El próximo 25 de septiembre una mujer podría convertirse en presidenta del Consejo de Ministros por primera vez en la historia en Italia. Pero el acontecimiento, si ocurriese, viene con muchos más peros de los esperados. Las reticencias son notables por diversos motivos en el entorno de Giorgia Meloni, líder del partido de extrema derecha Hermanos de Italia que encabeza los sondeos electorales desde hace meses. Una política aún muy masculinizada y una sociedad que, a diferencia de España, va aún por detrás en temas de igualdad aprobando aún ahora algunas normas vigentes en otros países desde hace décadas. Pero los frenos que muchos ponen a Giorgia Meloni, algunos seguramente sexistas y dentro de sus propios “aliados políticos”, van mucho más allá de una cuestión de misoginia. La fórmula en esta ocasión es muy particular, incluso inesperada. Si las previsiones electorales se cumplen podría convertirse en la primera mujer premier en Italia una líder política en las antípodas del feminismo, que rechaza las políticas de género y que promueve una idea de la mujer aferrada a la familia y a la responsabilidad. Una mujer que ha conseguido ser líder, la ministra más joven de la República italiana y hacer crecer un partido de un 3%, que tuvo esta legislatura en el Parlamento, a un 24%, según los sondeos, pero que responde a un esquema perteneciente a la política más tradicional y masculina.
Se ha hablado mucho de sus orígenes “posfascistas” y de su militancia desde muy joven en movimientos políticos especialmente conservadores, de su visión rupturista con Europa, que ahora intenta corregir, y de su carácter personal: una mujer hecha a sí misma y con una fortaleza que a veces la hace ser casi violenta en sus discursos. Pero el tema de que sea una mujer se abre de forma definitiva ahora que las elecciones están a la vuelta de la esquina. La conocida escritora italiana Michela Murgia comentaba a propósito el tema en las redes sociales donde el debate está candente desde hace días. “Si hay o no feministas de derecha es una pregunta que no lleva a ninguna parte. Siempre que me encuentro con una mujer poderosa, lo que me pregunto es: ¿qué modelo de poder está ejerciendo? Por lo tanto, es inútil preguntarse si Giorgia Meloni es feminista. Pregúntate por su forma de ejercer el poder y verás que ni siquiera tienes la duda”, señalaba Murgia. Ponía así el acento en la manera de ejercer el liderazgo de Hermanos de Italia y, si fuese en caso, de Italia si tras el 25 de septiembre los urnas confirman la victoria que anticipan los sondeos. La pregunta, insistía Murgia, no era sobre ella, sino lo que su partido promueve.
Giorgia Meloni identifica las cualidades de una mujer con la “seriedad, responsabilidad y el pragmatismo”. Pero, al mismo tiempo, asegura que nunca les reconocerá ningún camino preferencial: con ella en el poder la igualdad de oportunidades y las cuotas rosas se acabarán. No cree que las mujeres tengan que ser protegidas específicamente de ningún modo, sino que deberán hacerse valer por sí solas. Niega dinámicas vinculadas a la violencia de género abiertamente aceptadas por casi toda la clase política y social y la única mención en el programa electoral habla de una "lucha contra el fenómeno de la violencia sobre las mujeres" sin concretar ningún tipo de medida. Sobre el aborto, por ejemplo, no se posiciona abiertamente en contra porque sabe lo que supondría a nivel mediático, pero apuesta por "el fortalecimiento de los centros de ayuda a la vida" y reitera su "sí a la cultura de la vida y no al abismo de la muerte". Repite una y otra vez un rol de la mujer vinculado a la familia tradicional -a pesar de que ella no lo representa, tiene una hija sin estar casada- y rechaza las políticas de igualdad, de hecho, en el programa electoral que defiende hay poquísimas menciones a la palabra 'mujer', como mucho el adjetivo 'femenino', casi siempre conectado con los sustantivos 'infancia', 'familia', y también 'joven' y 'discapacitado'. No vincula la necesidad de más derechos para las mujeres, ni hace del hecho de serlo y estar en su posición un logro.
Azzurra Rinaldi, economista especializada en género, comenta la postura política de la candidata desde el punto de vista feminista. “Es un tema al que tenemos que estar muy atentos y ser sutiles y delicados. Está claro, lo dice su propio programa de partido, que su formación política defiende los mecanismos del patriarcado o, al menos, los mecanismos tradicionales de la sociedad. En el artículo 1 del dossier que ha presentado para estas elecciones habla del rol de la mujer vinculado a la maternidad”, explica. Para la académica esa es una clara evidencia de que no se puede vincular una posible victoria de Meloni a un “avance” para las mujeres en el país transalpino. “La crítica más habitual que recibimos las mujeres en Italia es que nosotras somos las que más nos criticamos unas a otras. Eso qué quiere decir: ¿No nos podemos oponer a otra mujer porque consideramos que no lucha por nuestros derechos?”, explica. “Si ella gana no sería un paso adelante, sería una certeza sobre que en este momento en Italia las mujeres que llegan verdaderamente arriba lo hacen con esquemas de poder masculinos, como el caso de Meloni”, finaliza Rinaldi.
Si analizamos lo que ocurre dentro de su partido el panorama es similar. Sí, la líder de Hermanos de Italia es mujer, pero la gran parte, sino toda, de su clase dirigente son hombres. Acusa de misoginia a su competencia política, pero la gestión de su formación política no coincide exactamente con la defensa del género femenino. Además, son conocidas algunas salidas de tono sexistas de muchos de sus compañeros de partido. Especialmente polémicas fueron las palabras a finales del pasado año de uno de los exponentes de Hermanos de Italia, Luca Valentini, que escribió en Facebook: “¿Puedo decir basta con esta propaganda de violencia contra las mujeres? Parece ser todo unidireccional. Si los hombres son tan malos, que se acuesten con los caballos. Fácil". Luego tuvo que eliminarlo, pero aquella anécdota no se olvidó tan fácilmente.
No deja de ser debate la idea de “una mujer en el poder en Italia”. El pasado mes de enero, cuando se elegía un nuevo Presidente de la República, el discurso de llevar a una mujer a ese cargo por primera vez monopolizó el debate durante días. Finalmente la reelección de Sergio Mattarella alejó la idea, pero hubo un momento en el que traer a una mujer de consenso a ese cargo parecía un paso adelante para la sociedad italiana. En este caso, a pesar de que Giorgia Meloni ha expresado públicamente su desvinculación de una retórica feminista en su candidatura, prevalece en algunos ámbitos la idea de que “merece la pena una mujer en el poder, sea quien sea la mujer”. Algunas asociaciones por los derechos de las mujeres han pedido que se vote a Meloni alegando que este es el momento hace falta apoyarse entre “nosotras" y no hay que seguir "lo que promueve Meloni" sino "lo que hace", aludiendo su liderazgo. La imagen de una donna “hecha a sí misma”, que militaba desde los 15 años y que consiguió ser la ministra más joven de la historia de Italia cuando cumplió los 30 prevalece en muchos casos pero la pregunta sigue en el aire: ¿Ser mujer es más importante que la visión ideológica de un país?