Mientras la Unión Europea debate la posibilidad de fijar un tope máximo para las importaciones de gas en Europa en plena crisis energética provocada por la guerra en Ucrania, las compras españolas de gas ruso siguen aumentando. El pasado mes de septiembre, a las puertas del otoño, se importaron 5.355 gigavatios hora (GWh) desde ese origen, lo que supone el 15,3% del total mensual, según datos de de Enagás.
El porcentaje es bastante superior al que hasta el pasado año suponían las importaciones de Rusia, pero está por debajo de las compras realizadas el pasado mes de junio, cuando batieron un récord histórico, supusieron una cuarta parte del total y convirtieron a Moscú ese mes en el segundo principal proveedor de España.
“En verano siempre aumentan las importaciones de GNL porque es cuando los almacenamientos se pueden rellenar a un precio más razonable. Pero es cierto que el repunte de este año se explica por el contexto europeo actual. Tenemos la obligación de tener los almacenamientos llenos antes de noviembre, y todos los países inician una carrera para obtener gas y lograr ese objetivo”, dice Gonzalo Escribano, director del programa de Energía y Clima del Real Instituto Elcano.
En números absolutos, en lo que llevamos de año, las importaciones de gas desde Rusia se han incrementado casi un 43% con respecto al acumulado el mismo periodo del año pasado. Han alcanzado los 38.125 GWh frente a los 26.669 de los primeros nueve meses de 2021. El aumento es más abultado del que se venía registrando los meses anteriores, del entorno del 35%, porque en septiembre de 2021 no se registraron compras de gas ruso.
Atendiendo a lo que representa el gas ruso en el conjunto de las importaciones de este producto, en los tres primeros trimestres representan en 11,3%, lo que supone casi dos puntos y medio más que el año pasado.
Así Rusia se mantiene como cuarto suministrador nacional de gas, por detrás de Argelia (que el pasado septiembre recuperó la primera posición tras la fuerte caída de los últimos meses), de Estados Unidos (que triplica su aportación respecto al pasado año) y de Nigeria.
Y la tendencia se mantiene, porque según los datos de CREA, el Centro para la Investigación sobre Aire y Energía Limpios, España estuvo en septiembre entre los mayores compradores de gas ruso a nivel global. Ocupó el séptimo puesto, en un ranking que lideraron Turquía y China.
“Todos los países estaban en los últimos meses intentado importar el máximo de gas. No hay sanciones al gas, y tiene sentido que todos los países que tienen gas natural licuado (GNL) se aprovechen y compren. No solo eso, sino también porque hay contratos firmados con Rusia. Haberlos incumplido habría supuesto pegarse un tiro en el pie y hacer un favor a Rusia, a la que habría que indemnizar”, explica el experto.
A España el gas ruso llega a través de metaneros que transportan gas natural licuado. La mayor parte de él de no depende de la compañía estatal Gazprom, sino de Novatek, la mayor empresa productora de gas independiente del país. Y procede de la planta regasificadora de Yamal, situada en Siberia y en la que participan también la francesa Total y la empresa energética china CNPC.
Mientras el suministro de gas ruso por gaseoducto ha sido ya, en gran parte, interrumpido por el impacto del conflicto bélico, el de GNL permanece, de momento, ajeno a estas circunstancias.
“Si ya se ha cortado el suministro a través de gaseoducto solo puede importar gas ruso quien tenga GNL y España es de los países europeos con mayor capacidad de regasificación. Así que es normal que esté entre los mayores importadores el mes pasado. En cualquier caso, son las empresas las que están libremente comprando ese gas. Y es bueno que lo hayan hecho, porque si no, no pasamos el invierno. Y España podrá, eventualmente, ejercer la solidaridad con sus vecinos, enviando gas, como ya está haciendo, por ejemplo, con Francia o Italia.”, opina Escribano.
La UE está debatiendo desde hace semanas la posibilidad de poner un tope al precio del gas cuyo encarecimiento, junto al temor de desabastecimiento, ha provocado un auténtico tsunami en la economía europea. Pero los 27 están divididos sobre esta intervención y sobre su posible diseño (que afecte al gas que se transporta por gaseoducto, al GNL, solo al procedente de Rusia…).
“Si Europa decide poner un tope al precio del gas, Rusia puede decidir no venderlo, pero entonces tendrá mucho gas que no podrá colocar, y para venderlo a otros clientes como China o India, estos pueden exigirle unos precios más rebajados”, señala el experto, que advierte que la discusión aborda la necesidad de reducir los ingresos que recibe Rusia por la venta de esa materia prima.
En cualquier caso, mientras se mantienen las compras de gas para hacer frente a los meses de invierno, Europa sigue avanzando en todos los frentes para reducir la dependencia del procedente de Rusia. Junto a un refuerzo de las reservas de gas, que se sitúan ya por encima del 90%, los países de la UE se comprometieron a reducir el consumo en un 15% entre el pasado mes de agosto y el próximo marzo. Según los últimos datos del centro de estudios Bruegel, la demanda ha caído ya un 7% en lo que llevamos de año, respecto a la media de los tres últimos ejercicios. El mayor descenso se ha producido en Finlandia, donde el recorte respecto al consumo del pasado año alcanza el 53%. En España, en cambio, la demanda ha aumentado un 2% por el mayor uso del gas para generar electricidad.