El pueblo ruso está harto. Harto de una guerra que ya está en camino de alcanzar los once meses y que le ha costado la vida a miles de personas. Para ellos, el único culpable es uno, Vladimir Putin. Desde la aprobación de la Ley Marcial jóvenes inexpertos son mandados al campo de batalla, muchos de ellos con un destino claro, la muerte. Este fue el final para al menos 89 soldados, que fallecieron en una de las contraofensivas más letales lanzadas por Kiev.
Todo ocurrió durante la celebración de Año Nuevo. Mientras Putin celebraba junto a sus allegados y altos cargos de su partido la llegada del 2023 en grandes y lujosos salones, los soldados rusos se dejaban la vida en las trincheras. Este grupo de soldados refugiado en un cuartel de Makiivka, una localidad de la región de Donetsk, encendió sus dispositivos móviles para hablar con sus familias. Pero este hecho supondría el final. Al cometer la llamada le estarían otorgando al ejercito ucraniano su posición, ventaja que no desaprovecharon. Kiev lanzó un ataque de misiles de precisión gracias al sistema de misiles Himars, suministrado por Estados Unidos.
El número de bajas alcanzó una gran magnitud, al menos 89 soldados según ha confirmado el Kremlin. Pero desde Kiev afirman que el número de fallecidos se elevaría a 400 ya que cerca de la escuela de reclutamiento se encontraba un almacén de municiones, que intensificó la explosión.
Esta masacre ha provocado el descontento del pueblo ruso, que está cansado de una guerra que está haciéndoles perder todo. La imagen de sus familiares, llorando y llevándoles flores, está dando la vuelta al mundo, levantando aún más es sentimiento de rechazo hacia Putin. Las críticas también llegan desde dentro de su partido. Algunos han denunciado las irresponsabilidades que está cometiendo el líder del Kremlin y las sumas derrotas que se les están acumulando a Rusia. Así como aseguran que se está ocultando la cifra de muertos reales en el conflicto.
Putin mientras tanto responde con mano firme, represaliando con dureza a todo aquel que ose cuestionar su autoridad. Su imagen también se ve cuestionada debido a los reclutamientos forzosos a los que somete al pueblo ruso, incluso en plena calle. Nadie puede librarse de ir a la guerra si es elegido, y mucho menos desertar. "Si alguien da marcha atrás lo asesinan", asegura un preso de una cárcel rusa, dónde el Kremlin también acude a reclutar nuevos soldados para la guerra.