Saied logra una pírrica victoria en el referéndum y certifica el fracaso de la experiencia democrática en Túnez

  • El país magrebí se adentra en terreno desconocido tras la aprobación, con apenas un 27% de participación, de la nueva Constitución hecha a su medida por el presidente de la República

  • La que fuera esperanza democrática del mundo árabe, que mostró el camino al resto de la región tras la Revolución de los Jazmines de 2011, avanza hacia un régimen presidencialista autocrático

“No hay manera de volver atrás. El presidente de la República detenta su legitimidad únicamente a partir del pueblo”. Lo dijo anoche, conocidos los resultados provisionales del referéndum constitucional, el presidente Kais Saied, el hierático profesor universitario que se empeñó en “salvar Túnez” una década después del derrocamiento del régimen de Ben Ali y en plena transición hacia una democracia que fue calificada de modélica para todo el mundo árabe.

Como en tantos casos de quiebra de procesos de transición, sus promotores, como viene repitiendo Saied desde hace un año, aseguran estar movidos por sus convicciones democráticas. “Hoy no puede darse marcha atrás, no se puede prescindir de los derechos de las mujeres ni de los derechos a la educación o a la salud”, insistió en la noche del lunes el mandatario tunecino a los micros de la radio Mosaique FM.

No parece importarle demasiado a Saied, que llegó al poder tras las elecciones presidenciales de septiembre de 2019 –y para un mandato de cinco años-, el resultado de la consulta de este lunes, primera de la historia de la pequeña república magrebí: un 92,30% de votos favorables a la nueva Carta Magna hecha a su medida, pero con apenas un 27,54% del censo electoral. Lo que equivale, grosso modo, a que sólo uno de cada cuatro electores ha mostrado su apoyo al proceso político iniciado el 25 de julio de 2021, hace justo un año, por el presidente con su autogolpe de Estado.

Un proceso que culmina, por ahora, con la aprobación de una Constitución que amplía las prerrogativas del mandatario y limita los mecanismos de control. La nueva Carta Magna apuntala un régimen presidencialista frente al semiparlamentario consagrado en la moribunda Constitución de 2014 (resultado de un largo y complejo proceso de deliberación pluralista que duró más de tres años).

“Los partidos políticos existen en virtud de la Constitución; no voy a disolverlos”, aseveraba el profesor de Derecho Constitucional tunecino la noche del lunes. El promotor del Frente Nacional de Salud –plataforma diversa que ha agrupado a los principales partidos contrarios a la nueva Constitución, con los islamistas de Ennahda a la cabeza- Ahmed Nejib Chebbi avisaba el pasado mayo de que Saied “se prepara para disolver los partidos políticos”.

Con independencia de que el mandatario proceda a la supresión de los partidos, pocas dudas hay de su aversión hacia el sistema parlamentario. No en vano, el 25 de julio de 2021, fecha nada casual por otra parte –Día de la República-, el jefe del Estado tunecino se arrogó todo el poder. Empezó destituyendo al primer ministro y suspendiendo la Asamblea de Representantes del Pueblo –Parlamento unicameral- para suprimirla definitivamente en febrero de este año.

La hoja de ruta diseñada por Kais Saied hace ahora un año pasa por celebrar, con el marco político de la Carta Magna refrendada por los tunecinos este lunes, elecciones legislativas en diciembre de este año. El artículo 5 de la nueva Carta Magna hace constar que corresponde al Estado “trabajar por alcanzar los objetivos del islam”, lo que abre la puerta a la exclusión de los islamistas –que fueron primera fuerza en las legislativas de 2019-, némesis del presidente tunecino, del sistema político.

No sólo los poderes ejecutivo y legislativo están en manos de ‘Robocop’ –apodo por el que se le conoce en Túnez por su hieratismo-, también el judicial sufre gravemente las consecuencias del autogolpe comandado por el mandatario. El pasado mes de febrero, Saied disolvía el Consejo Superior de la Magistratura, organismo encargado de la garantía de la independencia del Poder Judicial. Más recientemente, y tras emprender una cruzada para ‘limpiar’ el sistema judicial, el 4 de junio el profesor de Derecho Constitucional destituyó a 57 jueces por supuesta corrupción y complicidad con los terroristas. En las últimas semanas trascendía la llamada de la ‘justicia del teléfono’: sentencias y apertura de casos directamente ordenadas por Kais Saied.

Futuro incierto

Al margen de haber echado por tierra la tentativa tunecina de consagrar un régimen político democrático y pluralista en el que islamistas y secularistas, entre otros sectores políticos y sociales, convivieran y compartieran el poder, Saied ha dejado un Túnez más dividido que antes de su llegada al Palacio de Cartago. Cierto es que el mandatario tiene enfrente a una gran parte de la oposición parlamentaria, pero también que conserva un núcleo fiel de seguidores convencidos de que la democracia –o su manera de entenderla- no está en peligro. Una parte de esa ciudadanía que confía en sus capacidades para sacar al país adelante del atolladero se echó en la noche de este lunes festivo a las calles de Túnez capital para celebrar el resultado y corear consignas como “el pueblo quiere liberar el país”, “fieles a la sangre de los mártires” o “viva el país”.

Con todo, el de una victoria clara del sí a la Constitución con una participación baja era el más previsible de los resultados, como anticipaba en la web del proyecto Arab Reform Initiative el analista Zied Boussen. El escenario marca “paradójicamente una pérdida de legitimidad cierta para el presidente Saied”. “Incluso si legalmente el referéndum abrirá la vía a las reformas, será complicado para el presidente aplicar una Constitución aprobada por el cinco, el veinte o incluso el treinta por cierto de la población”, anticipaba el especialista.

“El Parlamento que será nuevamente elegido procederá de un poder constituyente (el presidente) cuya legitimidad debilitada tendrá ciertamente consecuencias sobre la apreciación general del trabajo legislativo. Las reformas judiciales, incluido el establecimiento de una corte constitucional, así que las instancias independientes lo tendrán difícil para seguir existiendo e imponiéndose”, abunda Boussen.

La difícil situación social que atraviesa el país desde hace una década, agravada con la pandemia, ha hecho que los tunecinos pierdan fe en el proceso de transición política, que ha coincidido en el tiempo con el declive económico del país. “Saied tiene aún importantes apoyos en Túnez, mucha gente lo ve como una persona seria con buenas intenciones, pero el problema es que con esta nueva Constitución se abre la puerta a que hagan uso de ella en su favor futuros presidentes con peores intenciones”, advierte a NIUS un politólogo marroquí afincado en Túnez que no quiere ser identificado.

Con una dosis considerable de optimismo, el diario La Presse, uno de los más importantes de Túnez, aseguraba este martes en su editorial que “el combate por la democracia debe continuar pero con una visión y una estrategia nueva, más realista, que cambie para mejor la vida cotidiana de los ciudadanos por medio de medidas concretas y palpables”. “Digámoslo sin ambages, debemos salir de este referéndum más unidos. Porque el pueblo ha demostrado que siempre que el país se ha visto puesto a prueba encontramos una Túnez fuerte y ofensiva, capaz a la vez de asegurar la protección de sus ciudadanos y de elevar alto y fuerte los valores universales”, remataba.

El tiempo dirá si la sociedad tunecina, avanzadilla de la democracia tras su exitosa Revolución de los Jazmines, es capaz de quebrar la deriva autoritaria liderada por su actual presidente de la República o si al país magrebí le aguarda un regreso al futuro de una dictadura de aroma bourguibista.