Auschwitz fue el principal escenario del holocausto. Donde más de un millón de personas fueron exterminados por los nazis. Ahora, casi 80 años después que fuese liberado, miles de personas siguen acudiendo a su museo para observar de primera mano el horror al que fueron sometidos. Una de las escenas que más sorprende a los visitantes es ver la montaña de miles de zapatos que pertenecieron a los niños que murieron en Auschwitz y que aún se conservan en el campo. Son la última huella que queda de muchos de los asesinados.
Ahora el paso del tiempo ha comenzado ha hacer efecto en cada uno de los zapatos de cuero. Por ello, Arie Pinsker, superviviente del Holocausto, pide que se restaure la única prueba física que queda de todos aquellos que perdieron la vida en el campo de concentración.
Pinkster, llegó al campo de Auschwitz con tan solo 14 años. Dónde al igual que otros muchos, perdió allí a toda su familia, excepto a dos de sus hermanos. El ya anciano no puede contener las las lágrimas al mirar la vitrina en la que se amontonan más de 8.000 pares de zapatos. Entre los que se podrían encontrar los zapatos de sus hermanas. "Tal vez los zapatos de mis hermanas están aquí" ha relatado a Efe.
Ahora la Fundación Neishlos junto a la organización internacional de la Marcha de los Vivos, la Fundación Aushwitz-Birkenau y el Museo de Auschwitz, donde se realizará la restauración, han puesto en marcha un proyecto para preservar los zapatos de 8.000 niños que murieron durante el Holocausto. Con el objetivo de conservar, en su estado original y durante el mayor tiempo posible, la huella de los jóvenes internados en el campo de exterminio.
La presidenta de la organización Marcha de los Vivos, Phyllis Greenberg Heideman, ha explicado a Efe que "es una obligación moral" conservar la memoria de aquellos niños. Que aportan, además, "un testimonio material de la brutalidad del régimen nazi".
El 27 de enero de 1945, el Ejército Rojo liberó a los prisioneros de Auschwitz en la Polonia entonces ocupada por la Alemania nazi. Durante los cinco años que el campo de concentración estuvo operativo fueron asesinadas más de un millón de personas, en su mayoría judíos, pero también homosexuales, discapacitados, gitanos y presos políticos, de las cuales 232.000 eran niños. La mayoría de estos eran ejecutados nada más llegar al campo, ya que no les servían como mano de obra esclava. Cuando fue liberado el campo de concentración, solo quedaban vivos alrededor de 500 niños menores de 15 años.
Los supervivientes cuentan el infierno que suponía ver el humo negro saliendo de las chimeneas de los hornos de Auschwitz, donde quemaban los cuerpos de los prisioneros; el olor a carne quemada que flotaba en el ambiente del campo; levantarse por las mañanas con el terror de que podían ser los próximos en ser elegidos para ser asfixiados en la cámara de gas.
Piotr Cywińsk, director del Museo de Auschwitz, subrayó que "el asesinato en masa de niños es imposible de comprender; tanta crueldad, tal injusticia no se puede explicar con política, ideología u opinión" y subrayó el contraste entre "la crueldad e insensibilidad del mundo adulto" y los niños "confiados, curiosos, inocentes e indefensos, que fueron arrojados a un mundo que no podían comprender".