Aferrado a su libro de oraciones, Dimitri reza ante el cadáver de su hijo de trece años. Su cuerpo sin vida yace sobre el asfalto junto a la parada de autobús que ha sido alcanzada por un misil ruso en la ciudad ucraniana de Jarkov. Él ha sido una de las tres víctimas mortales en este ataque perpetrado hoy que los responsables del Kremlin niegan haber planificado en plena ofensiva rusa en Ucrania.
Las imágenes muestran la brutalidad del momento: la sangre del adolescente muerto, los cristales de la marquesina, la camilla con la que será transportado. En toda esta tragedia destaca la serenidad de ese padre que encuentra un momento para la oración antes que para las lágrimas o los gritos de dolor. Una plegaria como bálsamo para tanto sufrimiento y una despedida a quien realmente se ha amado.
Junto a Dimitro, otras dos personas completan esta 'pietat, moderna: un hombre con la camiseta llena de sangre y una mujer protegida con un chaleco antibalas y un casco. Los tres acompañan al cuerpo del adolescente que viste como un joven de su edad con un pantalón deportivo negro y una sudadera azul.
En otro de esos gestos que nos recuerdan lo inane y cruel que son las guerras, la mano de la joven víctima descansa sobre la pierna de su padre que la sujeta y acaricia en un último vínculo de su despedida más dura.