Algo no parece ir del todo bien en la política de apoyo a Ucrania del canciller alemán, Olaf Scholz. De lo contrario, Scholz y su país no serían objeto de bromas como esa de Internet en la que se ve a un caracol llevando una bala pegada con cinta adhesiva. Dice el chiste que ese caracol es Alemania ayudando con armas a Ucrania.
Pero la política de Scholz da lugar a mucho más que chistes. De hecho, la autoridad del canciller está siendo cuestionada, un día sí y otro también, en medios de comunicación de distintas afiliaciones políticas. Más grave aún para el Ejecutivo germano es que comiencen a dudar de Scholz políticos de la alianza de socialdemócratas, ecologistas y liberales que lidera el jefe del Gobierno.
Así, el diario Bild, el más leído de Alemania, daba cuenta en su edición de este martes de que desde el partido liberal, el FDP, se ha lanzado un “ultimátum” a Scholz a cuenta del envío a Ucrania de armas pesadas. Scholz aceptaba, allá por el mes de abril, la idea de ayudar con el envío de armamento pesado a Ucrania, respondiendo así a la solicitud de Kiev a los países occidentales para hacer frente a la invasión de Rusia.
Sin embargo, pasan las semanas y aún no ha entrado en suelo ucraniano ni uno sólo de los vehículos militares alemanes de contrastada calidad que se supone Alemania tendría que estar mandando. Los sistemas Gepard, que ya cuentan con el visto bueno del Ejecutivo, siguen sin usarse en la defensa de Ucrania frente al invasor.
De acuerdo con las últimas informaciones que han trascendido, el Ejército de Ucrania tendrá que esperar hasta el mes de julio para poder usar esos sistemas, dotados de dos cañones de 35 milímetros y un par de radares. Después de haber sido aprobado su envío, de los Gepard se dijo que no había munición para ellos, extremo que retrasaba la entrega.
Más recientemente, se puso en duda que Alemania pudiera enviar otro armamento pesado debido, según se decía en Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), la formación de Scholz, a un supuesto acuerdo oficioso en el seno de la OTAN según el cual no iba a haber envío de sistemas como los Leopard alemanes.
Ese acuerdo, sin embargo, no estaba impidiendo el apoyo a Ucrania de otros países miembros de la OTAN, como Polonia, con ingente armamento pesado. El Leopard es el nombre del tanque que fabrica la empresa alemana Rheinmetall. Evitar envíos como ese tipo resulta crucial para no provocar a la invasora Rusia de Vladimir Putin, dicen en el SPD.
En este contexto, el Bild daba cuenta de la urgencia que se quiere transmitir a Scholz desde el FDP para que facilite, por ejemplo, el envío de sistemas Marder a Ucrania. El Marder es un vehículo de combate de infantería, también fabricado por Rheinmetall, dotado de un cañón de 20 milímetros y capacidad para transportar hasta unos diez militares.
Este tipo de armamento figura en la lista elaborada por expertos militares ucranianos donde, desde principios de abril, queda claro qué necesita el Ejército del país de Volodímir Zelenski para repeler la invasión rusa y ganar la guerra. Sin embargo, “desde hace semanas la Cancillería Federal bloquea la exportación de los Marder que hay en existencias” de las empresas fabricantes y del Ejército alemán, se lee en el diario Bild.
A la edición de este martes de ese mismo diario, la política del FDP Marie-Agnes Strack-Zimmermann, presidenta de la Comisión de Defensa del Bundestag, señalaba que Alemania debe enviar tan “rápido como sea posible el envío directo a Ucrania de 50 Marder”. Pero lo que más debe interpelar a Scholz es el deseo de políticos como Strack-Zimmermann de ver al Gobierno explicar de manera transparente cómo Alemania está apoyando a Ucrania antes de que llegue la pausa estival de la actividad parlamentaria.
“En el Gobierno están haciendo declaraciones contradictorias que no dejan saber lo qué se está haciendo. Los Verdes y el FDP sí saben lo que quieren, a saber, que gane Ucrania la guerra. Pero en el SPD parece que no lo saben. Porque, salvo excepción, no hay un político del SPD que diga que quieren que Putin pierda la guerra”, dice a NIUS Olaf Boehnke, analista en Berlín de la consultora internacional Rasmussen Global.
“Todo esto da una imagen del Gobierno rara, y genera un ambiente de crisis en la coalición gubernamental, porque yo no veo ni a Los Verdes ni al FDP soportando la posición del SPD”, apunta este observador de la política exterior y de seguridad alemana. A su entender, los socialdemócratas, que no están dirigidos por Scholz – él se hizo canciller no siendo presidente del SPD –, no han tenido suficiente tiempo para digerir el radical cambio impuesto por el jefe de Gobierno a raíz de la guerra contra Ucrania.
En suma, en Alemania hay necesidad de explicaciones en lo que la ayuda a Ucrania se refiere. Porque, pese al reiterado apoyo a Ucrania del Gobierno alemán expresado por Scholz incluso a gritos, hace unos días había noticias de que “desde hace dos meses” no ha llegado más armamento germano a los defensores ucranianos.
Así lo recogía el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung el pasado fin de semana en un artículo firmado por Jürgen Kaube, uno de sus editores. Kaube acusaba al canciller de “arruinar la reputación de la política alemana”.
Entre otras cosas, porque, entre retrasos, debates con argumentos que suenan excusas para no mandar armamento pesado a Ucrania, Alemania, en realidad, sólo está mandando actualmente “bienes militares pequeños, como granadas o mechas”, según el editor del influyente periódico de Fráncfort. En el dominical Welt am Sonntag, han contado ya “nueve semanas” de parcos envíos militares de Alemania con destino Ucrania.
Anuncios como el de esta semana, en el que Scholz avanzaba en el Bundestag el futuro envío a Ucrania de sistemas de defensa aérea con misiles, no cambia que, hoy por hoy, siguen sin llegar a suelo ucraniano armas pesadas germanas.
Así, en el no menos influyente periódico generalista muniqués Süddeutsche Zeitung, de línea editorial más progresista, comparten el tono crítico cuando se trata de analizar cómo Alemania está apoyando militarmente a Ucrania. “Scholz ha prometido ayudar a Ucrania. Por eso, ahora debe, por fin, hacer más para armar a ese país”, escribía en un editorial en la edición de este martes del diario muniqués Daniel Brössler, corresponsal parlamentario.
Tampoco ocultan que la “reputación de Alemania se ha echado a perder” en el diario izquierdista berlinés Die Tageszeitung cuando explicaban cómo Scholz no está a la altura de las expectativas generadas por el discurso del canciller del 27 de febrero. Ese día, en una sesión extraordinaria del Bundestag, Scholz anunciaba un giro de 180º en su política de seguridad, asuntos exteriores y energía. Aquello se justificaba por el ataque de Rusia contra Ucrania.
Aquel día se confirmaba el apoyo alemán con armas defensivas a Ucrania. Sin embargo, la actual fase de la guerra exige a los ucranianos el uso de un armamento pesado que cuesta mucho que salga de Alemania.
Al menos, así parece si se compara la política de Scholz con la de otros líderes del este europeo o incluso con la de Emmanuel Macron en Francia, cuyos sistemas de artillería autopropulsada Caesar se están empleado en Ucrania contra los invasores. Polonia, por su parte, ya había mandado en abril no menos de 200 de sus tanques modelo T-72 de fabricación soviética.
Para Europa, según Boehnke, el analista de Rasmussen Global, la actitud de Alemania es, cuanto menos, problemática. “Si hay en Europa grandes países, como Alemania, o como Francia, que se muestran indecisos, eso genera dudas sobre la determinación de Europa a la hora de actuar de manera conjunta y decidida contra Putin”, señala este experto.
“En esto hay un peligro, porque parece que Putin se equivocó en principio, por eso se concentra ahora en el Dombás. ¿Pero quién garantiza que en tres meses no va a volver a atacar y a presentar otra vez a sus tropas a las puertas de Kiev?”, concluye.