Trump presenta su candidatura presidencial para 2024 y aumenta la división del Partido Republicano
El país ahora no es el mismo que acogió su propuesta hace seis años
El magnate ya ha comenzado la campaña contra sus adversarios
Los conservadores están fracturados por primera vez en mucho tiempo
Donald Trump ha vuelto. Y lo ha hecho fiel a su estilo, pasando por alto la decepción por los cortos resultados obtenidos en las recientes elecciones de medio término, donde los conservadores pensaban haber conseguido ambas cámaras. Con la voz desgastada, su corbata roja habitual y el semblante serio, el magnate anunció desde su mansión de Florida la intención de seguir con el guión que ya se había marcado desde hacía tiempo: presentarse como el salvador necesario de un país a la deriva, según el universo MAGA (Make America Great Again, su eslogan habitual de campaña electoral).
Su discurso, de poco más de una hora, cubrió el espectro esperado: críticas a la “izquierda fallida radical” y a Biden, elogios a su anterior mandato, anuncios de cambios en el proceso de las votaciones y endurecimiento de las leyes migratorias, entre otras cosas. Todo entre vítores de los asistentes antes de acabar con las palabras “juntos haremos América poderosa, rica, segura, gloriosa y grande de nuevo”.
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Pero en ningún momento hubo lugar para la reflexión acerca de los resultados electorales o de su respaldo a los candidatos más radicales de los comicios que fueron rechazados por la ciudadanía. Algo que era de esperar en un Trump que en estos momentos está más centrado en promocionar sus intereses, que en solventar la división entre los que aún le veneran y los que piensan que ya es momento de pasar página a su figura.
Derrota
De hecho, la idea inicial del ex presidente de presentarse como opción triunfal a la Casa Blanca, tras una holgada victoria republicana en las midterm, ha tenido que ser modificada tras la constatación de que los resultados no fueron los esperados. Su candidatura a las elecciones de 2024 no es más que el intento de mantener un poder que ya no tiene. Ni el partido le respalda unánimemente, ni los votantes le han dado el apoyo suficiente, lo cual se ha manifestado en el fracaso de varios de los candidatos al Congreso que se postulaban bajo su respaldo. Fue el caso de Mehmet Oz, Adam Laxalt y Blake Masters, candidatos al Senado que perdieron ante sus oponentes demócratas en Pensilvania, Nevada y Arizona, respectivamente.
Pero para el expresidente lo más duro estaba por llegar: ver cómo aquellos conservadores que decidieron distanciarse de su figura sí consiguieron la reelección. Fue el caso de los gobernadores Mike DeWine (Ohio), Chris Sununu (New Hampshire), Brian Kemp (Georgia) o Ron DeSantis, el gobernador de Florida que ha llegado incluso a ganar en Miami Dade, un feudo demócrata donde los republicanos no se imponían desde hace 20 años. Esto ha convertido a DeSantis en el gran rival del empresario neoyorquino, quien ya ha comenzado una campaña de descrédito contra el gobernador.
Inicios
Todo indica que la situación tanto de Trump como la del partido no es la misma que en 2015, cuando se postuló como presidente por los republicanos. En ese momento el país se encontraba en plena ola migratoria, una de tantas que han contribuido a modificar el panorama demográfico y cultural norteamericano. Un fenómeno que fue utilizado por algunos políticos y medios de comunicación conservadores para crear un mensaje de temor por la pérdida de identidad y los valores estadounidenses, que proporcionaron un terreno fértil para que Trump surgiera como el salvador del America First.
La ilusión por un Trump recién llegado, que no pertenecía a la élite política, emergió para tranquilizar a la América rural y blanca, a cuyo voto se sumó el de los evangélicos, los menos cualificados académicamente y los más adinerados. Una amalgama que en 2016, contra pronóstico, dio lugar a la victoria de Donald Trump sobre Hillary Clinton, llevándole en volandas a la Casa Blanca.
División
El escenario ahora, sin embargo, es muy diferente. El Partido Republicano está debilitado y aunque se hará en breve con la Cámara de Representantes, lo que otorga un respiro, los conservadores no dispondrán de una mayoría suficientemente holgada para hacer una oposición sin fisuras. Además de las desavenencias entre Trump y DeSantis, ya se avistan diferencias entre Kevin McCarthy, que se ha postulado como presidente de la Cámara de Representantes, y otros aspirantes al puesto como el congresista por Arizona, Andy Biggs.
Y todo ello mientras de fondo aún resuenan las acciones de miembros históricos del Partido Republicano, como Liz Cheney, que forma parte del comité selecto de la cámara baja que investiga las acciones del magnate en relación con el asalto al Capitolio. Especialmente las menciones de la carta donde se recogen “las evidencias abrumadoras, incluso de docenas de miembros del personal designados (por Trump), de que orquestó y supervisó personalmente el esfuerzo de diferentes implicados para anular las elecciones presidenciales de 2020 y obstruir la transición pacífica de poder”.
Asuntos con la justicia
Ademas están sus diferentes problemas con la justicia, que son numerosos y variados. Desde la investigación criminal a la que se enfrenta por presentar electores falsos en los comicios de 2020, al juicio por fraude tributario a su entramado empresarial, puesto en marcha por el fiscal de Nueva York, o las acusaciones por la apropiación de documentos clasificados que desvió, desde la casa Blanca, a su mansión de Mar-a-Lago.
Cualquiera sea el problema, le será más fácil afrontarlo siendo el próximo candidato presidencial (con la maquinaria mediática y económica en marcha) que desde la soledad de su domicilio en Florida. Algo que sin embargo no le impedirá “volver a encarrilar este país” si se cumplen sus expectativas, como dijo su asesor Jason Miller reproduciendo palabras de Trump, antes de su anuncio oficial.