En China, más de un millón y medio de personas están confinadas. Entre los focos de preocupación actual está la provincia de Anhui, en concreto la zona de Sixian, donde las autoridades han decidido encerrar a parte de la población. El gobierno chino no duda en actuar con mano de hierro ante el temor a que se extienda la enfermedad.
Así, China mantiene una política de 'casos cero', a costa de imponer duras restricciones en cuanto los casos de COVID-19 empiezan a dispararse. En el caso de Shanghái, se han notificado positivos fuera de los establecimientos establecidos para la cuarentena y ya hay un lugar del barrio de Putuo catalogado como de alto riesgo.
El gigante asiático no muestra visos de cambiar su actual política sanitaria, por la que ha abogado públicamente el presidente chino, Xi Jinping. La semana pasada, el mandatario apostó por lastrar "temporalmente" el desarrollo económico con el objetivo de proteger la salud de la población, "especialmente de ancianos y niños".
La ciudad china de Shanghái ha iniciado este martes una nueva ronda de pruebas masivas de COVID-19, ante el temor de que la megaurbe, de 25 millones de habitantes, pueda sufrir un confinamiento generalizado similar al que ya vivió durante dos meses para contener este año un brote de coronavirus.
Las autoridades han notificado nuevos contagios en los últimos días y, entre este martes y el jueves, harán test a toda la población de nueve de los 16 barrios, así como parcialmente en otros tres distritos. Quieren "identificar y prevenir los riesgos de un brote cuanto antes", en palabras del Gobierno local, según la agencia Bloomberg.