Xi Jinping era un niño, un príncipe rojo, cuando su padre pasó de ser héroe de la revolución comunista a caer en desgracia y ser encarcelado por Mao. La familia sufrió la purga y el ostracismo. Con 15 años, Xi fue obligado a trasladarse al campo para trabajar duramente como campesino, siguiendo el plan de "reeducación" impuesto por la Revolución Cultural. Vivía en una cueva y, según ha contado, aquel tiempo forjó su carácter. A los 20 años, tras muchos rechazos por aquella mancha familiar, consiguió unirse al Partido Comunista Chino. Ahora, con 69, se dispone a renovar su tercer mandato como presidente, el más poderoso de las tres últimas décadas, del país más poblado del mundo.
El líder chino espera consagrarse en el XX Congreso del Partido Comunista -que se inicia este domingo-, una cita clave que se celebra cada cinco años y que marca la política china del siguiente quinquenio. Tras la supresión del límite de dos mandatos en 2018, Xi reforzará su control sobre la segunda economía mundial.
¿Cuáles han sido las líneas maestras en sus diez años al frente de China? Son básicamente tres, según explica a NIUS Mario Esteban, investigador principal de Asia-Pacífico en el Real Instituto Elcano.
Bajo su mando, Xi ha lanzado una dura campaña contra la corrupción; una limpieza que le ha servido también para eliminar a sus rivales políticos acusándoles de delitos varios. Para determinar el alcance de su acumulación de poder en los próximos años es importante conocer la nueva composición del comité permanente del Politburó (máximo órgano del Partido) y si este incluye a sus afines.
Hace dos días Pekín bloqueó en Internet todas las referencias a una inusual protesta en la capital china en la que se vieron pancartas en contra del presidente y de las restricciones contra la covid. ¿Existe algún desafío que pueda debilitar el poder o erosionar la figura del líder chino? La respuesta se enmarca en el contexto de la dura política de "cero covid" que mantiene Pekín y que aún incluye estrictos confinamientos, y que acrecientan el cansancio y malestar entre la población.
Según explica Esteban, Xi ha identificado esa política con su figura. Hubo un tiempo, al principio de la pandemia, en que la gestión de China le permitió sacar pecho proclamando las ventajas del sistema comunista sobre Occidente. Sin embargo, con el desarrollo de la vacuna y la normalización de la situación en los países occidentales. esta situación ha cambiado. "El país no está conviviendo con la covid. El número de muertos y afectados es muy bajo, pero el coste económico y social es bastante evidente", dice el experto del Real Instituto Elcano. Y añade: "Si China intentase ahora convivir con el virus no sería fácil porque sus vacunas son peores; porque hay un porcentaje muy alto de población que no se quiere vacunar y porque el porcentaje de población que ha pasado la covid también es bajísimo. Puede haber impacto sanitario bastante duro".
¿Cómo va a gestionar Xi esta realidad? "Por un lado, si mantiene la política actual, la gente estará cada vez más descontenta por el coste que tiene. Por otro, si se relaja, puede enfrentar un amenaza sanitaria muy dura. Si no es capaz de gestionar esto, puede convertirse en su fracaso más evidente", concluye el experto.
Xi ha impulsado una línea más dura en su relación con occidente en un contexto de rivalidad entre China y Estados Unidos por el liderazgo global. En los últimos años, las medidas de Washington para contrarrestar la creciente influencia de Pekín han ahondado la brecha. La relación entre ambos países se ha tensado por el comercio, el espionaje, las acusaciones de violaciones de derechos humanos, la restricción de libertades en Hong Kong o la visita a Taiwán de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi (China respondió a ese viajes con ejercicios militares, incluido el lanzamiento de misiles reales, alrededor de la isla autónoma que Pekín califica de rebelde y cuyo territorio reclama).
Con el foco internacional puesto en la guerra de Rusia en Ucrania, el gigante asiático ha quedado momentáneamente en segundo plano. Pero para Estados Unidos, "lo importante es China; lo urgente, Rusia", recuerda Esteban. Si Estados Unidos se quita lo urgente de en medio va a prestar más atención a China.
Xi Jinping mantiene su relación de cercanía con Vladimir Putin y mantiene una especie de "neutralidad prorrusa". Y, al tiempo que Rusia hace frente a las sanciones internacionales, se aproxima más a China, que dispone de más acceso a fuentes de energía y materias primas rusas a un precio más barato.
Durante la celebración del centenario del Partido Comunista, el pasado año, Xi Jinping lanzó un mensaje desafiante a las potencias extranjeras. Aseguró que "recibirán un golpe en la cabeza" si intentan intimidar o influir en China. Un aviso para navegantes ante el orden mundial que ambiciona.