Argentina levita de la mano de Messi: un país paralizado por la final del Mundial contra Francia en Catar

  • Argentina se vuelca eufórica con la Albiceleste ante la posibilidad de ganar su tercera Copa del Mundo en Catar

  • Casi un 80% de los argentinos cree que el resultado del torneo influirá en el ánimo nacional en un país dividido social y políticamente

  • Messi ansía ascender el último escalón en su leyenda conquistando el título para una selección con la que no siempre vivió el idilio

Que la inflación no era la prioridad de Argentina, sino ganar el Mundial de fútbol, lo dijo la propia ministra de Trabajo Kelly Olmos hace un mes, al inicio del torneo. "Después seguimos trabajando con la inflación, pero primero que gane Argentina (...) un mes no va hacer la gran diferencia", afirmó. Tras la polémica creada por sus palabras (la tasa de variación anual del IPC supera el 92%), pidió disculpas. La anécdota refleja hasta qué punto Argentina, un país en el que el fútbol es religión, llegó con una misión a la Copa del Mundo de Catar, la última que jugará su astro Lionel Messi (35 años).

Un mes después de aquellas controvertidas declaraciones, la Albiceleste se juega el título en la final contra Francia. Roza la gloria. Y si Maradona llevaba la pelota atada al pie y Messi dentro de ese pie (como decía el escritor uruguayo Eduardo Galeano), podemos tirar de analogía y encontrar a todo un país dentro de ese balón que rodará en el estadio de Lusail.

A 13.000 kilómetros de Catar, el país latinoamericano se paraliza con el juego de la selección. Las imágenes de las celebraciones ofrecen una imagen de unidad y orgullo patrio. Un espíritu de euforia en un país dividido socialmente y en el que la polarización se ha acentuado con la condena, la pasada semana, de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner a seis años de cárcel por corrupción; un país que enfrenta la crispación política, la fractura de la alianza peronista en el poder y una desalentadora crisis económica que ha elevado las tasas de pobreza.

Pero estos días el gran fenómeno sociológico del fútbol se impone. El fútbol como elemento vertebrador, garante de una paz social -al menos transitoria- en un mes de diciembre que tradicionalmente se asocia con protestas (desde aquel en 2001 en el que se desencadenó la crisis del corralito).

Casi el 80% de los argentinos consideraba el pasado noviembre que los resultados del torneo influirían en el estado de ánimo nacional, según una encuesta de la Universidad de San Andrés. Un 36% creía incluso que podría tener un impacto en las elecciones presidenciales del próximo año.

Que la selección actúe como factor de cohesión en la victoria no es algo nuevo. Le pasó también, por ejemplo, a la Francia que en 1998 ganó su primera Copa del Mundo con un equipo diverso; el país apeló entonces al triunfo del modelo de su sociedad multicultural.

La Argentina hiperbólica

Y la Argentina se hizo hipérbole o a la inversa, con una hinchada fervorosa, pasional, intensa . "Nuestro Aladino eterno… zurda infinita de la Argentina", decía en referencia a la genialidad de Messi el periodista Victor Hugo Morales (el mítico narrador del "Gol del Siglo" de Maradona en el 86) durante la semifinal contra Croacia. "Argentina, en el pie de Messi", en definitiva.

El país está volcado con el liderazgo peleón de su capitán, su hambre, su entrega... Y hasta con esos nuevos malos modos airados, con ese Messi como imbuido del espíritu maradoniano. El ya célebre "¿Qué mirás bobo? ¡Andá pa allá!" que le espetó al holandés Wout Weghorst tras el partido de cuartos, se ha incorporado al repertorio nacional de chanzas y se ha convertido en eslogan de camisetas, tazas y todo tipo de merchandising.

La obsesión de Messi

Es el último Mundial sobre la cancha del astro argentino, siete veces Balón de Oro, y quiere alzar el único título que le falta. Pero no siempre tuvo un idilio con la Albiceleste. Hubo otro tiempo en el que las acusaciones de sus compatriotas de no implicarse lo suficiente con la selección o las comparaciones con el Dios Maradona pesaron demasiado. La presión le llevó a decir, tras perder una final en la Copa de América en 2016, que dejaba el equipo. El peso sobre sus hombros le resultaba insoportable.

Ahora la hinchada argentina corea a todo pulmón en su himno extraoficial (Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar): "En Argentina nací, tierra del Diego y Lionel...". Ambos astros, al mismo nivel. "Tierra de los niños de las Islas Malvinas, a quienes nunca olvidaré", sigue la letra. No falta la alusión a la guerra de las Malvinas y, por consiguiente, la asociación con la épica del triunfo contra Inglaterra en cuartos de final de México 86 (Mundial que Argentina acabó ganando; era el segundo, el primero fue en 1978 en casa, durante la dictadura de Videla).

"Diego nos está mirando desde el cielo. Él nos está empujando. Espero que siga así hasta el final", ha dicho ahora Messi en Catar. "La gente ha entendido que esto es algo que tenemos que disfrutar. Hicimos cosas extraordinarias: la Copa América, los 36 partidos invictos, una final del Mundial", ha repetido. La Pulga ha cerrado sus heridas con la Albiceleste. Entre ellas, la final que perdieron en la prórroga contra Alemania en 2014. Como Messi, Maradona también jugó dos finales y ganó una. Y el rosarino está convencido de que le ha llegado su turno, la hora de conseguir la tercera estrella para su país. También sería la tercera para Francia, la actual campeona.

Argentina, que empezó este torneo perdiendo contra Arabia Saudí (como le ocurrió a España en 2010 cuando se convirtió en Campeona del Mundo), acaricia con los dedos del pie su sueño. Y luego, cuando despierte, lo otro seguirá allí. Como siempre.

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