Los libros son un tesoro y, en ocasiones, también esconden verdaderas joyas entre sus páginas. Es el descubrimiento que hizo Sharon McKellar hace diez años. Desde entonces, esta bibliotecaria de Oakland, en California (EEUU), se ha dedicado a rastrear estos maravillosos hallazgos ocultos dentro de cada tomo en las estanterías de la biblioteca pública de la ciudad. Curioso es el caso también de un hombre en Nueva Jersey que, recientemente, devolvió un libro prestado a la biblioteca de su localidad con 75 años de retraso.
Fotografías, listas de la compra, dibujos, billetes de avión o todo tipo de marcapáginas. Sharon explica que su colección es un botín que disecciona la naturaleza de cada lector. Sus favoritos son los niños porque su sentido del humor, asegura, es inimitable y auténtico. "Hagan lo que hagan, siempre encuentran una excusa para divertirse", admite entusiasmada.
Cualquier objeto encontrado en los libros que se devuelven en esta biblioteca se envían a la oficina de Sharon. Ella los recibe con mimo, los escanea y los sube a su web para poder compartirlos con todo el mundo.
"Me encanta imaginar cómo llegaron hasta aquí, insiste, pienso en que cada cosa olvidada entre las páginas ha pertenecido a alguien antes, es un archivo perfecto de nuestra comunidad y del tipo de gente que usa la biblioteca", señala.
Sin duda, la prueba de que todos estamos conectados y dejamos huella allí donde por donde pasamos o, en este caso, donde leemos.