Los tribunales del Reino Unido asisten a una titánica batalla legal en torno al caso de Archie Battersbee, un joven de 12 años que se ahorcó accidentalmente el pasado 7 de abril mientras realizaba un reto viral de TikTok conocido como 'Blackout Challenge'. El enfrentamiento tiene, por un lado, a sus padres apoyados por grupos religiosos y, por otro, a jueces y médicos. El debate jurídico trata de establecer si el hospital puede desconectar a Archie de la máquina que le mantiene vivo de forma artificial o ha de seguir conectado como piden los padres para darle más tiempo a que el joven se recupere.
Se trata de otro enfrentamiento entre fe y ciencia en el que la familia de Archie no está logrando el apoyo de los jueces que, hasta el momento, se han decantado mayoritariamente por autorizar a los médicos del Royal London Hospital a desconectarlo de la máquina de soporte vital que le mantiene con vida desde el momento del accidente. Aquella día, los doctores ya advirtieron a su padres que Archie no pasaría de aquella noche.
Casi cuatro meses más tarde, la batalla legal sigue mientras Archie respira gracias a una máquina. Los médicos aseguran que el joven está muerto. Se basan en una resonancia magnética en la que comprobaron que su tronco encefálico ya no funciona como un todo por lo que ya no hay vida en su cuerpo, pero tampoco dolor.
Los padres de Archie, apoyados por el Centro Legal Cristiano, creen que su hijo sigue vivo y piden a los jueces que no lo desconectan para darle tiempo a recuperarse y salir del coma irreversible en el que permanece.
Hollie Dance, de 46 y Paul Battersbee, de 56, los padres de Archie, creen que lo mejor para su hijo es luchar por su vida y están convencidos de que lo logrará. Hollie ha sido la más combativa de la pareja para lograr que no su hijo no sea desconectada. En varias entrevistas y declaraciones públicas ha asegurado haber recibido señales de su hijo de ser consciente de su lucha: "Me ha apretado los dedos con fuerza. Creo que esa es su forma de hacerme saber que todavía está aquí y que solo necesita más tiempo. Hace solo unos días, comenzó a abrir los ojos. Cuando le estaban reemplazando el tubo del ventilador, aparecieron lágrimas en sus ojos".
La pelea de Hollie está en el origen de esta batalla legal cuando tres días después del accidente se negó a que los médicos que atendían a su hijo le hiciesen una prueba de tronco encefálico que hubiese confirmado de forma científica que no había vida en Archie.
Con la disputa en los tribunales, el caso de Archie ha ido escalando recurso tras recurso hasta llegar este lunes al Tribunal de Apelaciones de Londres que ha confirmado la autorización al Hospital para que desconecte a Archie del soporte vital que le mantiene con vida.
La medicina moderna y sus avances tecnológicos ha bifurcado los protocolos para declarar la muerte de una persona. Tradicionalmente ha sido el fin de las funciones respiratorias y cardiacas lo que ha determinado el momento del óbito. Ahora, también se puede llegar a esa declaración mediante análisis del encéfalo. La teoría científica asegura que cuando no hay actividad en el encéfalo, el órgano que regula todas las constantes vitales, entonces se produce la muerte.
Contra las evidencias científicas y guiada por su profunda fe, Hollie ha asegurado que "hasta que sea el camino de Dios, no aceptaré que se vaya. Sé de milagros cuando la gente ha vuelto tras tener muerte cerebral. Puede que no sea el mismo que era, pero si existe la posibilidad de que pueda vivir una vida feliz después de esto, quiero dársela”.
El apoyo de los grupos evangelistas es compartido también por el Vaticano, que ve en este caso otra forma de desprecio a la vida humana. Los medios católicos han apuntado a algunas decisiones judiciales como contrarias del interés del joven y de la defensa de la vida.
No es la primera vez que en la justicia del Reino Unido protagoniza batallas judiciales de este tipo. El caso de Alfie Evans en 2018 dividió a la sociedad británica en un caso similar al de Archie Battersbee. El caso se remonta a 2016 cuando en diciembre de ese año, Tom Evans y Katie James, llevaron a urgencias a su hijo Alfie, de siete meses, tras pasar una noche con convulsiones. Los médicos le diagnosticaron una enfermedad neurológica degenerativa que derivó en un estado semivegetativo del que nunca se recuperó.
Como en el caso de Archie, los padres de Alfie llevaron el caso a la Justicia amparándose en la ley británica que da absoluto poder a los progenitores para decidir en nombre de sus hijos. Pero los jueces británicos entienden que ese derecho tiene límites y estos se alcanzan cuando consideran que las decisiones de los padres suponen el riesgo que perjudica a sus hijos.
A pesar de los intentos de Tom y Katie, el pequeño Alfie fue declarado oficialmente muerto el 28 de abril de 2018, una semana después de ser desconectado de la máquina de soporte vital que le mantenía artificialmente con vida. Su padre escribió aquel día: “Mi gladiador ganó su escudo y sus alas a las 2.30… Absolutamente desconsolados. Te quiero mi chico”.