“Ahora dicen que el puente sobre el estrecho de Messina podría causar problemas a las aves que se estrellarían contra la estructura, pero los pájaros no son tontos, volarán evitándolo”, dijo Salvini hace tan solo unos días respondiendo a las polémicas que rodean la construcción del faraónico puente de Messina, que uniría la isla de Sicilia con la península italiana. Una distancia de poco más de tres kilómetros que ha sido protagonista de la política italiana de las últimas décadas. Hace tiempo que el líder de la Liga lleva por bandera la construcción de esta estructura que defendió tanto en campaña electoral y que ahora monitoriza desde su Ministerio de Infraestructuras. Precisamente en la jornada del martes visitó Bruselas para poner en marcha la burocracia necesaria para dar luz verde al proyecto. Y precisamente desde la UE han llegado señales de apertura, la conservadora Adina Ioana Valea, comisaria europea de Transportes, ha anunciado su voluntad, y la de la Dirección General de Movilidad y Transportes, de apoyar al Estado italiano en los costes de la primera fase de construcción de la obra, es decir, el estudio de viabilidad técnico y económico.
Una construcción que el propio Salvini ha ya explicado que costaría más no hacer, a este punto de la historia, que conseguir que fuese construida. De hecho los costes del trazado de este puente le han costado ya al Estado italiano más de mil millones de euros sin que fuese colocada ni tan siquiera una piedra en más de cincuenta años. Cinco décadas lleva este proyecto en las mesas de diferentes Gobiernos que han intentado llevarlo a cabo, pero una gran falta de concreción política, la lentitud agónica de la burocracia italiana y el freno de las advertencias medioambientales han formado una barrera que ahora el centro derecha sueña con romper. Según el líder la Liga, ministro y vice premier Matteo Salvini, es posible empezar las obras en poco tiempo, a pesar de que advierte que no sea posible ver el trabajo final en esta legislatura.
El proyecto nació hace un siglo, cuando empezó a hablarse de una obra “milagrosa” que eliminase las distancias entre Sicilia y “la otra Italia”. Desde entonces fue y volvió del discurso político, la quiso Berlusconi en sus varios Gobiernos, la desechó, por ejemplo Mario Monti en su Ejecutivo caracterizado por la austeridad. Pero durante todo ese tiempo fue creada una sociedad ex profeso para hacerlo posible. Un bolsillo roto para el Estado que tuvo que mantenerla a pesar de las pérdidas porque era, en muchos casos, más costoso el cierre o la liquidación. Esos tres kilómetros los que separan en el estrecho de Messina, la punta siciliana con la punta peninsular de la región de Calabria, siguen como eran hace tantos años pero han costado como una gran obra. Ahora en los presupuestos presentados por Giorgia Meloni y su Gobierno recientemente, y que tendrán que aprobarse en las próximas semanas, figura la norma que tendría que reactivar dicha sociedad.
Pero las emergencias medioambientales no cesan en un año en el que Italia ha vivido casi una alerta al día y varios fenómenos medioambientales extremos como las recientes riadas en Ischia. Debajo de donde debería construirse el puente está la falla tectónica Messina-Taormina, una de las más grandes en Europa que podría causar una catástrofe. Además toda la fauna y flora de la zona quedaría arrasada, a pesar de los comentarios de Salvini, dicen las principales asociaciones ambientales como Legambiente que reclama que "los sicilianos se merecen proppuestascreíbles" . Alertas que el propio alcalde de Messina repite desde hace años, Renato Accorinti ha explicado en más de una ocasión que esta obra es inadecuada señalando que los problemas de esa zona, y de la isla en general, son otros.
Cuando Accorinti habla de "otros problemas" se refiere a un aspecto vinculado a las infraestructuras que subyace en toda esta historia. Lo señaló el presidente de Confindustria, Carlo Bonomi, recientemente en un encuentro con la prensa internacional. “Es una de las obras de infraestructura más importantes del país, no es un problema técnico construirla, debe ser parte de un proyecto integral, de lo contrario no funcionará”, explicó. “Si se construye el puente sobre el estrecho y luego no se continúa con la construcción de otras obras de infraestructura, el proyecto no funciona. De Palermo a Catania todavía son horas y horas, yo fui hace unos días, son viajes de esperanza”, añadió Bonomi. Aspecto, el de la insuficiente infraestructura del sur que Italia acarrea desde hace décadas, que señala también la periodista de Mediaset Italia Valentina Petrucci. “Más que el puente, hacen falta otras conexiones. Para ir a de Messina a Palermo, dentro de la propia isla, hay que hacer cuatro horas y media de coche. Un escándalo porque no hay alta velocidad. Es un recorrido que tendría que llevar dos horas”, explica. “Para cruzar ya existe el barco al que le lleva solo 20 minutos y luego la opción de subir en el tren que también va en el barco”, explica.
Attilio Bolzoni es un histórico periodista siciliano, primero para el periódico Repubblica y ahora para Domani, comparte con NIUS sus impresiones sobre este tema que ha sido siempre cercano para él. “Desde que era niño recuerdo hablar del puente en el estrecho. Es una cosa que ya querían hacer los romanos, hace dos mil años, siempre ha sido una ambición. Hay dos aspectos importantes: el primero es que siempre pensé, a nivel sociológico, que podría borrar la identidad de los sicilianos, italianos e isleños. El segundo es que, aunque es una gran obra de infraestructuras, no hace realmente falta. Es inútil teniendo en cuenta todo lo que falta por desarrollar en tierra firme, carreteras imposibles para atravesar la isla, por ejemplo”, explica. Además, relata Bolzoni, el rito de todo siciliano de comerse una arancina, masa de arroz y ragú rebozada como una croqueta, en el ferry que cruza el estrecho terminaría para siempre si la faraónica y costosa obra italiana consigue realizarse. Algo de lo que el periodista tiene, a pesar de la certeza del Gobierno, grandes dudas.