El dramático futuro del Sahel en la retirada occidental: terrorismo, golpes de Estado y hambrunas
Los grupos armados yihadistas, entre ellos entidades afiliadas al Estado Islámico y Al Qaeda, aprovechan el vacío occidental para ganar terreno en la extensa y despoblada región africana
Consumada la salida de las tropas francesas hace apenas unas semanas, Reino Unido y Alemania anuncian también su salida de Mali, centro durante casi una década de la estrategia occidental en la lucha contra el terrorismo
El ascenso de la violencia ya ha provocado casi cinco millones de desplazados y se está gestando una crisis humanitaria de extraordinarias dimensiones, según Naciones Unidas
La situación se agrava en el Sahel. Víctima del olvido tradicional y el hecho de que las necesidades más perentorias para la comunidad occidental se encuentren en estos momentos en otra parte, la región sahelo-sahariana y el conjunto del África occidental padece simultáneamente una crisis política –golpes de Estado y fin de los experimentos democráticos-, securitaria -ascenso de los grupos armados terroristas- y humanitaria –la violencia, la pandemia y la coyuntura internacional están gestando una auténtica catástrofe alimentaria. Las consecuencias no tardarán en dejarse sentir –ya está ocurriendo- en los países del Magreb, y en última instancia en el Mediterráneo y Europa.
La situación está empujando a las potencias occidentales más implicadas en la última década en los esfuerzos por garantizar la estabilidad y seguridad de la región como Francia –fundamentalmente-, Alemania o el Reino Unido a reducir sus contingentes militares y repensar sus respectivas estrategias para el Sahel.
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Mientras ello ocurre, el vacío lo aprovechan potencias como Rusia o Irán para promocionar sus intereses estatales y privados, y grupos yihadistas afiliados al Daesh o Al Qaeda para ganar terreno y debilitar a los distintos Estados de la región.
Lo advertía a finales del pasado mes de noviembre del presidente de Ghana, Nana Akufo-Ado, en presencia de otros jefes de Estado y gobierno de la zona y ministros de la UE: el ascenso de la insurgencia islamista en el Sahel es una amenaza para el conjunto de la región. De la misma manera su ministro de Seguridad Nacional, Albert Kan-Dapaah, admitía que la amenaza del extremismo estaba “más extendida de lo que se había pensado hasta ahora”.
El aviso tuvo lugar en la puesta de largo de la Iniciativa Accra, que reúne a varios países del África occidental –Benín, Costa de Marfil, Togo y la propia Ghana- en torno a la necesidad de aunar esfuerzos para tratar de poner coto al acenso de la violencia armada en un momento crítico.
“El escenario que se plantea en el Sahel para los próximos meses es peor que el actual dado que, al poner fin a la operación Barkhane, Francia se ha retirado de este escenario, Mali no consigue frenar el terrorismo yihadista con la ayuda del Grupo Wagner, sobre el que, a su vez, pesan acusaciones de estar cometiendo graves violaciones de los derechos humanos y los grupos yihadistas están expandiéndose cada vez más hacia el norte de los países del golfo de Guinea”, resume a NIUS la profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad de Málaga Pilar Rangel.
Los grupos terroristas ganan cada vez más terreno. En consecuencia los episodios de violencia contra la población civil aumentan en la región: “La técnica que utilizan los terroristas es afianzarse en las comunidades locales predicando e infiltrándose en las escuelas coránicas y se aprovechan de las reservas naturales protegidas para establecerse y esconderse”.
Con datos del pasado mes de julio, la situación humanitaria arroja un balance de casi cinco millones de desplazados en el conjunto del Sahel. Este mismo jueves los enfrentamientos entre grupos afiliados al Estado Islámico y Al Qaeda en el este de Mali dejaban decenas de fallecidos, según información de Reuters.
El revés de Francia en Mali
El ejemplo paradigmático del fracaso occidental es la retirada francesa de Mali, país que había sido el eje durante la última década de los esfuerzos de París para tratar de poner coto al ascenso yihadista. Creada a raíz de la intervención gala en el norte de Mali en 2013 para frenar el avance de las organizaciones de ideología islamista radical, la operación Barkhane acaba de concluir oficialmente –concretamente el pasado 9 de noviembre- sin pena ni gloria.
La salida gala del país africano no puede desvincularse del sentimiento antioccidental y antifrancés azuzado por la junta militar golpista que gobierna Mali desde la segunda asonada de mayo de 2021. La última decisión de las autoridades malienses en este sentido, el pasado 21 de noviembre, fue la prohibición de las actividades de las ONG financiadas o apoyadas por Francia, incluidos grupos de carácter humanitario.
“Nuestras intervenciones deben estar mejor limitadas en el tiempo (…) Por esta razón he decidido, de manera concertada con nuestros socios, oficializar hoy el fin de la operación Barkhane”, afirmó con motivo del fin oficial de la operación el presidente galo Emmanuel Macron. “Nuestro apoyo militar a los países africanos de la región continuará, pero según los nuevos principios que hayamos definido con ellos. Se llevará a cabo según la escala de cada país y según las necesidades que expresen nuestros socios”, proseguía el mandatario francés.
Los golpes de Estado registrados recientemente en Mali, Chad y Burkina Faso han debilitado las alianzas de París con sus nuevas autoridades, quienes han atizado los prejuicios atávicos contra la antigua colonia para forzar su salida. “En Burkina Faso la inestabilidad continúa con un intento de golpe de Estado la semana pasada, que podría ser el tercer golpe este año, y la francofobia se extiende allí cada día más, como en otros países africanos”, advierte Rangel.
“En los últimos cinco años, la estrategia de Francia se ha quedado atrapada en un modelo centrado principalmente en la acción militar en países como Burkina Faso, la República Centroafricana, Chad y Mali, con pocos recursos para nuevas estrategias de política exterior. La estrategia de seguridad de Francia ha ignorado las dinámicas políticas y sociales en el Sahel”, escribe el especialista del think tank Carnegie Endowment Corentin Cohen en un paper sobre la estrategia francesa en la región publicado este verano.
“Además, ha impedido que Francia haga lo suficiente para evitar que los militares de Chad o Mali intervinieran y derrocaran a sus líderes en golpes de Estado”, prosigue Cohen, también investigador del Departamento de Política y Relaciones Internacionales de la Universidad de Oxford. En torno a 3.000 soldados franceses permanecerán en Níger, Chad y Burkina Faso aunque sólo actuarán en coordinación con los Ejércitos de estos países, nunca de manera independiente, recogía la BBC el pasado 9 de noviembre.
Reino Unido y Alemania siguen los pasos
No sólo se marcha Francia. También Alemania y Reino Unido abandonan la misión de paz multinacional de la ONU en Mali (MINUSMA), establecida en 2013 al tiempo que la operación Barkhane. El ministro británico de Defensa James Heappey admitía el 14 de noviembre pasado en el Parlamento que la salida se producía “antes” de lo previsto. Aunque con un contingente modesto, unos tres centenares de soldados, el Reino Unido ha contado con presencia militar ininterrumpida en el país africano como parte de la misión de Naciones Unidas para la lucha contra el yihadismo.
El Gobierno federal alemán, por su parte, anunciaba el 22 de noviembre su intención de comenzar a retirar sus tropas de Mali en el verano de 2023, con vistas a completar la operación un año más tarde. Hay un millar de soldados germanos en la zona norte del país saheliano trabajando junto a la MINUSMA. El día 11 del mismo mes Costar de Marfil informaba a Naciones Unidas la retirada de sus 900 soldados de la citada misión.
“No tenemos estrategia para el Sahel. Todo lo que nuestro Ejército hace allí lo hace junto a Francia, siempre en la retaguardia. Hay un paralelismo para Alemania con lo que ocurrió en Afganistán”, explica a NIUS en condición de anonimato un experto alemán en gobernanza con experiencia en la región.
“Hay un debate en el seno del Gobierno alemán entre el Ministerio de Defensa y el de Exteriores sobre qué estrategia seguir en Mali. Por ahora el ganador de la pugna es el primero, que defiende la salida del país, mientras que Exteriores era más partidario de no dejar un vacío que pudiera ser aprovechado por otros países como Rusia”, prosigue el especialista alemán.
Rusia: Wagner ocupa el vacío
El vacío creado por la salida francesa y alemana lo viene ocupando en el África saheliana y occidental desde hace ya varios años Rusia, invitada de honor de Estados como Mali. La estrategia de Moscú combina la acción del Estado con la privada en busca de mayor influencia en los gobiernos de la región y de aprovechar las innumerables oportunidades de negocio que ofrece esta zona del continente. A la cabeza de la acción rusa se encuentra el Grupo Wagner, una empresa privada formada por mercenarios presente en suelo africano desde más de cinco años.
A iniciativa de las autoridades locales, incapaces de poner coto a la actividad de los grupos armados, la organización rusa, nacida en 2014, se ha desplegado en países como Mozambique o Sudán (2017), la República Centroafricana (2018), Libia (2019) y Mali (2021). Según una investigación del Wall Street Journal, los combatientes de Wagner en Mali están implicados en al menos seis masacres desde el pasado mes de marzo.
Níger toma el relevo de la estrategia occidental
La salida de Mali ha obligado a los países occidentales más implicados en la región a poner las miras en Níger, víctima del terrorismo desde 2014, como nueva plataforma desde la cual seguir combatiendo la expansión del extremismo. “El papel de Níger para la seguridad de la zona va a ser cada vez más importante en los próximos años”, admite a NIUS el responsable del programa regional para el Sahel del think tank alemán Konrad Adenauer Stiftung.
“Níger, explica a NIUS Pilar Rangel, es el nuevo centro de operaciones en la lucha contra el terrorismo yihadista, pero evidentemente el hecho de haberse replegado Francia hacia el sur hace que toda la parte norte de Mali y Burkina Faso quede libre para que los yihadistas actúen de forma libre y sin control. Igualmente países como Mauritania y Senegal empiezan a blindar sus fronteras ante el avance yihadista sin control”, admite Rangel a este medio.
“El Sahel necesita desesperadamente una nueva estrategia, menos centrada en operaciones militares y en la cual estas operaciones se subordinen a una estrategia política más amplia, potencialmente que incluya compromiso con los líderes militantes”, se afirmaba en un reciente informe del directorio para el Sahel del International Crisis Group.
Falta de esa estrategia para el conjunto de la región sahelo-sahariana, no sobrada de recursos y centrada en la crisis económica y el problema energético a las puertas del invierno, la UE ha optado, grosso modo, por la inacción. Por verlas venir. Las consecuencias no tardarán en manifestarse.