Boris Johnson será recordado como el primer ministro del Brexit. Fue él quien ganó el referéndum de 2016 y quien implementó el Brexit en febrero de 2020. Será recordado también como el primer ministro que consiguió el mejor resultado electoral para los conservadores desde los tiempos de Thatcher, y como uno de los más controvertidos por sus escándalos y por sus mentiras y engaños. Llegó al poder el 23 de julio de 2019 en sustitución de Theresa May con la misión de llevar a cabo el Brexit. El 28 de agosto de 2019, en plena disputa parlamentaria del Brexit, pidió a la reina que suspendiera el Parlamento durante cinco semanas para preparar el nuevo programa legislativo cuando en realidad lo que pretendía era evitar que se aprobara legislación para frenar el Brexit sin acuerdo que quería Johnson. Esta decisión fue calificada como un “ultraje constitucional” por la oposición y fue frenada por el Tribunal Supremo por unanimidad al considerarla antidemocrático.
En diciembre de 2019 consiguió un acuerdo con Bruselas que le permitió arrasar en las elecciones del 17 de diciembre y llevar a cabo el Brexit en febrero de 2020. El Brexit fue celebrado como el día de la independencia del Reino Unido con una cuenta atrás multitudinaria en la plaza del Parlamento. Su popularidad alcanzó cotas altísimas, pero su idilio duró apenas unos meses, hasta marzo de 2020, cuando llegó el Covid. Su popularidad cayó por la tardía respuesta ante la pandemia. Al principio no se lo tomó en serio y apostó por la inmunidad de grupo hasta que el Imperial College de Londres publicó que, si no cambiaba de estrategia, morirían 250.000 personas. Más adelante el Reino Unido se convirtió en el primer país en tener la vacuna lista y ofrecerla a sus ciudadanos.
La victoria electoral de Johnson se produjo gracias a dos promesas electorales: mejorar la calidad de vida en el norte del país para igualarla con el sur e implementar el Brexit. Ganó gracias a que por primera vez los votantes laboristas de las zonas obreras e industriales del norte de Inglaterra, el llamado “muro rojo” (por los colores del laborismo) prestaron su voto a Johnson por el Brexit y por su precariedad económica y por el Brexit. Johnson creó un nuevo ministerio de Igualación Territorial para poder cumplir esta promesa, pero, de momento, tres años después, las brechas entre el norte y el sud no solo no han disminuido, sino que se han ensanchado. Según un informe de la Universidad de Loughborough, las tasas de pobreza infantil en el noreste aumentaron del 26 % en 2015 al 38 % en 2021, mientras que en este período cayeron en el sur de Inglaterra. Las brechas también están creciendo en educación y, según el ‘think tank’ Center for Cities, las ciudades del norte ahora son los que más sufren la crisis del coste de vida,
Otra investigación del Institute for Public Policy Research muestra que la brecha en gasto público entre norte y sur ha credido en los últimos tres años El gasto público en el norte ha aumentado un 17 % mientras que en Londres ha crecido el 25%. Según cifras de la Oficina Nacional de Estadística (ONS), Londres también ha crecido más rápido después de Covid que otras regiones inglesas, que todavía producen menos que en 2019. En las últimas elecciones inglesas locales de mayo, los conservadores perdieron algunas zonas del “muro rojo”.
Tampoco el Brexit ha sido lo que se esperaba. Desde que se implementó el 1 de febrero de 2020 empezaron los problemas en Irlanda del Norte con los unionistas. Para conseguir cerrar el acuerdo con la UE traicionó a los unionistas norirlandeses del DUP, que eran sus socios de gobierno entonces. Aceptó trasladar la frontera con la UE a la costa de tal manera que Irlanda del Norte quedaba dentro de la unión aduanera y del mercado único. Con el Brexit empezaron los problemas con los unionistas y lealistas que terminaron en disturbios con la policía. El Brexit llevó a los republicanos proirlandeses del Sinn Féin a ganar las locales por primera vez con la promesa de debatir un futuro referéndum de reunificación de la isla. El DUP se salió del gobierno compartido hasta que no se elimine el Protocolo del tratado del Brexit.
Para contentar a los unionistas, Johnson presentó en el parlamento una ley para eliminar de forma unilateral el Protocolo saltándose la ley internacional que firmó y desafiando a la UE, que amenaza con llevar a los tribunales al Reino Unido y con iniciar una guerra comercial. El Brexit también provocó el resurgimiento del nacionalismo escocés, que pide un nuevo referéndum de independencia para el año que viene y amenaza con llevar el derecho a decidir a los tribunales. Más allá de los problemas en Irlanda del Norte y en Escocia, el Brexit ha provocado un encarecimiento del precio de los productos por los controles en la frontera y una escasez de mano de obra en sectores donde antes trabajaban los ciudadanos europeos. En septiembre de 2021 el país vivió una crisis de combustible por la falta de camioneros. Las empresas culpan al nuevo sistema de inmigración por puntos y al Brexit por la falta de trabajadores. Johnson y su gabinete culparon de la pandemia, pero no al Brexit.
Su mandato, sobre todo, se ha caracterizado por los escándalos y por su capacidad de supervivencia política. Cualquier otro político no habría aguantado ni uno de los escándalos. En septiembre 2020 estalló el ‘Wallpapergate’, como se conoce a la millonaria reforma de su piso oficial en Downing Street que quiso financiar con donaciones privadas. La lujosa reforma, realizada por la famosa diseñadora de interiores Lulu Lytle, incluía empapelar las paredes con papel dorado y costó 200.000 libras (230.000 euros). Los primeros ministros solo tienen derecho a 30.000 libras (35.000 euros) anuales de presupuesto para reformar su residencia. La mayor parte de ese dinero procedía de una donación de Lord Brownlow, miembro de los lores y uno de los principales donantes del partido. Johnson quería crear una organización benéfica presidida por Lord Brownlow para poder pagar la reforma de Downing Street. Una investigación interna del partido concluyó que Johnson actuó mal por no revelar algunos mensajes intercambiados con el donante, pero que no lo hizo con mala fe. Mientras que otra investigación de la Comisión Electoral multó con 17.800 libras (20.500 euros) al Partido Conservador por no haber declarado a tiempo la donación de Lord Brownlow.
En noviembre de 2021 el diputado conservador Owen Paterson, el ex ministro de Irlanda del Norte, fue acusado de corrupción por el Comité de Ética y Estándares del Parlamento al desvelar que había aprovechado su cargo para conseguir favores para dos empresas farmacéuticas para las que trabajaba como consultor para fabricar test del Covid en medio de la pandemia. Paterson fe suspendido de empleo y sueldo durante un mes y obligado a dejar que sus electores votaran si debía continuar en el cargo. Johnson puso una enmienda para evitar la suspensión del diputado y para modificar los criterios éticos por los que los diputados pueden incurrir en conflictos de intereses. La enmienda fue aprobada. Es decir, cambiar las reglas del juego en su favor. Esta decisión provocó una fuerte revuelta en sus filas y se vio forzado a dar marcha atrás. Paterson acabó dimitiendo. El caso salpicó a Johnson por presentar la enmienda.
El mayor escándalo de Johnson fue el ‘Partygate’, como se conocen las fiestas celebradas en la residencia del primer ministro en Downing Street y en sus jardines que violaron las estrictas reglas del confinamiento del Covid que había impuesto el mismo Gobierno en el peor momento de la pandemia en 2020 y 2021, cuando los ciudadanos tenían prohibido reunirse. El propio Johnson participó en dos de ellas, Se abrió una investigación interna liderada por la funcionaria Sue Gray que concluyó en mayo de 2022 que se saltaron las normas del Covid, que se ignoraron avisos de ilegalidad, que había un problema de excesivo consumo de alcohol y pedía que Johnson asumiera su responsabilidad. Johnson dijo que creía que eran reuniones de trabajo.
También la policía abrió una investigación criminal que terminó con multas para una cincuentena de trabajadores de Downing Street, incluidos Boris Johnson y su ministro de finanzas, Rishi Sunak. Johnson se vio obligado, además, a disculparse ante la reina Isabel II porque su personal estuvo de fiesta en Downing Street en la víspera del funeral de su esposo, el príncipe Felipe, en abril de 2021. La imagen de la reina sentada sola en el funeral por las reglas del Covid añadió dramatismo a la situación.
En abril de 2022, el parlamento también abrió una investigación para determinar si Johnson mintió a la cámara cuando en noviembre de 2021 negó varias veces tener conocimiento de las fiestas. Según el código ético del parlamento, si un diputado miente, se espera que dimita. Johnson cambió el código y sustituyó la dimisión por una sanción económica, en una decisión que provocó una gran controversia. Uno de los principales errores de Johnson fue echar en noviembre de 2020 a Dominic Cummings, que era su asesor jefe, su confidente político, ideólogo del Brexit y de las campañas de las primarias y de las generales que ganó Johnson. Cummings estaba enfrentado a la mujer de Johnson. Tras ser despedido, empezó a publicar, en un blog envenenado, todos los secretos y los trapos sucios de Johnson.
El ‘Partygate’ coincidió con el inicio de la guerra de Ucrania y aquel fue el refugio de Johnnson en sus semanas más complicadas, cuando su partido le pedía la dimisión. Él se negó a dimitir alegando que era necesario su liderazgo para frenar a Putin y para ayudar al pueblo ucraniano. El ‘Partygate’ provocó una fuerte revuelta en su grupo parlamentario, pero Johnson sobrevivió. Parecía imposible que sobreviviera, pero lo hizo. Sobrevivó a éste y a todos los escándalos. Hasta que llegó el ‘asunto Pincher’, un escándalo menor en apariencia pero que significó su final. Christopher Pincher era el vicelíder del grupo parlamentario conservador que dimitió al trascender que había manoseado a dos jóvenes en un club privado londinense en estado de ebriedad.
Más tarde se supo que Pincher tenía antecedentes de abusos sexuales a otros compañeros de su oficina y que Johnson estaba al corriente cuando lo nombró vicelíder en febrero de 2020. Johnson lo negó, como había hecho con las fiestas del Covid. Pero al día siguiente Simon McDonald, ex secretario permanente del ministerio de Exteriores, envió una carta a la presidenta de la comisión ética del Parlamento asegurando que se interpusieron quejas formales contra Pincher y que Johnson las había visto. El primer ministro se vio obligado a pedir disculpas públicas y admitir que se había equivocado. Esto provocó la dimisión de sus ministros de finanzas y de Sanidad, Rishi Sunak y Sajid Javid, que afirmaron que había perdido la autoridad moral, provocando una ola de dimisiones. Pese a su resistencia, Johnson acabó dimitiendo el 7 de julio, después de cuarenta y ocho horas dramáticas en las que habían dejado sus cargos en el gobierno 59 diputados de su partido, después de que todo su gabinete le pidiera que se marchara y con su grupo parlamentario está intentando forzar una nueva moción de confianza.
Boris Johnson dejará de ser primer ministro este martes después de unas larguísimas primarias de dos meses. Deja un país con una inflación del 10,1%, récord en cuarenta años, con los precios de la energía disparados, con una profunda crisis del coste de la vida y el país al borde de la recesión. Sin embargo, Johnson ha decidido marcharse pegando. Ha desafiado legalmente la investigación que le está haciendo el parlamento para determinar si mintió sobre las fiestas del Covid en Downing Street y, en su última entrevista, ha afirmado que deja un país muy fuerte económicamente para hacer frente a esta crisis y no ha descartado intentar volver a ser primer ministro en un futuro.