Siempre nos quedará Lucio Dalla: una exposición en Roma homenajea al músico italiano

  • Una exposición en el centro de Roma rinde tributo al músico en el décimo aniversario de su muerte

  • Fue una pieza fundamental de la música melódica italiana, sus canciones, que rozan la interpretación, son himnos generacionales

  • Murió por un infarto de forma prematura, tras una carrera que ha marcado al país transalpino

El scat es un tipo de improvisación oral proveniente de la música jazz, permite cantar melodías y ritmos de forma improvisada. En Italia el primero en utilizarlo sin ningún complejo fue Lucio Dalla (Bolonia, 1943-Montreux, 2012), el más de genial de los cantautores melódicos que han construido el mito del cantautor italiano.

También el más histriónico, una técnica que solo a él podría entrarle por los ojos ya que siempre había sido un actor en el escenario, donde sus canciones han tenido algo siempre de interpretativo. Ya de niño, en su Bolonia natal, se dedicaba al mundo de la farándula participando en shows teatrales de todo tipo.

La exposición que recompone su vida lleva meses en el Museo Ara Pacis, en el centro de Roma, y acaba de ser prolongada un mes más antes de ser trasladada a Nápoles y Milán. Allí se reconstruye su vida entre sus peculiares objetos personales, los trajes que para él, y su estatura pequeña, cosía Armani y los folios desordenados y llenos de tachones donde escribió algunas de las canciones más bellas de la música italiana, inmortales para siempre.

A la entrada del museo un hombre sonríe al ver las fotos de la infancia del artista. Hijo de una madre costurera y de un padre que murió muy temprano, su vida tiene muchos episodios pero tres grandes escenarios: su Bolonia natal, Roma, donde pasó gran parte de su vida y llegó al estrellato y Nápoles, la ciudad que siempre añoró. De estatura pequeña y expresión graciosa ya desde niño destaca su desenvoltura en todo tipo de artes.

Es el clarinete el que lo acerca irremediablemente a la música y al jazz. Los años de juventud en Bolonia, en los que Domenico Modugno había conquistado al mundo con su Volare, Dalla pensaba solo a los locales de su ciudad natal donde la cultura underground había traído ese nuevo ritmo alternativo y sofisticado.

Es precisamente el jazz el que lo lleva a Roma poco después para formar parte de la banda los Flippers. Su voz no pasa desapercibida en los ambientes romanos y otro grande de la música, Gino Paoli, parece que fue decisivo para su despegar definitivo como cantante, con uno de esos registros difícil de encuadrar con palabras. 

Es autor de algunos de los temas más tarareados por los italianos de varias generaciones. Los padres que lo conocieron en los 70 y los hijos de estos que hoy visitan esta exposición sabiéndose aún sus letras de memoria. El peso de un artista que ha llegado mucho más allá.

Sus letras entre la ligereza y la picaresca, entre la burla y los ojos de una persona siempre curiosa del mundo hablan a veces de amor y a veces de historias del mundo como Futura, canción que relata la vida de dos enamorados al final de la Guerra Fría separados por el muro de Berlín. Futura, que además, se convirtió en nombre de moda en Italia cuando salió el tema en 1980.

En su carrera ha podido encontrarse con los mejores de la música, del arte, de la moda internacional. Junto a los objetos de su vida en la exposición podemos ver las fotos de todos los personajes que han estado a su lado: de Raffaella Carrá a Sophia Loren. También algunas cartas intercambiadas con Ennio Morricone que le enviaba textos en donde lo alababa y lo describía como “único”.

Amigos, las personas que han construido, abrazado y disfrutado más que nadie a Dalla, con el que solían pasar tiempo constantemente en su casa de Trastevere, siempre llena de gente. A uno de ellos, Giuseppe Rossetti, le escribió una de sus canciones más famosas L’anno che verrà (el año que vendrá) que comienza con un “caro amico ti scrivo” (querido amigo te escribo).

A su Bolonia natal, que quedó huérfana entre sus edificios rojos característicos tras su repentina muerte, le había escrito más de una canción. La más famosa es Piazza Grande (Plaza grande), tema en el que habla de un vagabundo peculiar que vive en la ciudad italiana. Allí, cuentan algunos de los testimonios de personas cercanas a Lucio que componen la exposición, era ya “el rey” entre sus amigos gracias a su personalidad bizarra. En ese lugar, en la actual Plaza Cavour de Bolonia, forjó su creatividad, inventaba historietas  y cuentos. La sera dei miracoli (la noche de los milagros), en cambio, la escribió en su época de Roma, una poesía abierta a la ciudad.

Cuenta el propio Dalla que estaba en su casa de Trastevere donde no conseguía la inspiración para escribir. Cogió el coche y empezó a pasear por la ciudad eterna en una noche donde cada escena le parecía un hechizo. Allí queda marca incluso de esa experiencia cuando en la canción dice “Qualcuno nei vicoli di Roma / Ha scritto una canzone” (alguien entre las callejuelas de Roma ha escrito una canción). Hablaba de él mismo.

Pero la canción que lo catapultó para siempre al estrellato fue Caruso. Escrita una noche en la que tuvo que pernoctar de forma inesperada en Sorrento en la habitación de un hotel en la que había estado antes el cantante de ópera napolitano Enrico Caruso. Ciudad, Nápoles, que le había generado siempre una fascinación casi mágica, en la canción repite la fórmula “ti voglio bene assaje” (te quiero mucho en napolitcano).

El cantante solía repetir: “No puedo evitarlo, al menos dos otres veces al día sueño con estar en Nápoles. Si puuediese ponerme una inyección, con dentro el napolitano, aunque costase 200.000 euros lo haría, para poder hablar y razonar como hacen ellos desde milenios”. Sorrento y su golfo se encuentran de frente a Nápoles, forman parte de su costa, un lugar al que Dalla viajaba siempre, estuviese en cualquier escenario de todos los que ha pisado en el mundo.