Desde la localidad de Jersón, otro de los lugares tomado por los rusos, nos llega de nuevo el valioso testimonio de Vitaly Suárez, un verdadero "ángel de la guarda" para muchos. Este joven ucraniano, hijo de un empresario español, continúa jugándose la vida en un escenario cada vez más peligroso, esquivando las bombas en las calles del devastado municipio para ayudar a sus compatriotas haciéndoles llegar comida y medicamentos.
Vitaly transporta en el maletero de su coche particular una buena cantidad de alimentos y medicinas. Recorre las calles desoladas de Jersón explicando dónde "hubo tiendas y cines", lo cual ha quedado "todo destrozado". Tanto es así, que el 60% de la población ha abandonado la ciudad. "Se ha quedado muy vacía", lamenta.
Él, sin dudarlo un solo momento, emprende un viaje para atender la llamada de socorro de once familias que se encuentran a 120 kilómetros. Allí, afirma, "hay una gran pobreza y la gente está pasando hambre". Un trayecto por zonas ocupadas por el Ejército de Vladimir Putin y en el que el sonido de las bombas no cesa de acompañarles.
"Siempre están bombardeando, cada día", dice Vitaly, quien necesita unas cuantas horas para llegar a su destino y no es nada fácil conseguirlo: "hemos pasado siete controles".
Este joven lleva a las familias "comida y medicamentos que hemos recibido desde España". Unos productos que comienzan a escasear en el almacén donde los guarda, por lo que reclama que "por favor, quien pueda, que siga colaborando con nosotros". Esa es la vida ahora mismo de Vitaly, su lucha y, por supuesto, también su victoria.