Este es sólo un ejemplo de la agresiva maquinaria de influencia en redes sociales durante la campaña formada por Marcos y Sara Duterte, la hija del expresidente. Además, según denuncia Ressa, las redes sociales han ayudado a tergiversar la historia de los Marcos en la actualidad. A través de esa vía han logrado hacer una especie de revisionismo de la era anterior donde han retratado la dictadura como una época de prosperidad y estabilidad, evitando mencionar el altísimo grado de corrupción y crímenes que se llevaron a cabo.

“Barandillas a la tecnología”

Con el impulso de haber salido absuelta en cuatro de las 14 causas que tenía pendientes, Ressa tiene tres prioridades en su lista de cara al nuevo año. La primera evitar que sus 10 causas abiertas en los juzgados no proliferen y así no ingresar en prisión (dice tener una maleta preparada porque es consciente de que puede ser detenida en cualquier momento), arreglar Internet y salvar la democracia. Para ello, según mencionó en The Atlantic, es necesario poner límites a la tecnología. “Si no ponemos barandillas, barandillas importantes, alrededor de la tecnología, saltaremos por el precipicio. Lo que está en juego es el futuro del periodismo y la supervivencia de la democracia”, sostiene. “Comparada con otros que están en la clandestinidad, en el exilio o en la cárcel, soy afortunada”, escribió en su último libro, ‘Cómo luchar contra un dictador’. “La única defensa que tiene un periodista es hacer brillar la luz sobre la verdad, desenmascarar la mentira, y yo todavía puedo hacerlo”.

Ressa recibió el Premio Nobel en 2021 junto al periodista ruso, Dmitry Muratov, “por sus esfuerzos para salvaguardar la libertad de expresión, que es una condición previa para la democracia y la paz duradera”. Se convirtieron así en los primeros periodistas desde 1935 en recibir tal distinción. Ya no sale de casa con el dinero en efectivo suficiente como para pagar una fianza en caso de ser detenida, pero vive en una realidad de amenazas de muerte constantes a través de las redes sociales. Aun así, y a pesar de tener pasaporte estadounidense, se niega a abandonar Filipinas para evadir a la Justicia, porque para ella, la verdad siempre se impondrá. “Hoy tengo muchas más esperanzas que anoche”, subraya consciente de que esta confianza es necesaria en un mundo en el que el 60 por ciento de la población vive bajo algún sistema autócrata.