Pontida es un ayuntamiento de poco más de tres mil habitantes, situado en la región del norte de Italia de la Lombardía, a una hora de Milán. Es, además, la casa política de Matteo Salvini, líder de la ultraderechista Liga. Es el epicentro simbólico de los leghistas (seguidores de la Liga) y a siete días del voto, en una mañana de domingo, en aquel enclave se reunieron los más fieles al ex ministro del Interior. Los que han sido siempre "los suyos". Parecía un lleno total, pero no las 100.000 personas que Salvini repitió en varias ocasiones mientras alzaba su voz para que lo oyesen también “los del fondo”. Imposible no preguntarse cuánta más gente habría si Giorgia Meloni no fuese, a día de hoy, la líder indiscutible del centro derecha italiano. Incluso ahí, en el norte, la escuela política e ideológica del partido de Salvini, donde nació y donde tuvo siempre una fuerte red, sobre todo en el mundo empresarial, que no ponía una coma al líder derechista. En las últimas elecciones locales los datos marcaron una tendencia que se intuía desde hace meses: Meloni crecía pero, sobre todo, Matteo Salvini estaba en caída libre en las encuestas. Hermanos de Italia superó a la Liga en algunas de las principales ciudades de la región del Véneto y de la Lombardía, las dos “plazas seguras” hasta ahora de la Liga.
Pero Salvini a una semana del voto no quiere parecer desmoralizado. Mantiene el tono convencido que un día lo hizo ser el político del momento en Italia. Aunque hoy está en su casa, muy lejos queda un partido que buscaba la autonomía del norte, que defendía su superioridad. La evolución de Matteo Salvini pasaba por ser nacional y así fue. Entre sus más fieles la media de edad es de unos 50 años, las juventudes del partido que lo acompañan hoy se arrinconan detrás de él en el palco marcando un claro mensaje político, pero ahí abajo, en el público, la mayoría son hombres de mediana edad. Usa la palabra “autonomía” y “emprendedores” su gran pilar en la construcción de la Liga, un partido federalista de nacimiento, y se siente cómo la gente corea. Pero lo cierto es que no hay efervescencia en el intercambio entre el público y el orador, o menos de la que nos tiene acostumbrados. La sombra de Giorgia Meloni en la derecha es muy larga y hoy, como lleva haciendo meses y meses, también llega a esta grande pradera donde Salvini se reencuentra con los suyos. Su grito sigue siendo claro: “vivan los dialectos y las identidades”, no falta a su cita nacionalista tampoco esta tarde y en eso también se diferencia con la líder de Hermanos de Italia que defiende, en cambio, un país más centralizado.
Hoy los sondeos le dan un 13% cuando en su día, era 2019, obtuvo el 34,2% en las elecciones europeas. Han sido unos meses difíciles. Muchas de sus escenas contestadas, de sus decisiones y comentarios puestos en ridículo. Desde el escándalo de drogas en el que se vio inmerso su gurú social, Luca Morisi, el pasado octubre, a la hemeroteca que desde que comenzó la guerra no hace más que recordar públicamente que Salvini fue aquel político que viajaba a Moscú con la camiseta de la cara de Putin, líder y ejemplo indiscutible hasta este año para el jefe de la Liga. Las sospechas de cercanía con el Kremlin aún lo señalan en la actualidad, con rumores de financiación rusa y contactos “secretos con la embajada”. Salvini afronta en este mitin la polémica, pero sin exponerse demasiado. Señala que no ha recibido ni un solo euro ruso, pero hasta el propio primer ministro Mario Draghi en la última rueda de prensa apuntaba, sin nombres, a los “títeres que seguían al enemigo”. Salvini se dio por aludido y respondió: "Además de hablar de títeres, espero que encuentres el tiempo para destinar más dinero para que los italianos puedan pagar sus facturas".
Critica también la UE, que, dice, “ya no es lo que era", pero a nivel internacional el disparo más fuerte es hacia la política americana: “Si en el sitio de Biden estuviese Trump, las cosas hubiesen ido de otra manera”. Realiza a nivel de política interna una lista de siete puntos fundamentales con los que aún cree que puede llegar a primer ministro, a pesar de la evidencia de las encuestas, tal y como dice el nombre de su partido ‘Liga, Salvini premier”. El más destacable es la flat tax, la tasa igual para todos, que propone sin pudor al 15%, abolir la actual ley de pensiones o cerrar los puertos.
Aunque la batalla para convertirse en primer ministro parece no imposible pero, al menos, poco factible, lo que sí tiene pedido, vistas las previsiones de victoria del centro derecha, es el que en 2019 fue suyo, el Ministerio de Interior. “Con Giorgia Meloni y Silvio Berlusconi estamos de acuerdo en casi todo. Gobernaremos 5 años”, explica. Según analiza Lorenzo di Sio, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad LUISS, en un encuentro con corresponsales es importante poner atención al funcionamiento interno de la coalición de centro derecha. “La jerarquía es muy clara y la regla principal es que quien tiene más votos de los tres es propuesto como primer ministro”, explica. Además añade que la máxima siempre que la derecha mantiene en el gobierno es la unidad, donde los problemas internos no serán transmitidos a la opinión pública, o al menos esa será la intención. “No veo muy probable una rotura interna en estos años causada por envidias o discusiones de liderazgo, ese es el pragmatismo típico en situaciones de poder”, dice.
Pero el gigante Meloni está destinado, si los sondeos son certeros, a sustituir el que hasta ahora había gozado de ser el líder de la derecha, Matteo Salvini, y eso no parece ser una vicisitud fácil de digerir. Sabe que no es el de siempre y que los años, y ciertos episodios políticos, le han pasado factura. Se va “dando un poco de sí mismo”. “Hemos cometido errores, quien trabaja se equivoca. Lo importante es intentar de equivocarse lo menos posible en el futuro”, parece dedicar el mensaje a quien, dentro de su partido, ya no mira a Salvini como una garantía de nada, evita sus escenas poco afortunadas públicamente y quiere apostar por la gobernabilidad como el ministro Giancarlo Giorgetti, leghista fiel a Draghi, o el presidente regional al norte más importante del partido, Luca Zaia.