La jornada más larga para Draghi, que entraba y salía durante todo el día de la cámara del Senado, se cerró finalmente con un voto de confianza. El primer ministro italiano aceptó esta vía tras el confronto en la réplica parlamentaria. Era la opción que ponía blanco sobre negro sus apoyos y que dejaba claramente evidenciado a quien decidiese no votar a favor, que se llevaría el peso de haber hecho caer el Gobierno. Los pronósticos habían bailado durante horas, intensas y calurosas, en la capital italiana. Todo sucedía y se anulaba en varios minutos. Decisiones enfangadas, posiciones tomadas y luego renovadas en una dinámica difícil de entender. Hasta esta mañana los ojos estaban puestos sobre el partido de Giuseppe Conte, el M5S, el creador de esta crisis y el que parecía no encontrar un acuerdo interno ni externo con el propio Draghi. Pero los juegos de la política italiana, acostumbrados a ver caer un Gobierno tras otro desde 1946, en concreto 67, había arrastrado ya al ex banquero.
Fue finalmente la derecha en bloque la que, retirando su confianza, con la ausencia en el voto, terminaba con el Gobierno de coalición del que formó parte -junto con todos los partidos menos Hermanos de Italia- durante más de 16 meses. Minutos antes del voto una senadora del FdI confirma que las llamadas entre Salvini y Meloni habían sido constantes, todo hacía pensar que la opción ir a elecciones era la que ganaba entre ellos a pesar de llevarse el terrible precio de romper el Gobierno. Los votos luego ratificaron la ruptura que minutos antes se difundía entre los pasillos del Senado. El M5S hizo lo esperado, también ausentes en el voto a Draghi para ratificar su negativa, pero el protagonismo de la ruptura se lo llevaba ya la derecha, que se convertía en el factor sorpresa que nunca falta en el país transalpino. Se ha sabido a última hora del miércoles que Mario Draghi esperará al jueves para dimitir y lo anunciará tras comunicarlo primero en la Cámara de los Diputados.
Esta legislatura no se ha privado de nada, dice un histórico político italiano, ahora especialmente cercano a Draghi. "Se ha agotado el tiempo porque ya hemos usado todo el abanico de opciones", señala. El senador se refiere a los tres gobiernos que Italia ha visto en esta legislatura, dos de Giuseppe Conte y uno de Mario Draghi. El país no ha podido evitar devorar también los buenos modos de un tecnócrata como Mario Draghi, las llamadas de diversos ámbitos de la sociedad no fueron suficientes y el desacuerdo entre los partidos y la adrenalina de unas elecciones cercanas ha dinamitado todo. Las fuerzas políticas llevaban meses desgastadas por una coalición de campo largo en la que han tenido que convivir con socios y adversarios de la misma forma. El descontento de la derecha, que luego fue definitorio, se comenzó a sentir en el aula del Senado tras la primera intervención de Draghi cuando los senadores de la Liga de Salvini no aplaudieron y los de Fuerza Italia de Berlusconi lo hicieron escasamente. Aquella imagen era premonitoria. Se siguieron reuniones internas mientras las réplicas continuaban en el Parlamento y cuando pasaban las horas los "pero" de la derecha se hacía más grandes: había posibilidades nulas que aceptasen seguir con el M5S y, no solo eso, estaban descontentos con la línea de medidas que había hecho centrales Draghi en su discurso. Todo se inclinaba a retirar la confianza a Draghi y eso significaba de forma inequívoca que Italia tendría nuevas elecciones este otoño.
La mañana había empezado con la disponibilidad de Draghi para refundar las bases de la larga, y agotadoramente problemática, mayoría de partidos que lo sostienen. Se mostraba duro pero esperanzado: ¿Estáis listos para reconstruir este pacto? Había tiempo, según el premier, para reunificar las fuerzas políticas de “unidad nacional”. Nombró la serie de medidas que habían sido posibles en el último año y medio gracias al consenso de los partidos que formaban su Ejecutivo y el horizonte para los próximos meses donde se deberán gestionar los fondos europeos y otras grandes medidas como la reforma fiscal o los propios presupuestos nacionales. Draghi, añadía, estaba hoy pronunciando ese discurso solo porque la gran cantidad de peticiones de la sociedad civil, y no solo, que había pedido que repensase su opinión. Pero la condición era clara: medidas y posibilidad para trabajar en lo que resta de legislatura. O, lo que es lo mismo, que pudiese seguir en tranquilidad y no con la infinidad de polémicas de las últimas semanas. Los partidos tenían que suscribir un pacto de Gobierno, refundarlo, y eso no fue posible en medio de su batalla campal demostrada en las propias declaraciones ante el Senado de la jornada. Cuando Draghi preguntaba "¿Estáis listos?" se refería precisamente a recuperar el ánimo de "unidad" que había fundado este mismo Ejecutivo, pero del que tras el día de hoy no quedaba nada.
En las próximas horas Mattarella deberá acoger inevitablemente la renuncia de Draghi con la falta de confianza expresada por el Senado. Se podrá tomar unas horas para decidir pero la previsión es que disuelva las cámaras, ante la incapacidad para formular una nueva mayoría y convoque elecciones anticipadas, probablemente a finales de septiembre o principios de octubre. El propio presidente de la República, que había intentado llevar hasta el final esta legislatura, asume ahora también que tendrá que darla por clausurada de forma definitiva. Lo ocurrido hoy no deja solo una crisis de Gobierno más en Italia, sino que abre un nuevo capítulo para los partidos que no parece fácil dadas las consecuencias que puede tener haber impedido a Draghi seguir al frente del Ejecutivo. Ya desde Fuerza Italia, el partido de Berlusconi, se conocen las primeras dimisiones. La ministra de Asuntos Regionales y Autonomías, Mariastella Gelmini, presenta su renuncia ante la decepción con su partido que, dice, "ha dado la espalda a los italianos".