Lecciones afganas para el Sahel
La eliminación por parte de las fuerzas francesas del líder de la rama de Daesh en el Sáhara no oculta el hecho de que París se repliega en Mali
El vacío occidental en la región africana está siendo aprovechado por Rusia y Turquía, con un decidido interés estratégico en el continente
La reciente eliminación en Mali del líder del Estado Islámico en el Gran Sáhara con un dron teledirigido por las fuerzas francesas ha servido, entre otras cosas, para recordar que en la batalla mundial contra el terrorismo yihadista no solo ha de preocupar Afganistán, pues la situación es cada vez más grave en las arenas del desierto saheliano, que están, además, mucho más cerca de Europa que las escarpadas montañas que vuelven a controlar los talibanes. Además, las similitudes entre los dos escenarios obligan a trazar similitudes y a anticiparse a los riesgos.
La victoria de los fundamentalistas en Afganistán frente a las fuerzas occidentales está sirviendo ya de indudable estímulo para los yihadistas en tierras africanas. La mejor manera de animar a la tropa. No en vano, los socios de Al Qaeda en el Sahel y en el Magreb (el Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes y Al Qaeda en el Magreb Islámico) felicitaron a los talibanes en un comunicado conjunto asegurando que la yihad es “la única vía para sacar de la humillación a la comunidad musulmana” y “pasar de la dependencia al liderazgo y avance”. Los servicios de Inteligencia españoles prevén el aumento de la propaganda favorable a los talibanes por parte de grupos vinculados a Al Qaeda.
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El pasado día 15 de septiembre el presidente francés Emmanuel Macron se felicitaba por la muerte del número uno del Estado Islámico en el Gran Sáhara Adnan Abou Walid al Sahrawi –que se había registrado un mes antes, a mediados de agosto- a través de un tuit. “Se trata de un nuevo éxito mayor en el combate que libramos contra los grupos terroristas en el Sahel”. Además, en otro mensaje, tras homenajear a los “héroes” caídos de su país, el jefe de Estado galo aseveraba que “el sacrificio no es en vano”. “Con nuestros socios africanos, europeos y estadounidenses proseguiremos este combate”, avisaba.
Lo cierto es que, a pesar del aparentemente aún firme compromiso de Macron con la región, Francia ha reducido ya su presencia en Mali. De los 5.100 soldados llegados merced a la conocida como operación Barkhane al país africano, en menos de año y medio serán la mitad. Macron lo ha advertido, por otra parte: “Francia no tiene la vocación, mucho menos la voluntad, de quedarse para siempre en el Sahel”. Recordemos que Mali está gobernado por una junta militar tras producirse dos golpes de Estado en menos de un año.
La operación Barkhane
La opinión pública francesa ve inútil y dolorosa la doble pérdida en vidas -55 militares galos han fallecido en los últimos ocho años- y recursos financieros -2,5 millones de euros diarios- que ha acarreado la operación Barkhane sin que se atisben éxitos a medio plazo. Por si fuera poco, periódicamente se registran en Mali manifestaciones pidiendo la salida de las tropas francesas.
Recordemos que la operación Barkhane comenzó en agosto de 2014 tomando el relevo de la operación Serval. Francia acudió en auxilio de Mali, víctima primero de una rebelión tuareg primero y del ascenso de milicias asociadas a Al Qaeda después, para tratar de poner coto a la expansión yihadista. En la operación militar toman parte también tropas de Burkina Faso, Níger y Chad.
El golpe contra el liderazgo de la organización terrorista –en dos años la cúpula de Daesh ha sido eliminada- no oculta, en fin, el preocupante futuro que aguarda a la región saheliana, con Estados fallidos incapaces de defender sus territorios, debilitados por las divisiones étnicas internas y fracasados en sus tentativas de ponerse de acuerdo, y con una comunidad internacional que sigue sin tomarse en serio la amenaza de seguridad. En resumen, desde Mauritana al Chad pasando por Mali, Burkina Faso y Níger, grupos terroristas afines al Estado Islámico y Al Qaeda se expanden –y pelean por la hegemonía- a costa de los Estados de la región y la población civil.
El secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, avisaba recientemente del riesgo de que el Sahel se vea abocado a una situación semejante a la afgana en los próximos tiempos. “Hay un peligro cierto. Los grupos terroristas pueden sentirse entusiasmados e incrementar sus ambiciones respecto a lo que veían posible hace solo unos meses”, afirmaba el portugués.
Por ello, el máximo responsable de la ONU llama a “reforzar los mecanismos de seguridad en el Sahel”. “No se trata solo de Mali, Burkina o Níger, ahora ya hay infiltraciones en Costa de Marfil y en Gana”, alertaba el secretario general de Naciones Unidas. Para Guterres es imprescindible “una fuerza africana antiterrorista”; una propuesta apoyada por Francia y vetada por Estados Unidos con pocos visos de ver la luz algún día.
Los temores son similares en Mali. En declaraciones a EFE, el vicepresidente del Alto Consejo Islámico de Mali, Ibrahim Kontao, llama a evitar un escenario parecido al de Afganistán -consumada la salida total de las tropas occidentales a finales del pasado mes de agosto-, hoy en manos de los insurgentes fundamentalistas. "Los talibanes consiguieron expulsar a las fuerzas extranjeras, eso es algo que no podemos imaginar en Mali". A diferencia del país centroasiático, recuerda, una parte de los combatientes que operan en Mali son foráneos.
Expansión yihadista sin freno
La realidad es que desde 2015, el Estado Islámico en el Gran Sáhara (EIGS) se ha venido expandiendo por Burkina Faso y Níger, donde ha llevado a cabo centenares de ataques a civiles y militares. Según las autoridades galas, la entidad terrorista ha causado la muerte a entre 2.000 y 3.000 personas desde 2013.
En el vasto territorio africano pelean, además, entre sí por la hegemonía fundamentalmente dos entidades:
- el Grupo de Apoyo al Islam y ,
- los Musulmanes (GAIM o JNIM, en sus siglas en árabe), una alianza yihadista formada en 2017 y leal a Al Qaeda, y el citado EIGS. Los combatientes leales a Al Qaeda llevan años buscando el apoyo popular, mientras el EIGS asesina indiscriminadamente a las poblaciones rurales, especialmente en la triple frontera entre Mali, Níger y Burkina Faso.
En este último país perdieron la vida, entre otros, los periodistas españoles David Beriáin y Roberto Fraile el pasado mes de abril a manos de fuerzas pertenecientes al citado JNIM.
Según el especialista del Real Instituto Elcano Sergio Altuna, tras haber sido golpeada exitosamente por las fuerzas francesas, “la restructuración de los escalafones superiores de su organigrama [en referencia al Estado Islámico del Gran Sáhara] resultará en la mengua de su componente norteafricano/saharaui en favor del saheliano”. Aunque el poder para golpear del EIGS se verá limitado en los próximos tiempos, los especialistas no creen que estemos ante el fin de la organización.
Entre los ataques terroristas perpetrados en Mali, Níger y Burkina perdieron la vida al menos 2.400 personas en 2020, según datos del Armed Conflict Location & Event Data Project. Con arreglo a datos de Naciones Unidas, el conflicto en la región africana ha obligado a desplazarse a cerca de 700.000 personas.
Por otra parte, la situación de inestabilidad que vive Libia en los últimos años facilita, sin duda, las cosas a las distintas entidades yihadistas que operan en la zona, pues el país extenso magrebí –que solo ahora comienza a ver estabilizarse su panorama político tras los seis años de guerra civil (2014-2020)- comparte porosa frontera con Chad, Níger, Túnez y Argelia. En este último, sus autoridades, conscientes de los riesgos para la estabilidad del país con mayor superficie de África aprobaron recientemente una reforma constitucional que faculta al Ejército actuar fuera de sus fronteras.
Las ambiciones africanas de Rusia y Turquía
En geopolítica, como en otros órdenes de la vida, el vacío lo ocupan siempre otros. El que deja Francia tiene, entre otros, a dos pretendientes fuera de la órbita occidental: Turquía y Rusia.
Las ambiciones africanas de Rusia no son nuevas, pues se remontan al período soviético. Según la agencia Reuters, Moscú y Bamako se encuentran a punto de firmar un acuerdo para la cooperación de la milicia pro-rusa Wagner y la junta militar en el poder en Mali para el entrenamiento de las tropas del país africano, que implicaría la llegada de un millar de mercenarios rusos. En 2019 los dos países habían suscrito ya un acuerdo de colaboración militar.
Por ahora, Francia tiene claro que no tiene intención de cooperar con la entidad paramilitar. El ministro galo de Exteriores Jean-Yves Le Drian calificaba de “absolutamente inconcebible” la colaboración entre las fuerzas francesas y los combatientes rusos del grupo Wagner. La UE amenazaba este jueves con poner fin a la operación militar comunitaria en Mali si Bamako contrata a mercenarios rusos.
La realidad es que un sector de la población maliense ve cada vez con mejores ojos la presencia rusa en el país. “De parte de la junta maliense, es un golpe maestro que permite seducir a una parte de la opinión pública y afirmar la independencia del poder. En este contexto en el que Francia prepara una reducción gradual de su personal militar, los malienses juegan con la rivalidad franco-rusa para incrementar sus apuestas. Sin embargo, creo que esta estrategia tiene sus límites porque Rusia no está interesada en luchar contra los terroristas en el Sahel", explicaba a France 24 la politóloga y presidenta del African Security Secteur Network Niagalé Bagayoko.
Por su parte, Turquía viene desplegando desde 2005 una estrategia de expansión africana impulsada por su presidente Recepp Tayipp Erdogan. La creciente presencia turca en Mali y el Sahel, como ocurre en el caso ruso, no cuenta con el rechazo de la población local, que ve más vínculos entre la república cada vez más islamizante de Erdogan y la región.
“Entre la población del Sahel, Turquía atesora buena voluntad. Muchos la han saludado como un actor internacional poderoso con el que tienen más cosas en común que con Europa, Rusia o China y del que tienen mucho que ganar. Ven a Turquía menos despótica que la UE o Francia, y como un socio con intereses similares”, escribe la consultora especializada en el Sahel del International Crisis Group Hannah Armstrong. Con todo, la implicación económica turca palidece al compararse con la europea y occidental y por el momento no hay pruebas de una cooperación militar con Mali más allá de la asesoría, como tampoco del fomento sistemático de movimientos islamistas en la región.
“Con la presencia del grupo ruso Wagner, se anticipa la salida de Francia y la UE de Mali. Hay un cambio de actores, como ha ocurrido en Afganistán. Es como juego de tronos. Y todo está muy negociado y pactado”, afirma a NIUS la profesora de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales de la Universidad de Málaga Pilar Rangel, experta además en terrorismo yihadista.
Europa: sin estrategia global de fondo
En definitiva, cambio de actores, pero idéntica ausencia de estrategias globales. “Frente a ese sostenido esfuerzo militar, y a pesar del escaso resultado cosechado a lo largo de estos últimos años, sigue brillando por su ausencia un empeño nacional y multilateral, al menos simular, en el terreno del desarrollo social, político y económico para atender a las causas estructurales que alimentan el yihadismo (añadido a otros tipos de violencia local no menos preocupantes).
Nunca se terminará con esa violencia por vía policial o militar”, advertía hace algo más de un año en un artículo el especialista del Real Instituto Elcano Jesús A. Núñez Villaverde. El sombrío panorama que se cierne sobre Afganistán veinte años después del derrocamiento talibán debe servir de recordatorio a la comunidad internacional de que el polvorín saheliano puede estallar definitivamente más pronto que tarde.