Con la imagen del recibimiento multitudinario de los marroquíes a su selección de fútbol en las calles de Rabat este martes aún en la retina, varias son las lecciones y las preguntas que sugiere el inesperado éxito de ‘los leones del Atlas’ en el recién concluido Mundial de Qatar. Un campeonato que ha entrado ya a la historia colectiva de este país por varias razones que pasamos a desgranar.
1. La actuación de la selección marroquí ha supuesto una inyección de autoestima colectiva para Marruecos: por primera vez desde hace mucho tiempo la sociedad marroquí ha sentido orgullo por los logros de su país. El trabajo serio y riguroso da resultados en cualquier ámbito. Haciendo las cosas bien los marroquíes son capaces de competir de igual a igual con cualquiera. Los jugadores del combinado nacional lo han demostrado en el Mundial al imponerse en buena lid a las selecciones de Canadá, Bélgica, España y Portugal, países todos ellos superiores en renta y desarrollo humano a Marruecos. El meritorio cuarto puesto de ‘los leones del Atlas’ debe servir para superar ciertos complejos colectivos que arrastran los marroquíes y empujarles a actuar en un sano patriotismo en aras del bien común.
2. Tanto en las gradas de los estadios cataríes como en el propio Marruecos se ha producido una auténtica comunión entre jugadores y aficionados. Centenares de miles de personas se echaron a la calle en todos los rincones del Reino para celebrar los logros de la selección durante el campeonato. Miles de personas, a pesar de las estrecheces económicas del momento, viajaron hasta Qatar para alentar a sus jugadores (no pocos de ellos lo hicieron sin entrada para la semifinal). El predominio de aficionados marroquíes en las gradas de los estadios durante el Mundial creó una atmósfera mágica, cuentan los testigos y muestran las imágenes. Y, como colofón, este martes decenas de miles de personas volvieron a salir a las calles de la capital marroquí para brindar su homenaje final a los ‘leones’.
3. Ha sido el triunfo de la gente normal, de los ciudadanos de a pie. Más aún, ha sido el éxito –y el reconocimiento- de la nutrida diáspora marroquí en Europa (y, en menor medida, América del Norte), pues no pocos –hasta 14, un caso inédito en el torneo- de los jugadores del combinado marroquí nacieron en distintos países europeos, entre ellos España. Los sufridos migrantes marroquíes en el Viejo Continente, a menudo vinculados en los medios de comunicación a actos de vandalismo y disturbios callejeros o al radicalismo y el terrorismo, constituyen un colectivo fundamental –gracias al envío de remesas- para la economía nacional (en torno al 6,5% del PIB). Datos de 2020 apuntan a que más de cinco millones de personas con raíces marroquíes (los que en la terminología oficial se denominan MRE) residen entre la UE, Estados Unidos y Canadá fundamentalmente. La imagen de jugadores como Bilal El Khannouss o Hakim Ziyech abrazándose a sus madres en el césped de los estadios cataríes es la mejor metáfora de una sufrida emigración y de los valores familiares (no en vano el rey Mohamed VI insistió en recibir este martes no sólo a los jugadores sino también a sus progenitoras).
4. Se han roto barreras sociales. Podría argumentarse que ver en los cafés, restaurantes y otros espacios públicos a madres, hijas y abuelas juntas y en solitario vibrar con la selección nacional de fútbol no ha sido resultado del éxtasis colectivo por la actuación de los ‘leones’, sino solo un reflejo de los cambios sociales en curso en el país. Sea como fuere, la imagen del café como espacio exclusivamente masculino y vetado para las mujeres empieza, al menos en las capitales marroquíes, a verse superada por la realidad. Es aún largo el recorrido por la igualdad que tienen por delante las mujeres de Marruecos, pero lo visto durante el Mundial ofrece signos esperanzadores. Los esfuerzos del Estado y los cambios sociales que experimenta el país norteafricano apuntan en la buena dirección.
5. Y, en fin, la imagen de Marruecos ha experimentado, al menos transitoriamente, una importante mejora. Como probablemente solo el fútbol sea capaz de hacer, el Mundial ha puesto en el mapamundi al país magrebí, asociado a menudo en los grandes medios de comunicación mundiales a cuestiones negativas como la migración ilegal o el narcotráfico. El turismo, uno de los sectores más prometedores de la economía marroquí –aunque fuertemente golpeado por la pandemia en los últimos años-, debe capitalizar esta mejoría para atraer visitantes de todo el planeta. No basta con mostrar los innegables atractivos monumentales y naturales del país: es necesario de la parte de las administraciones un esfuerzo por mejorar la calidad de los servicios.
1. El Mundial ha acabado. Vuelve la realidad. El cuarto puesto de la selección marroquí en el campeonato no servirá para incrementar el PIB marroquí ni para reducir la pobreza y el analfabetismo. Según distintas estimaciones, la tasa de analfabetismo sigue situada en torno al 30%, y se concentra en medios rurales, las zonas más desfavorecidas y apartadas de las grandes inversiones públicas y privadas. La pandemia y la crisis económica han agravado las condiciones de vida para millones de marroquíes en los últimos meses. Con datos de octubre pasado del organismo estadístico nacional, Marruecos ha regresado a niveles de vulnerabilidad y pobreza de 2014. A pesar de que algunos estudios apuntan a un pequeño porcentaje de crecimiento del Producto Nacional Bruto asociado a la victoria final en los Mundiales de fútbol, no hablamos de incrementos sustanciales, por lo que no es de suponer que el estupendo cuarto puesto de los magrebíes vaya a impactar positivamente en la economía. Tampoco Argentina verá mejorar la suya ni reducir la corrupción de sus gobernantes por arte de magia tras la victoria de el pasado domingo en Qatar.
2. ¿El triunfo del fútbol base? Mucho se ha repetido en las últimas semanas que el buen hacer de los jugadores marroquíes se ha debido a la inversión de las administraciones en deporte base. Pero lo cierto es que ‘los leones del Atlas’ han recogido los frutos, en gran medida, del nivel de jugadores nacidos fuera de Marruecos y desarrollados futbolísticamente en las ligas europeas (siendo además el caso de los mejores del equipo). Al fin y al cabo, la selección roja y verde la forman un grupo de jóvenes que, teniendo en cuenta los estándares de la vida cotidiana en Marruecos, son unos auténticos privilegiados en relación con el común de la población de Marruecos, y obras de caridad puntuales o palabras de agradecimiento no mejorarán la vida colectiva de los marroquíes. Mención aparte merecen los esfuerzos de las distintas administraciones en los últimos años por fomentar el deporte en instalaciones de barrio con objeto no sólo de forjar a los campeones del futuro, sino de apartar a los jóvenes de los entornos más desfavorecidos de tentaciones religiosas extremistas o del consumo de drogas.
3. La inversión en deporte es importante para un país, pero más aún en educación y sanidad. Al menos hasta que se hayan alcanzado ciertos niveles de bienestar y desarrollo, dicta el sentido común. Mucho es el esfuerzo que tendrá que seguir haciendo en el futuro el Estado marroquí para erradicar, en primer lugar, el analfabetismo y elevar en su conjunto el nivel de la educación pública. Y, al tiempo, lograr un sistema de salud público de calidad. La inversión en deporte es siempre agradecida en tanto la cosecha en forma de éxitos luce en una dimensión incomparable con la de otros ámbitos. Pero un país es solo realmente rico cuando el común de sus ciudadanos goza de niveles educativos y sanitarios dignos y la vida colectiva se ve regida por el civismo y la concordia. Que el fútbol no sirva para correr una cortina de humo sobre las verdaderas preocupaciones y problemas del país.
4. Movilizarse para celebrar un buen resultado deportivo sí, pero también para otras muchas cosas como luchar por la mejora de las condiciones laborales, la igualdad, los derechos y libertades individuales o la calidad del Estado del Bienestar. No es este un ‘mal’ privativo de Marruecos, desde luego, pues lo mismo podría decirse de España en el mes de julio de 2010 o de Argentina mientras cerramos estas líneas. Los observadores reconocen que el buen hacer de ‘los leones del Atlas’ convocó en las calles de Tánger, Casablanca o Rabat a más personas que las protestas pro democráticas del Movimiento 20 de Febrero, la secuela marroquí de la Primavera Árabe, durante el año 2011. Los marroquíes tendrán que seguir luchando individual y colectivamente contra estereotipos negativos, tanto aquellos de los que son responsables como de los que no, en los próximos tiempos. Entretanto el Mundial de Qatar pasa definitivamente a la historia, aflora el Qatargate (y Moroccogate).
5. Al fin y al cabo, es sólo deporte. Y el fútbol, un juego que no mide el desarrollo humano ni los logros sociales, económicos, diplomáticos o educativos de un colectivo nacional. Un entretenimiento, no será este el lugar donde lanzar la última proclama contra la religión del deporte y la alienación de las conciencias, que sirve en Marruecos y el resto del mundo para alejar a los ciudadanos durante algún tiempo de sus preocupaciones y quehaceres cotidianos. Uno de los riesgos a partir de este prometedor momento en la historia deportiva de Marruecos es creer que lo que hasta ahora ha sido excepcional pueda convertirse en norma de la noche a la mañana. ¿Habrá continuidad? El tiempo lo dirá.