La reina Isabel II descansa ya junto a su marido, el duque de Edimburgo. El entierro fue un acto privado y familiar. En su lápida de mármol tan solo hay escrito su nombre y dos años: 1926 y 2022. Tras una misa en la capilla de San Jorge en el castillo de Windsor se ha puesto fin a un reinado y empieza otro, el de Carlos III, con numerosos retos.
A las 19.30 hora local se celebró ayer un tercer servicio de entierro privado a cargo de la familia de Isabel II. Se trasladó el féretro junto con el de su difunto marido a la Capilla Memorial del rey Jorge VI, donde se encuentran los restos del rey y la Reina Madre, y las cenizas de su hermana, la princesa Margarita.
La tierra que se esparcirá sobre el ataúd se habrá recogido del mausoleo real de Frogmore, un parque privado de la familia real británica adyacente al castillo de Windsor. La lápida de Isabel II lleva el grabado ELIZABETH II 1926-2022.
Ella, la reina más longeva de la historia de Inglaterra, lo dejó todo atado, también como serían los actos tras su muerte. Desde la elección de Westminster para que cupiesen hasta 2.000 personas hasta la presencia de sus animales favoritos en su último adiós en Windsor o la música que debía sonar.
Ahora su hijo Carlos III tiene por delante un reinado, que no será tan longevo porque él tiene 73 años, aunque si se le presenta con muchos retos.
Desde las crecientes aspiraciones independentistas dentro del país, con Escocia que busca un referéndum, e Irlanda del Norte, cada vez se acerca más a la reunificación con Dublín, hasta la supervivencia de la Commonwealth. Cada vez más miembros se cuestionan que lógica tiene que un extranjero sea jefe de Estado.
La supervivencia de la Commonwealth es otro gran desafío. Entre las 14 naciones que quedan del antiguo imperio británico aumentan los anhelos republicanos. Es el caso de Barbados, con un referéndum pendiente.
Por último, Carlos III tendrá que afrontar la corona de un país que atraviesa turbulencias tras el brexit y que ve venir una recesión.