Ha muerto Isabel II, la reina de Inglaterra durante los últimos 70 años, así lo han informado desde la Casa Real Inglesa donde han destacado que "la reina ha muerto plácidamente en Balmoral esta tarde"
Lilibeth, como le llamaban sus más allegados, ha mantenido el reinado más largo de la historia reciente, a pesar de que sus problemas de salud, la forzaron a delegar algún que otro discurso oficial en su hijo Carlos de Inglaterra, el eterno aspirante al trono. Con el fallecimiento de Isabel II desaparece un símbolo de la monarquía inglesa, con sus ceremonias fastuosas, sus carruajes, su indumentaria retro y su estudiada cercanía con un pueblo febril, testigo de todos los líos familiares que agujerearon su imagen.
Su partida de nacimiento de 1926 la reconoce como Isabel Alejandra María Windsor, la segunda hija del rey Jorge VI que se vio abocada a heredarlo en 1952 ante su precoz fallecimiento. Desde entonces, Isabel II de Inglaterra se sentó en el trono para mantenerse en el más dilatado reinado de la historia del país superando en 2016, los 64 años de su tatarabuela, la reina Victoria I de Inglaterra, que gobernó desde 1837 a 1901.
Dos años más tarde se casaba con un teniente que se esforzó porque los ingleses los respetaran y lo acogieran como suyo. Felipe de Mountbatten, príncipe de Grecia y Dinamarca, al que tras el enlace se le concedió el título de Príncipe de Edimburgo.
Isabel II y Felipe de Edimburgo tuvieron cuatro hijos: Carlos, príncipe de Gales y heredero del trono, nacido en 1948; la princesa Ana, nacida en 1950; Andrés, duque de York, nacido en 1960; y Eduardo, conde de Wessex, en 1964. A pesar de su corta edad para reinar, la joven Lilibeth, que tuvo que hacerse respetar ante los primeros ministros que le doblaban o triplicaban la edad, como Winston Churchill, fue consciente de su importante papel y de las responsabilidades que le exigía.
El 2 de junio de 1953, Isabel II fue coronada reina del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. La ceremonia fue emitida en directo por la televisión desde la antigua abadía de Westminster, en una fastuosa ceremonia a la que asistieron jefes de Estado y representantes de las casas reales europeas. Fue Felipe en impulsar esta primera vez de una ceremonia de coronación a través del nuevo medio que despertaba mucha desconfianza por todos los asesores de la joven Lilibeth. A pesar de eso, Felipe impuso su criterio y se erigió director de la transmisión, con el apoyo de la reina Isabel, un hecho que tuvo el efecto de aumentar su popularidad a niveles delirantes entre sus seguidores.
A pesar de los líos de falda del apuesto Felipe de Edimburgo, que tímidamente asomaron en los tabloides británicos, la reina Isabel II mantuvo su matrimonio indemne maniobrando para evitar que sus escarceos en los clubes de hombres de Londres se convirtieran en escándalos .
Isabel II se propuso mantener unificado el espacio político del antiguo imperio británico, convertido en la Commonwealth tras el proceso de descolonización iniciado en los años 60 después de las II Guerra Mundial y con el nuevo orden. Así se convirtió en el monarca que más viajó por el mundo, con un extenuante itinerario que incluyó a Australia y las antiguas colonias, que visitó mezclándose con sus súbditos y afianzando su popularidad en los lejanos territorios entre paseos y vítores.
El año 1992 fue calificado por la Reina Isabel II de annus horribilis) : Su popularidad ganada con esfuerzo y golpes de efecto sufrió una caída con los problemas conyugales de sus hijos: el príncipe Andrés se separó de Sarah Ferguson, los problemas de Carlos de Inglaterra y Lady Di, como ya era conocida Diana de Gales se convirtieron en la comidilla de los medios y la princesa Ana se divorciaba, algo impensable para la etiqueta Royal.
Ese mismo año un incendió que provocó cuantiosos daños materiales en el Palacio de Windsor, residencia de la reina, desencadenó otra polémica después de que el gobierno británico asumiera los gastos de las reparaciones olvidando los privilegios de la monarquía. Este asunto sumado a todo lo demás hizo que la popularidad de la monarquía británica cayera a los niveles más bajos.
Las cosas fueron a peor: En 1996 se hizo público el adulterio del príncipe Carlos y un año después la princesa de Gales, Lady Di, moría en un accidente de tráfico, un desenlace que empañó la posición de la corona británica, al ser identificada como insensible y déspota. Isabel II, tan organizada, decidió dar un vuelco a la situación que empañaba la imagen de su reinado y comenzó por la celebración de las bodas de oro con el duque de Edimburgo, el 20 de noviembre de 1997 en el que en el discurso previo al banquete prometió abrir la monarquía a los ciudadanos. También decidió comenzar a pagar impuestos sobre sus bienes e ingresos y convertir en fiestas populares las celebraciones familiares de la corona. También reforzaron su presencia en actos públicos, como visitar a enfermos y víctimas de actos terroristas. Poco a poco, el tiempo y que los súbditos son muy desmemoriados, la casa real británica comenzó a recuperar el aprecio del pueblo.
Los últimos años de la reina Isabel II no han sido más tranquilos; la vida de la mujer conservadora, amante de los perros y estricta, se ha visto alterada por los líos familiares provocados por el alejamiento del príncipe Harry y los problemas de salud que comenzaron a acosarla. Y no solo eso, la monarca ha tenido que retirarle todos los títulos militares y los patronatos reales al príncipe Andrés por el escándalo que lo vinculó con abusos sexuales a menores.
Su nieto, el príncipe Harry le dio el disgusto tras casarse con Megan Markle, una actriz divorciada sin sangre azul ni título de renombre. Y lo peor, con una madre mulata. Lo que parecían remilgos de reina retro terminó por convertirse en un culebrón que contó la pareja en el programa de Oprah Winfrey, donde los trapos sucios revelaron a los millones de espectadores, una monarquía racista y pasada de moda.
Hoy, la pequeña Lilibeth, convertida en la monarca que más año reinó, entre la tempestad de los escándalos familiares y su propio comportamiento, ha muerto. Los británicos la recordarán con amor seguramente, el mundo le rendirá homenaje. La muerte nos vuelve a todos buenos y en el peor de los casos aceptables. ¡La reina ha muerto, viva la reina!