La tensión ha estallado en China a través de una multitud de trabajadores de la mayor fábrica de iPhone del país. Una auténtica revuelta laboral, motivada por el retraso en el pago de los salarios, así como por las duras condiciones de confinamiento impuestas en la planta por el covid, han terminado de dinamitar los ánimos con una rebelión que ha dejado imágenes de verdadera violencia. Entre ellas, la de un grupo de las fuerzas de seguridad, ataviadas con sus EPI, golpeando a un ciudadano en el suelo.
Entre gritos, golpes, empujones, amenazas con barras y palos, lanzamientos de vallas y todo tipo de objetos, trabajadores y agentes del orden se han enfrentado en el marco de una violenta protesta con epicentro en Zhengzhou, el lugar donde Apple tiene la mayor sede de fabricación de iPhone de todo el país.
Enfurecidos, los empleados clamaban el pago de los salarios atrasados, al tiempo en que escenificaban un hartazgo cada vez mayor entre buena parte de la ciudadanía por la tolerancia cero contra el covid que mantienen las autoridades.
Con los confinamientos más estrictos, el pasado mes llegaron a cerrar la fábrica con empleados dentro por el aumento de casos de SARS-CoV-2, algo que motivó que algunos intentasen escapar para marcharse a sus casas.
Ahora, el resultado de todas estas actuaciones ha acabado en rebelión.
Por si fuera poco, la situación está lejos de ser controlada. Aunque a nivel local desde la fábrica han dado marcha atrás, ofreciendo generosas indemnizaciones para los que quieran irse antes de que la ciudad, de 10 millones de habitantes, quede confinada por el coronavirus, los casos de covid siguen aumentando en China.
Tanto es así que el país, de hecho, ha marcado su récord diario de contagios desde el inicio de la pandemia; el peor dato desde que arranco la pesadilla en Wuhan, y todo pese a sus estrictos protocolos.
En concreto, el Ministerio de Sanidad ha informado de 29.754 nuevos positivos, por encima de los 28.973 detectados a mediados de abril, en pleno confinamiento de la megaurbe de Shanghái.
Con las cifras disparadas, la tensión no deja de crecer. En Pekín, las restricciones afectan a varios barrios, mientras que las autoridades han optado por reducir la movilidad social cerrando escuelas, parques o museos, entre otros lugares públicos.