Vietnam no se achanta en sus reivindicaciones y le está echando un pulso a la República Popular de China frente a su expansionismo en el Mar de China Meridional. Un reciente informe ha confirmado que sólo en la segunda mitad de este año, el país del sudeste asiático ha realizado “obras de dragado y relleno en varios de sus puestos avanzados”, tal y como ha publicado Reuters esta semana. Los datos han sido ofrecidos por el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales de Washington (CSIS, en ingles) y hablan de 170 hectáreas de nuevos terrenos creados en los últimos seis meses. Con esto, Vietnam le ha ganado al mar una superficie total de 220 hectáreas en una década, una extensión muy inferior a la superficie creada por el gigante asiático, que sólo entre 2013 y 2016 era ya seis veces superior a la de sus vecinos del sur.
La importancia de la llamada ‘lengua de la vaca’ -como se define coloquialmente al Mar de China Meridional por la forma de su extensión- es mayúscula, ya que cuenta con rutas marítimas trascendentales, por contener yacimientos de gas y petróleo, porque alberga ricos (y sobrexplotados) caladeros para la pesca y por su valor estratégico en el tablero geopolítico. Por todas estas razones, los países bañados por sus aguas han enfocado gran parte de los esfuerzos de su política internacional en proteger su trozo del pastel. China y Taiwán comparten reivindicaciones después de que el Kuomintang (Partido Nacionalista de China cuyos miembros se retiraron a la isla de Formosa tras la victoria del Partido Comunista chino en la guerra civil) se llevara consigo los mismos argumentos que defienden su soberanía en alrededor del 90 por ciento de la extensión del mar. Además, Filipinas, Brunei y Malasia se unen a Vietnam -con grados de agresividad dispares- en la lucha por sus intereses en las aguas más codiciadas de la región.
Es tal la relevancia de la ‘lengua de la vaca’ que, según estimaciones del Ejército de Estados Unidos, China ha militarizado completamente al menos tres de los numerosos sistemas de atolones de coral e islotes que hay en la zona y los ha provisto con sistemas de misiles antibuque y antiaéreos, con equipos láser, con equipamiento de interferencia y con aviones de combate. Tras el gigante asiático, y como contrapunto, Vietnam es la siguiente nación más activa a la hora de crear superficies sobre arrecifes poco profundos en respuesta al expansionismo chino. Este conflicto de intereses en lugares específicos como las islas Spratly y Paracelso se ha convertido en el principal punto de discordia entre los dos países, especialmente desde la llegada de Xi Jinping al poder en 2012. Ha sido el actual presidente el encargado de ejecutar la promesa que ya realizó el anterior máximo mandatario, Hu Jintao, de convertir a su nación en una potencia marítima. El control en el Mar de China Meridional es clave para estas aspiraciones, aunque estas ambiciones choquen frontalmente con Hanoi y los países que toman partido el David de esta relación aún dominada por Goliat.
El Mar de China Meridional es en estos momentos una olla a presión en la que se producen constantes roces, provocaciones y muestras de poder entre todos los países que comparten sus aguas y otros con grandes intereses en el área como India, Japón o EE.UU.. A finales de noviembre, Taiwán protagonizó unos ejercicios militares a 600 kilómetros de las costas vietnamitas que fueron duramente criticados por el Gobierno de Vietnam. En mayo, China hizo lo propio con motivo de la visita de Joe Biden a Corea del Sur y Japón, siendo ésta una de las decenas de maniobras anuales que ejecuta el Ejército de Liberación Popular en la región, algunas de ellas en zona económica de exclusión marítima de naciones bañadas por la ‘lengua de la vaca’. Uno de los momentos más tensos vividos recientemente se produjo después de que un caza militar chino se acercara peligrosamente a un avión de las Fueras Aéreas de Australia que, según las autoridades australianas, estaba realizando un “vuelo rutinario de vigilancia marítima”. El caza chino “voló muy cerca” del costado del la aeronave agredida, “atravesó el morro” e incluso “soltó pequeños trozos de aluminio que fueron ingeridos por el motor del avión australiano”. En enero, uno de los alrededor de un cien ejercicios militares que EE.UU. lleva a cabo cada año en la región (aprovechando el caos de reclamaciones y aprovechando las que llevan a cabo países amigos como Vietnam) acabó con un accidente de uno de sus cazas. Quizás la situación más inquietante de la última década en la disputa por los diferentes puestos del Mar de China Meridional se produjo en 2014 entre China y Vietnam, cuando una plataforma petrolífera de Pekín comenzó a perforar en aguas de la zona económica exclusiva reclamada por Hanoi. Durante semanas, buques chinos y vietnamitas se hostigaron intensamente y parecieron estar al borde de la violencia. Este incidente es considerado como el más cercano a un conflicto armado entre ambos países desde el sangriento incidente del arrecife Johnson South en 1988, donde según estimaciones vietnamitas murieron 64 de sus soldados que trataron de proteger uno de los puestos militares de la nación del sudeste asiático en el Mar de China Meridional.
La importancia por controlar estos conjuntos de islas y atolones es vital para los países involucrados, y por extensión para los terceros que también tienen intereses en la región. La zona económica de exclusión corresponde a un área de 200 millas náuticas, por lo que dominar estas superficies otorga unos beneficios estratégicos y de exclusividad en la explotación que se antojan fundamentales. Por un lado, el Mar de China Meridional es uno de los más explotados en cuanto a la pesca, genera un estimado de mil millones de euros anuales y mantiene a cerca de cuatro millones de familias. Las tensiones son constantes en el conglomerado de reclamaciones que defienden los países que rodean el mar. Tener control de estas islas también otorga exclusividad en la explotación de recursos naturales como el gas y el petróleo. Relacionado con estos aspectos, como medida para garantizar la explotación de recursos, por cuestiones estratégicas y para ayudar a ejecutar las reclamaciones que están en un limbo legal, la presencia militar es otro de los componentes fundamentales de este control.
Vietnam reclama una porción significativa del Mar de China Meridional al tener 3.000 kilómetros de su superficie en contacto con sus aguas. Su argumento es que muchas de las cuentos de islas y corales fueron usados por sus pescadores durante siglos. Alegan también que durante el periodo de colonización de Francia. En 2009, las autoridades vietnamitas -junto a Malasia- presentaron una reclamación conjunta ante la Organización de Naciones Unidas. Malasia se basa en la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar y el principio de plataforma continental (parte de tierra sumergida). Se trata de una manera en la que las naciones extienden su zona económica de exclusión. Esto significa que las naciones pueden añadir hasta 350 millas náuticas de plataforma continental. Su argumento es que las islas Spartly que desean controlar eran parte del Imperio de Japón hasta 1945. Tras la Segunda Guerra Mundial, los nipones renunciaron a sus reclamaciones y esto permitió a Malasia anexionar algunos de estos atolones a su territorio. Brunei comparte reclamaciones con Malasia, con quien han tenido problemas durante su historia para definir de manera legal sus fronteras. Filipinas es el país más relajado en esta disputa, especialmente durante la etapa presidencial de Rodrigo Duterte. A pesar de ello, reclaman varias de estas islas a las que consideran parte de su archipiélago. Muchas de ellas están más cerca de su territorio que de cualquier otro de los países involucrados.
China, por su parte sustenta su argumento en la ‘línea de los nueve puntos’ 9 dash line, una delimitación original de 1930 creada por ellos mismos y sin aprobación internacional cuando el Gobierno de la por entonces República de China comenzó a delimitar sus reclamaciones territoriales en el Mar de China Meridional. Basan su puntos de vista en documentos históricos en los que se menciona que durante dinastías pasadas, gran parte del este y sureste de China eran parte de su dominio. Poco después de que fuera creada, China se vio envuelta en una guerra con Japón -al mismo tiempo que la guerra civil china-. Tras la victoria del PCCh el Kuomintang se exilió a Taiwán y con ellos se llevaron este principio tan controversial e unilateral.
La cantidad de conflictos de intereses repartidos en tantos niveles distintos convierten al Mar de China Meridional en la zona más tensa del Indo-Pacífico. Es tal la fragilidad que allí se vive y la dominancia de China, que EE.UU. tiene una presencia activa en esta parte del tablero geopolítico, un indicativo de todo lo que está en juego.