Marruecos sueña con hacer historia metiéndose en la final del Mundial
El país norteafricano aguarda temblando de ilusión que su selección complete la hazaña derrotando este miércoles a Francia en la semifinal de la Copa del Mundo de fútbol
Como el choque contra España de cuartos, la semifinal contra Francia será un partido cargado de simbolismo y connotaciones extradeportivas
Del fatalismo histórico a la euforia. De la falta de autoestima tradicional a la confianza ciega. Los marroquíes han pasado en diecisiete días, los transcurridos entre la contundente victoria de los ‘leones del Atlas’ a los belgas por dos goles a cero hasta hoy, de conformarse con hacer un papel digno, incluso con la mera participación en la fase final del Mundial, a estar convencidos de que el sueño no ha acabado aún. De que su selección va a ganarle a Francia.
"Falta sólo un pasito más: no puede ser que la baraka nos vaya a dejar ahora con la miel en los labios. Hay que creer y tener fe, y Marruecos es un pueblo piadoso. Si podemos recuperar a los jugadores lesionados, estoy convencido de que podemos ganar a Francia”, afirma el traductor y doctor en Filología española en la Universidad Autónoma de Madrid Abdelkhalek Najmi.
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La nueva religión de Marruecos -además de la otra, por supuesto, no interpreten mal- es la de los ‘leones del Atlas’, ejemplo de buen hacer y valores para el país todo, y su profeta es Walid Regragui, elevado ya a los altares estos días, su rostro afilado en todas las portadas y marquesinas y merchandising apresurado que aflora en los puestos de mercados del Marruecos entero. Como tantos otros marroquíes, marroquí de Francia y también de pasado español (jugó en el Racing de Santander). “Muchos han contribuido a este éxito, pero en primer lugar hay que destacar al entrenador, un hombre recién llegado que ha sabido unir a un grupo de futbolistas que se reparte entre Europa y Marruecos”, explica a NIUS el investigador, todo entusiasmo estos días, natural de Tánger y especialista en las relaciones hispano-marroquíes en el campo de la literatura.
Pero para llegar al éxtasis total hay que jugar un partido de fútbol del mayor nivel, y Marruecos se enfrenta este miércoles nada menos que a la poderosísima selección francesa, actual campeona del Mundo y quizá la máxima favorita para ganar esta edición del torneo. Los marroquíes saben que el éxito ha sido ya haber llegado hasta aquí, pero quieren más. Como se dice estos días: mazal, mazal.
Marruecos-Francia, (otra vez) más que un partido
Pues sí, otra vez más que un partido, porque se enfrentan por una plaza en la gran final dos países de historia y destino entrelazados, intrincados: Francia, la antigua potencia colonial, y Marruecos, antigua colonia gala a ratos francófila como ninguna y por momentos abiertamente hostil a París.
El partido deja partío el corazón a millones de franceses con raíces en Marruecos, como ocurrió hace unos días cuando la selección magrebí se enfrentó a la española. Los marroquíes son un componente esencial de la identidad francesa contemporánea, como lo francés es clave para entender el Marruecos moderno y actual. A pesar de la admiración que las élites marroquíes profesan al Hexágono, no acampa entre el común de los habitantes de este país una simpatía generalizada hacia los franceses. Como ocurrió en estas tres semanas en el resto de países europeos de la diáspora, en las principales ciudades de Francia la numerosa comunidad de origen marroquí festejó, con momentos de tensión y episodios de vandalismo incluidos, los logros del equipo norteafricano. Será el partido también del duelo entre Achraf Hakimi y Kylian Mbappé, dos amigos y compañeros en el PSG francés que también representan de alguna forma la compleja realidad de la Francia y el Marruecos actuales.
Aunque lo de los Estados es la defensa y la promoción de sus intereses, y Rabat y París serán capaces de arreglarlo –como la España de Sánchez solventó la crisis con Marruecos este año-, los dos países han vivido en los últimos meses momentos difíciles en sus relaciones diplomáticas. En el centro del problema –aunque no ha sido el único- se encuentra la decisión del Elíseo de reducir el número de visados que se conceden a los marroquíes, una medida que toca directamente los corazones de los marroquíes más humildes y necesitados. Se espera que Macron lo arregle con una visita a Marruecos a comienzos del año que viene.
¿Mejorará el país el éxito de estos futbolistas?
Los filósofos, los sociólogos, los escritores, los economistas marroquíes se han convertido en estos días inverosímiles en comentaristas deportivos. Conscientes del momento, todos quieren arrojar alguna clave del éxito, lanzar alguna enseñanza, dejar en piedra alguna sentencia. En una entrevista televisiva, Tahar Ben Jelloun, el más importante de los escritores marroquíes vivos, calificaba la victoria de los ‘leones’ de “deslumbrante, magnífica, elegante”. Ben Jelloun, en un ejemplo vital que ejemplifica la importancia de los lazos entre ex colonia y antigua metrópoli, dejó Marruecos para instalarse en Francia. Y su obra ha sido escrita en francés, no en árabe.
Por su parte, el veterano economista Ahmed Lahlimi auguraba en un digital local, Médias 24, que, como consecuencia del exitoso desempeño de los futbolistas magrebíes, “la próxima década será de crecimiento para Marruecos”. “Cuando una sociedad se regocija de su éxito y se ve reconocida unánimemente, toma consciencia del hecho de que puede triunfar. Ello tendrá una traslación en todos los dominios, sobre todo entre los jóvenes. Comprenderán que se puede ser héroe en la escuela, en la formación, en la economía”, asegura el director del organismo estatal de estadísticas marroquí, el Alto Comisariado de Planificación.
Que sus palabras resuenen. Que sean escuchen en los cafés antes del pitido inicial –y después del final- del partido de mañana. No conseguirá Marruecos convertirse en el país que sus sufridos vecinos sueñan fabricando en serie rutilantes triunfadores del balompié, sino profesionales educados. Antes que eso, sólo Marruecos será el país deseado -y para el que tiene mimbres- si es capaz de marcarle el gol definitivo al analfabetismo –en torno al 40% de la población aún-, que, en este caso, no se logrará con balones y porterías sino con el esfuerzo decidido de la administración y muchos cuadernos, pizarras y profesores. De momento, en fin, ya hay cosas buenas que le han pasado a este país al margen de lo estrictamente deportivo en estas templadas y –por fin- lluviosas jornadas otoñales. Uno, la recuperación de una cierta autoestima nacional que puede ser provechosa, decía el citado economista Ahmed Lahlimi, en otros terrenos.
Dos, la conquista de espacios vetados a las mujeres como los cafés, que son el escenario por antonomasia del frenesí intergeneracional de estos días, como subraya el sociólogo tangerino Mustafa Akalay. Y tres, la emergencia de un nuevo patriotismo popular y cívico del Rif al Sáhara sin necesidad de que sea espoleado desde las alturas.
Dos inesperados hechos, uno desgraciado y otro feliz, han despertado un inopinado sentimiento de orgullo colectivo entre los marroquíes en este 2022 que se termina: la lucha contrarreloj por salvar al pequeño Rayan, muerto tras caer en un pozo cercano a su casa en las montañas del Rif el pasado mes de febrero, y el desempeño de la selección de fútbol en el Mundial de Doha.
No corrige el éxito de los ‘leones del Atlas’, eso parece que no, la despiadada –y a ratos ridícula- rivalidad político-mediática que libran Marruecos y Argelia desde hace meses y que encuentra el Mundial como una excusa más para el lanzamiento mutuo de puyas y desprecios. En este sentido, los medios marroquíes se regocijaban en las últimas horas de el aparente cese del director de la televisión pública argelina por haber dado cobertura en uno de los informativos al triunfo del combinado de Regragui contra Portugal sin en cualquier caso citar por su nombre a Marruecos.
El sueño continúa. Por ellos, por los marroquíes, no quedará; se dicen centenares, miles los ciudadanos que han viajado hasta Qatar, huelga decir que para muchos hogares habrá sido el gasto del año y de la década, para estar mañana en la histórica semifinal, la primera de un equipo áfricano, árabe, magrebí. Leemos en las agencias que la aerolínea marroquí de bandera, Royal Air Maroc, ha programado treinta vuelos especiales desde Casablanca para transportar a los aficionados magrebíes. Una peregrinación aérea en toda regla no en esta ocasión con destino a La Meca, sino a Doha. El resto apoyará con la mayor ilusión que se recuerde desde el poniente árabe. Esa es la única verdad de esta nueva religión.